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  1. Creo en ti. Capítulo Tres

    lunes, 28 de febrero de 2011


    Palomares no pudo evitar sonreír al ver el tono en que le hacía la pregunta, esa era su Vilma, resuelta y decidida, levantándose después de haber cogido fuerzas para seguir adelante.
    --- No --- dijo besándola con lo iba a ser un beso fugaz para que viese que hablaba en serio, pero que acabo alargándose un par de minutos--- no tengo pensado dejarte escapar, pero estás empapada y eso no es bueno, ni para ti, ni para el bebé, así que lo mejor es que vayamos a cambiarnos y luego sigamos hablando.
    --- ¿Hablando eh? --- le contestó ella alzando una ceja y jugando con el pelo de su nuca.
    --- Bueno también hablando --- le concedío él con una sonrisa. En ese momento Vilma tuvo un escalofrío que no pudo disimular, así que la cogio de la mano y sin soltarla bajó las escaleras al comedor.

    Vilma no podía describir la felicidad que sentía en aquel momento, no hacía ni media hora que sentía como todo se iba a pique, y nunca mejor dicho ya que estaban en un barco y ahora, cogida a su mano se sentía segura, era absurdo, tan solo con ese pequeño detalle se sentía protegida, ella que nunca consentía que nadie se sintiese con el derecho a defenderla porque su orgullo se lo impedía, ahora solo sentía segura y reconfortada en sus brazos. No terminaba de creérselo, lo había admitido, más que eso, se lo había gritado, no pudo evitar que la sonrisa que ya estaba en su cara se hiciese más grande. Al cruzar al comedor una ráfaga de aire helado hizo que los dos se estremeciesen y ella se cogió a su brazo con las dos manos y se pegó a su cuerpo:
    --- Hay que joderse...les dices que se avecina tormenta y no son capaces de cerrar las ventanas, cuanto inútil suelto ---siseó muerta de frío.
    --- Espera aquí, voy a cerrar que con la que está cayendo aún se nos inunda el comedor. Vilma soltó su brazo dejando resbalar su mano por él y Palomares entrelazó sus dedos unos segundos mientras echaba a andar, Vilma no pudo contener una risa ante se propio pensamiento, les costaba separarse, incluso por dos minutos; necesitaban tocarse, tenerse cerca, cercionarse de que aquello era real y cuando vio como él se giraba para mirarla y sonreirle antes de seguir avanzando vio que su idea era verdad.
    Contenta giró y se dirigió a cerrar una ventana que quedaba cerca, se volvió y esperó abrazándose a si misma para intentar entrar en calor y por primera vez reparó en lo mojada que estaba y se fijó también en él, Andrés estaba empadado, de la cabeza a los pies, los pantalones de chandál que llevaba puestos estaban completamente encharcados, la camiseta blanca de tirantes estaba completamente pegada a su cuerpo, marcando cada uno de los músculos de su espalda, y su pelo chorreaba, Vilma se fijó en como una gota se escurría por su cuello y seguía cayendo por su espalda y no pudo evitar estremecerse, verlo así delante de ella, recordando los besos de hacía unos minutos...

    --- Espérame un segundo, que creo que se ha abierto una de las ventanas de la cocina --- le escuchó hablar y decidió aprovechar el momento para calmarse, cerró los ojos y respiro hondo, aunque eso no la ayudó en absoluto porque al cerrar los ojos seguía imaginándoselo; su propia ropa comenzaba a molestarla, se le pegaba al cuerpo y la notaba fría así que se desabrochó la chaqueta en un intento de notarse más liviana mientras trataba de pensar en cualquier cosa que no fuese él.
    Palomares salió de la cocina y la visión que se encontró ante él hizo que su cuerpo entrase en calor a pesar de la tiritona que tenía, Vilma estaba en mitad de la habitación con los ojos cerrados, sin darse cuenta de que él había vuelto, se había desabrochado la chaqueta y ahora podía ver como la camiseta se pegaba a ella dejándole saber el color de su sujetador y los pantalones tampoco lo estaban ayudando, estaban completamente pegados a su cuerpo, la única cosa que no le dejaba ver el cuerpo de Vilma a la perfección era su propia chaqueta. Imitándola sin saberlo cerró los ojos un segundo y respiro, más tranquilo o al menos lo suficiente como para volver a hablar dijo mientras se acercaba a la última ventana:
    --- Lo mejor será que nos demos una ducha, ¿verdad? Así entraremos en calor, porque sino vamos a coger un buen catarro y en tu estado no es muy recomendable; y a ver como le explicamos a la doctora que estabas fuera con este tiempo --- Palomares parloteaba para no volver su atención a Vilma, a su cuerpo más concretamente pero se dió cuenta de que ella no le contestaba, así que se dirigió a donde estaba --- ¿Vilma estás bien? ¿Cariño?

    Ante esa palabra ella reaccionó y abrió los ojos, se lo encontró a menos de un palmo de ella, estaba de frente a su pecho y se fijo como subía y bajaba acelerado, ese pecho contra el que había llorado hace unos minutos, lentamente subió la mirada y se encontró con los ojos de él que la estaban devorando y sin poder contenerse volvió a echar las manos a su cuello para hacerse con su boca una vez más mientras pegaba su cuerpo completamente a él; Palomares enterró una mano en su melena empadada y rodeo su cintura con un brazo llegando a levantarla, Vilma mordió su labio inferior y la reacción de él fue auparla y cogerla en brazos mientras ella enrrollaba las piernas en torno a él, una de sus manos recorrió toda su espalda para pararse en su trasero y acercarla más a su cuerpo si es que eso era posible. Palomares caminó hasta una de las mesas y la sentó en ella sin romper el beso en ningún momento, se acomodó entre sus piernas y su boca bajó a su cuello mientras una de sus manos recorría su pierna parando en su muslo , Vilma gimió ante el contacto y perdió las manos debajo de su camiseta, después de recorrer su torso sus dedos resbalaron por dentro de la goma del pantalón y ante eso él tembló de pies a cabeza y separó sus bocas durante un momento que ella aprovecho para tirar de la camiseta y quitársela.

    Los dos pararon durante un momento, lo único que se escuchaba eran sus respiraciones agitadas, se mirarón a los ojos y los dos vieron lo mismo un deseo y una pasión que no podían contener durante más tiempo; Vilma vió como él la miraba y notó todo su cuerpo arder, no hacía falta que la tocase, solo con la forma en que sus ojos se clavaban en ella era suficiente, le recorrio de arriba abajo y al fijarse en su pecho no pudo evitar morderse el labio, allí, sobre aquellos pectorales descansaba la cruz que siempre llevaba puesta,siempre se había extrañado de que un objeto así despertase en ella unos deseos tan poco puros, cuantas veces ella había fantaseado con tirar de ella para acercárselo y perderse en un beso apasionado...pero ahora ya no tenía que fantasear con ello, tenía derecho a hacerlo, y ese pensamiento hizo que una sonrisa pícara apareciese en su cara.
    Decidida estiró la mano, cogió la cadena y lo obligó a acercarse a ella , practicamente tirándoselo encima y presionando sus labios contra los de él en un beso casi furioso; la respuesta de Palomares fue inmediata, sus manos se perdieron bajo la camiseta de Vilma y mientras ella abandonaba su boca para lanzarse a su cuello él sacó las manos para despojarla de la chaqueta, sin perder un segundo volvió a llevarlas a la camiseta pero esta vez para quitarsela, Vilma a regañadientes se apartó de su cuello y soltó la cadena para permitir que la siguiese desnudando, acción que le mereció la pena cuando el se agachó a besar su cuello y pecho, repartiendo besos y mordiscos que la hicieron estremecerse mientras sus manos se perdían alborotando su pelo.
    Las manos de Palomares vacilaron al llegar a sus pantalones y Vilma llevó las suyas a la cintura de su chandál para animarlo a continuar, le miró y tiró de ellos para bajarselos, cosa que le resultó complicada debido a lo mojados que estaban, Palomares la soltó y se los quitó él mismo sin dejar de mirarla y antes de que el pudiese vacilar otra vez Vilma reanudó el ataque a su cuello, segura por lo que oía de que él lo disfrutaba y su mano una vez más se enrrolló en la cadena, ante eso Palomares solo pudo seguir adelante y pasar un brazó por su cintura para levantarla lo suficiente como para poder bajar sus pantalones con la otra.
    Buscó su boca y con un beso la obligó a separarse de su cuello, pero tan solo duro lo suficiente como para distraerla y poder ser el quien la recorriese y la explorase, a la vez que su boca bajaba por su pecho sus manos iban subiendo lentamente por sus piernas hasta posarse en su espalda, llegó a su estómago y sus besos se volvieron más calmados y dulces, como si solo fuese capaz de calmar aquel deseo para tratar al niño con delicadeza, Vilma sonrío y en ese momento algó maravilloso ocurrió: ante la suave caricia de él el niño reaccionó y dió un leve golpecito.

    --- Se ha movido--- Palomares lo dijo en voz baja, como si tuviese miedo de asustarlo si hablaba muy alto, se levantó sonríendo y al ver la cara de Vilma la sonrisa se ensanchó. Se había quedado petrificada, con una sonrisa en la cara y mirando a su estómago como si fuese lo más maravilloso del mundo.
    --- Hazlo otra vez, por favor--- su tono también era un leve susurro; él hizo lo que le pedía y se agachó para besar su barriga con sumo cuidado y otra vez, allí estaba, una leve patada, volvió a hacerlo y se volvió a repetir con más intesidad.
    --- ¡Se ha movido! ¡Se ha movido! --- gritó llena de alegría mientras tiraba de él para levantarlo y abrazarlo---Gracias pequeñajo--- le dijo a su estómago pasando la mano por encima--- Y gracias a ti también--- ese gracias lo acompaño de un beso; antes de que les diese tiempo a decir nada más se escuchó un golpe y unos pasos dirigirse acelerados a donde se encontraban.


  2. --- Tengo miedo de Dios --- La última frase de Vilma resonaba en sus oídos, no sabía a que se refería pero la estaba viendo deshacerse entre sus brazos--- De que me castigue por no haber querido a mi bebe. Y ya no sería lo primero que me quita. Al principio quise abortar, y ahora que lo quiero con todas mis fuerzas tengo miedo de que me lo quiten. Quiero verlo nacer, oírlo llorar, cogerlo en mis brazos, criarlo...pero si no puede ser prefiero morir yo, quiero que él viva por encima de todo. ---Vilma hablaba a toda velocidad, se notaba su desesperación en cada una de sus palabras, que seguían saliendo acompañadas de sollozos--- Tiene que dejarlo nacer, tiene que permitirlo, ya me arrebató algo que quería con todas mis fuerzas, me dejó sin ti, no puede llevarse también la vida de mi hijo, ¿que más quiere de mi? ¿No le llega con haber ganado él?¿Con que lo prefieras a él? ¡No puede llevarse también a mi hijo! Si le debía alguna ya tiene la cuenta más que saldada. Si yo muero en el parto no me importa pero él tiene que salvarse, lo tiene todo por delante, toda la vida. Y necesito que me prometas que lo cuidarás, que entre tú, Piti, Noa y Julia lo cuidareis, pero necesito saber que tu vas a estar ahí para él y que si llega el momento y teneis que decidir lo salvareis a él, no me importa morir pero él--- llegados a ese punto Palomares ya había escuchado suficiente, desde que ella había empezado a hablar se había quedado sin palabras, viéndola allí, entre sus brazos, llorando por él y rogando por la vida de su hijo, sin importarle la suya propia, no podía aguantar ni una palabra más.

    La cogió fuertemente del brazo sin llegar a hacerle daño pero firmemente y la llevó al interior del barco, Vilma se había quedado callada ante la reacción de él y lo seguía sin saber muy bien que había pasado, al entrar Palomares la llevó hasta uno de los sofás e hizo que se sentase.
    --- Escúchame bien Vilma, porque no quiero volver a oír lo que acabas de decir--- su voz había cambiado y ya no era la voz dulce y calmada que trataba de calmarla en cubierta, era un tono duro, parado delante de ella casi gritaba--- si a ti no te importa morir a mi sí, así que no quiero volver a oír hablar del tema. No te atrevas a rendirte Vilma, ¡No te atrevas! Ese niño necesita a su madre, porque podrá crecer sin mundo pero no podrá crecer sin ti, ninguno podríamos llenar el vacío que le dejarías, llevas casi 6 meses cuidando de él y te queda toda una vida por delante. ¿Te crees que puedes abandonarlo? No puedes, no tienes derecho a hacerlo. ¡Ese niño no podría vivir sin ti!¡Y yo tampoco! Así que no vuelvas a decir que no te importa morir, porque tu vida vale mucho Vilma, más que la de cualquiera, y no puedes dejarle sólo, ¡ni a él ni a mi!--- Vilma había dejado de llorar de golpe, tan pronto como él había empezado a hablar se había quedado petrificada escuchando sus palabras, su único gesto había sido un leve asintimiento cuando practicamente le ordenó que lo escuchase, pero cuando le había escuchado decir que no podía vivir sin ella las lágrimas habían parado de repente.
    --- Te queda mucho por vivir y muchas cosas por descubrir así que me importa una mierda que a ti no te importe, porque yo no voy a dejar que te mueras ¿me estás entendiendo? Dios no tiene derecho a castigarte, si realmente él te pusó en esta situación no puede castigarte ahora ¡No le permito hacerlo! No es nadie para castigarte, él no ve como te levantas cada mañana y te emocionas al ver como va creciendo tu estómago, él no ve como le cantas nanas al bebé por las noches, él no ve como intentas coserle su primer body, él no te ve cruzar los dedos en cada ecografía para que te digan que sigue perfecto, él no te conoce, no sabe que nos alegras los días, no sabe como te preocupas por tus amigos, no sabe lo que eres capaz de hacer por el resto de nosotros, y si realmente lo ve, si está ahí y lo ve todo, no se atreverá a llevarse tu vida, no hay derecho ni humano ni divino que le permita hacer eso, llevarse el mundo sí, ¡pero tu vida no!

    No te ha ganado ninguna batalla y no va a hacerlo ahora --- Palomares seguía hablando sin darse cuenta de lo que estaba confesando, no tenía intención de declararse, hablaba para dejarle claro que su muerte no era una opción--- yo te he elegido a ti, no a él, a ti, porque tu eres lo único que realmente me importa, tu y este niño--- se agachó en frente de ella y llevo una mano a su estómago una vez más esa noche--- y va a nacer sanote y fuerte, va a tener una vida feliz con su madre, porque tu muerte es algo que no estoy dispuesto a discutir Vilma, me niego, y no quiero que vuelvas a hablar como si tu vida no importase ¿estamos?--- Su otra mano subió a su cuello y la obligó a mirarlo a los ojos, Vilma asintió secándose las lágrimas con el dorso de la mano, y Palomares volvió a hablar, está vez con un hilo de voz, ya no estaba gritándole que no podía morir, ahora era más bien un ruego y sus ojos húmedos lo delataban--- La vida sin ti no es una opción, al menos no una que yo esté dispuesto a aceptar. --- Y permanecio allí, en cuclillas con una mano en su estómago y mirándola a los ojos, como si todo lo que le importase estuviese allí, y así era, y al callar un segundo se dió cuenta de lo que había hecho, había estado gritando como un demente, practicamente le había prohibido morir y había acabado por confesarle su amor a gritos y lo peor es que le daba igual si con ello había conseguido quitarle aquella idea absurda de la cabeza, ¿Morir ella? ¿Y él que haría? No veía más allá de ese momento porque era incapaz de imaginar un mundo sin ella. A él le parecieron siglos pero no habían pasado diez segundos cuando las temblorosas manos de Vilma se posaron en su cuello y tiraron de él para acercarlo:

    --- Te quiero--- fueron las únicas dos palabras que salieron de su boca y antes de darle siquiera la oportunidad de contestar sus labios se adueñaron de su boca, Palomares no tardó en reaccionar, los dos llevaban esperando ese momento desde su primer beso en la cocina, ese que tantos problemas les había dado pero que al fin y al cabo había conseguido traerlos hasta ese instante.
    En un primer momento perdió el equilibrio pero llevó las manos a su espalda y aferrándose a ella se puso en pie y la levantó consigo; las manos de Vilma se entrelazaban en su cuello mientras el asalto a su boca se hacía más profundo, las manos de él estaban en la parte baja de su espalda y su nuca pegándola a su cuerpo, como si quisiera mimetizarlo con el suyo; ella se separó de él debido a la necesidad de aire y ahogó una risa en el beso cuando él obcecado volvió a hacerse con su boca sin permitirle separarse un milímetro de su cuerpo; estaban enrredados en un beso sin fin, ni una ni otro querían que ese momento acabase, se sentía tan bien después de tanto tiempo esperando por ello, sus bocas encajaban, sus labios se buscaban continuamente, sus lenguas se tentaban en un juego que no parecía tener final; los besos famélicos, desesperados y profundos se mezclaban con otros dulces y breves que eran solo la antesala del siguiente ataque, la oportunidad de tomar aire antes de volver a perderse en el otro. Con un gran esfuerzo Palomares consiguió apartarse de ella pero sin soltar el agarre que mantenía con sus manos:
    --- Espera, espera, espera...
    --- ¿Qué pasa? ¿No me irás a decir que te arrepientes otra vez? Porque te mato, y eso si puedo jurártelo por Dios.--- Vilma habló con con la decisión y la ironía que la carazterizaban, pero debajo de eso estaba escondido el miedo a la respuesta que estaba pidiendo.



  3. Este fic está ambientado unos días después del fic: Elegir, también en este blog, perdonad las molestias

    Pasaban de las 3 de la mañana y Palomares iba camino de la cocina, estaba lloviendo a cántaros y aunque no había mucho viento se presagiaba tormenta, y para rematarla el tenía un dolor de estómago horroroso, para una noche en que habían tenido una cena decente y a él le había sentado mal..no se creía su mala suerte, si él ya se lo había dicho a De la Cuadra al principio de la travesía: para cenar bien un sandwich mixto y tan tranquilo, pero no...ala la sandwichera por la borda, y ahora a tomarse sal de frutas a la cocina para poder dormir.
    Se empezaba a notar que el tiempo no iba a hacer otra cosa que empeorar y en esa zona del barco cercana a cubierta ya hacía frío, se cerró la chaqueta y entró a los dominios de Salomé, se preparó el digestivo y se dio prisa para volver a la habitación, sobretodo para volver debajo de las mantas; cerró todo bien para que la cocinera no protestase a la mañana siguiente y estaba a punto de bajar las escaleras cuando escuchó una de las puertas del club golpear, estuvo a punto de no subir a cerrarla pero en el ultimo momento cambio de idea y no pudo más que dar las gracias por haberlo hecho en cuanto subió; se asomó antes de cerrar y allí, en cubierta mirando al mar que todavía estaba en calma, completamente empapada estaba Vilma.

    --- ¡Vilma!---gritó desde dentro para hacerse oír por encima del sonido de la lluvia--- ¡Entra, te estás empapando!--- No obtuvo respuesta así que se puso la capucha y se asomó más --- ¡Vilma vas a acabar acatarrada! ¡Entra!
    --- No se mueve--- esa fue toda la respuesta que obtuvo, un leve susurro que le había costado oír, no sabía que le pasaba pero desde luego Vilma no estaba bien, así que salió al aguacero.
    --- ¿El barco? Pronto empezará y aquí arriba no estás segura--- dijo quitándose la chaqueta y poniendósela a ella por encima de los hombros --- entra anda.
    --- El bebé, no se mueve el bebé--- el tono de su voz era sólo un murmullo y a Palomares no le hacía falta ver su cara para saber que estaba asustada, se puso a su lado y cogió una de sus manos acariciándole el dorso con el pulgar.
    ---¿La doctora Wilson te ha dicho algo? ¿Has notado algo raro?---Vilma negó con la cabeza y Palomares pudo ver que entre la lluvia que bañaba su cara también había lágrimas.
    --- No, Julia no me ha dicho nada, hace tiempo me dijo que seguramente no se movería demasiado, pero entre no moverse mucho y no hacerlo nada...La única vez que note que se movía ni siquiera fue que lo hiciese él, fue la última vez que acabe en la enfermería. Se lo dije hoy y me iba a hacer una ecografía para que me quedase tranquila, pero con la tormenta desconectaron todo, así que tendre que esperar hasta mañana.
    --- Pero eso no quiere decir nada, yo estaba allí cuando la doctora te dijo eso ¿te acuerdas?--- Vilma asintió todavía sin mirarlo--- te dijo que seguramente no notarías tanto movimiento como en los embarazos normales porque en estos casos los bebés estaban mucho más quietos.
    --- Lo sé, pero ni una sola vez..
    --- Vilma hay embarazos en los que las madres casi no notan moverse a sus hijos, si se ponen cómodos ahí dentro no tienen necesidad de moverse --- A Palomares le daba igual estar diciendo algo con sentido o no, sus conocimientos ginecológicos eran nulos, pero necesitaba que Vilma reaccionase, que no se viniese abajo ahora, no podía verla así--- dime que necesidad tiene, está calentito, cómodo y lo tienes bien alimentado, no tiene porqué protestar.
    --- Por eso salí aquí, a lo mejor así consigo que se mueva, no necesito mucho, una patadita, lo que cualquier madre tiene.
    --- Cariño pero así solo vas a conseguir enfermar y eso no os va a hacer bien a ninguno--- Se dio cuenta de como la había llamado, hace unos días se habría puesto histérico por haberlo dicho en voz alta, pero ahora le daba igual, tenía más que claro lo que quería, pero aún no había encontrado el momento para hablar con ella, para ver si después de todo aún estaba dispuesta a aceptarlo.
    --- Necesito que se mueva, solo necesito que se mueva--- mientras ella hablaba el barco se había movido, no era muy preocupante pero el viento soplaba bastante fuerte, lo bastante como para que estuviesen más seguros dentro del barco, pero Vilma no parecía notarlo, ella estaba centrada en su hijo y Palomares vio que no había manera de hacerla entrar, no hasta que tuviese lo que necesitaba, así que se movió de su lado.
    --- ¿Te vas?---preguntó casi asustada.
    --- Ni lo sueñes--- le contestó situándose detrás de ella y apoyando sus manos en la barandilla a sus costados de modo que ella quedaba entre sus brazos--- pero tu no pareces dispuesta a entrar y yo no estoy dispuesto a que una ráfaga de viento te tumbe por terca, así que nos vamos a quedar los dos aquí, hasta que decidas que es hora de entrar o una ola nos meta para adentro.--- Vilma solo asintió con la cabeza y movió la mano para apoyarla en la de él.

    El barco seguía meciendose por el viento y Palomares estaba empezando a preocuparse, el aire no era su problema, si aquello subía de intensidad estaban cerca de la puerta, le daba igual tener que meterla a la fuerza si llegaba el momento, no iba a dejar que se pusiese en peligro a si misma; pero hacía frío y se estaban empapando, por él le daba igual pero Vilma estaba temblando entre sus brazos y lo peor es que no parecía darse cuenta, seguía mirando fijamente al mar como si por mucho pedirlo fuese a conseguir que el niño se moviese, se fijo en ella: llevaba unos pantalones cortos de pijama y una camiseta de tiras, había metido los brazos en las mangas de su chaqueta pero no la había abrochado así que el mismo lo hizo, enganchó la cremallera y la subió practicamente del todo y le puso también la capucha para intentar resguardarla lo mejor que pudiese; el barco dió una sacudida y tuvo que asirse con fuerza a la barandilla para mantener el equilibrio con una mano mientras la otra se posaba con extremo cuidado en el estómago ya abultado de Vilma para sujetarla, y esta acabo contra su pecho.

    --- Gracias--- fue todo lo que dijo pero sus dedos se entralazaron con los de él encima de su propio estómago; y así se quedaron; Palomares notaba como su corazón latía cada vez con más fuerza contra la espalda de Vilma y se concentró en ella, en su olor, en su respiración, pasó la mano por su barriga y notó como se relajaba con el contacto, no sabía como había sido capaz de negarle lo que sentía por ella. Los minutos seguían pasando y cada vez el tiempo era peor, pero ellos seguían allí, él aferrado a la barandilla sosteniendo el peso de los dos, de los tres, y pegándola a su cuerpo todo lo que era posible para protegerla como podía, y ella temblando como una hoja, cogida a su mano como si eso fuese lo único que la mantenía en pie, y con su otra mano tambien en su estómago rogando que lo que más quería en este mundo siguiese allí, con ella. De pronto volvió a hablar y le hizo una pregunta:

    --- ¿Rezas por el bebé?
    --- Claro que sí, por él y por ti--- contestó sin ninguna duda.
    --- Bueno ya, porque eres cura y rezarás por todo el mundo y esas cosas, pero ¿rezas por él de verdad? Porque no es por abusar, pero es quien más lo necesita.--- se esperaba cualquier respuesta menos la que obtuvo.
    --- Vilma, Dios y yo no estamos en nuestro mejor momento pero te puedo asegurar que si está ahí arriba y yo tengo prioridad el niño y tú estais más que salvados, sois lo único por lo que sigo rezando, cada noche.
    --- ¿Si sigue ahí arriba?
    --- Eso ahora da igual, importas tu, y te estás quedando helada.--- le dijo frotándo sus brazos en un intento inútil porque entrase en calor, Vilma asintió pero no hizo ademán de moverse lo más mínimo y Palomares empezó a pensar en meterla a rastras, aunque les costase una discusión y no le hablase durante dos semanas, la prefería enfadada que enferma, pero de pronto Vilma se giró hacía él llorando desconsolada:
    --- Andrés tengo miedo--- apoyó la cabeza en su pecho y las lágrimas se convirtieron en un llanto desesperado, Palomares reacciono abrazándola como podía sin soltar la barandilla, los dedos de Vilma se clavaban en su espalda y su llanto estaba haciendo que se rompiera.
    --- ¿Vilma de que tienes miedo? No va a pasaros nada, no pienso permitirlo--- le hablaba al oído, intentado calmarla, sus manos le acariciaban la espalda, se había movido para aferrarla bien a él y el cuerpo de Vilma estaba atrapado entre el suyo y la barandilla --- ¿me escuchas? No va a pasaros nada--- le dió un beso en la cabeza y Vilma la levantó para mirarlo por primera vez a los ojos y hablar de nuevo entre sollozos:
    --- Tengo miedo de Dios --- ante esa frase Palomares se quedo sin palabras.

  4. Cuestión de fe. Capítulo 2

    domingo, 27 de febrero de 2011


    Palomares estaba tumbado en su cama boca arriba, sin poder dormir. Ninguno de los otros chicos estaba en su camarote, y a pesar de la tranquilidad que reinaba en el ambiente él no conseguía conciliar el sueño. No podía abandonar los pensamientos que rondaban por su mente hacía semanas. En ese momento, la puerta de su camarote se abrió, y un Piti malhumorado entró arrastrando los pies. Sin saber a ciencia cierta si el cura estaba despierto habló en voz alta, porque de verdad necesitaba decírselo a alguien.
    —La he cagado, tío.
    Sin necesidad de haberla nombrado, Palomares supo que se refería a Vilma. No le hizo falta saber ningún detalle más para que le entrasen ganas de estrangularlo. Vilma y Piti llevaban juntos algo así como dos meses, y podría decirse que en parte era gracias a él mismo. Palomares se dio cuenta perfectamente del sentimiento que iba creciendo dentro de Vilma a partir del momento en el que Piti se convirtió en el padre de su hijo, por eso intentó abrirle los ojos a él. No iba a permitir que Vilma sufriese por Piti, era la persona más importante para él en ese barco y quería verla feliz. Y lo había conseguido, porque Vilma había tenido un brillo especial en los ojos durante estos meses, hasta hoy. Reprimió las ganas de cerrar las manos en torno a su cuello y se dispuso a averiguar qué había pasado.
    —¿Qué has hecho?
    El moreno se tumbó en su cama, colocó las manos sobre su cara y suspiró antes de contestar.
    —Vilma me ha pillado liándome con Estela.
    La ira de Palomares aumentó por momentos. Había confiado en que Piti cuidaría perfectamente de Vilma y su hijo y dejaría esa vena mujeriega que había mostrado los primeros días en el barco, pero ya se veía que no era así. Y lo peor de todo es que Piti se veía arrepentido de verdad, como si ella le importase realmente. Palomares no lo entendía. Para él el amor, el respeto y el cariño iban siempre de la mano, y no comprendía cómo Piti los podía separar así.
    —Eres gilipollas, Piti. —Se incorporó en la cama para mirarlo directamente. —Vilma confiaba en ti. Lleva dos meses confiando en ti. ¿Es que no lo ves? Yo pensaba que te importaba de verdad.
    —¡Y me importa de verdad! —Se incorporó bruscamente, dándose un golpe en la cabeza con la balda que había sobre su cama. De la rabia, le dio un manotazo a lo que había encima y el reloj despertador cayó al suelo. Parece que ni lo notó. —No sé porque lo he hecho. Soy gilipollas. Me ha dicho que no la vuelva a hablar en la vida. Me ha dejado, tío.
    Palomares se levantó de la cama y se dirigió a la puerta. Tenía ganas de darle un puñetazo a Piti y necesitaba contenerse, y estando tan cerca de él no lo iba a conseguir. Antes de salir del camarote, se giró para hablarle por última vez.
    —Lo tienes merecido, Piti.
    Dio un portazo y trató de serenarse en el pasillo. Con un suspiro, decidió ir a la cocina a por un vaso de leche y poder pensar tranquilamente, pero no llegó a su destino. En ese momento Vilma salía del baño; a Palomares casi se le rompe el corazón al ver su cara. Se notaba que había estado llorando, porque tenía los ojos totalmente rojos e hinchados, y aún quedaban las señales de sus últimas lágrimas en sus mejillas. Podría dejarla tranquila y pasar de largo pero le fue imposible hacerlo. Se frenó en seco, y cuando ella llegó a su altura se abrazó a él con fuerza.
    —Vilma, cariño, tranquila. Shh, tranquila.
    Notó como las lágrimas empezaban a mojar su camiseta del pijama pero no le importó lo más mínimo. En aquel momento sólo deseaba que ella dejase de llorar. En estos meses su relación se había estrechado muchísimo, y él se había convertido para ella en algo así como su mejor amigo. Como su hermano mayor, que estaba allí para cuidarla en todo momento. Palomares estaba encantado de estar tan unido a ella y no dudaba en que siempre estaría allí para cuidarla, pero no había podido evitar empezar a verla con otros ojos. A pesar de que había sido él el que la había empujado a empezar una relación con Piti, llegó un momento en el que no podía verlos juntos porque se le formaba un nudo en el corazón. Pero él seguía siendo sacerdote, y Vilma era la novia de Piti, así que no podía hacer nada más que callarse. Aunque no soportase que ella fuese sólo su hermanita.
    —Cariño tienes que dormir un poco. Mañana verás las cosas más claras y estaré aquí para lo que necesites, ya lo sabes. Para hablar o simplemente para hacerte compañía.
    —Andrés, no me dejes sola. No esta noche, por favor. Déjame estar contigo.
    Palomares no había deseado nunca con tanta fuerza poder contentarla con eso. Pese a los sentimientos que tenía hacia ella y que había dejado de negarse en las últimas semanas lo que más quería era consolarla, que dejase de llorar.
    —Puedes quedarte conmigo, sabes que no me importa. Pero en mi camarote también está Piti.
    Sintió cómo ella sollozaba más fuerte con la mención de su nombre, y la apretó más si podía entre sus brazos. Iba a seguir hablándole pero alguien salió al pasillo de uno de los camarotes, y cuando Vilma vio quien era se escabulló de entre sus brazos y se lanzó hacia esa persona.
    —¡Eres una zorra! —Palomares corrió para intentar que Vilma no le hiciese nada a Estela, pero no llegó a tiempo. La chica le pegó un bofetón a su amiga morena, desde esa tarde, ex-amiga. —¡Fuera de mi camarote! Te vas a dormir con el cerdo baboso de Piti si quieres, ¡pero aquí no vuelves a entrar!
    Palomares la cogió de los brazos. La voz de Vilma se había roto con sus últimas palabras y las lágrimas corrían sin parar por sus mejillas. Estela miraba al suelo sin saber qué hacer porque en el fondo sabía que se merecía todas esas palabras. Entonces alguien más se unió a la escena, y Piti salió de su camarote al escuchar los gritos.
    —Vilma no te pongas así. Ha sido un error, escucha...
    —Piti. —La voz de Palomares no sonaba precisamente amable. —Déjalo, por favor. No es el momento.
    Piti lo miró fijamente, finalmente asintió y volvió a entrar en su camarote sin decir ni una palabra. Las cosas no estaban como para intentar explicar algo que había quedado explicado por sí solo. Vilma se giró y volvió a apoyar la cara en el pecho de Palomares, aferrándose a él como si fuera a caerse en cualquier momento. Él la sostuvo delicadamente por la cintura pero con la firmeza suficiente como para mantenerla erguida.
    —Estela, por favor, creo que esta noche no es buena idea que te quedes en tu camarote. Puedes dormir en mi cama si quieres, no la voy a utilizar.
    Cuando la chica se hubo ido con sus cosas, Palomares llevó a Vilma hasta la cama que había bajo su litera, porque no se veía con fuerzas para subirla a la de arriba. Ainhoa llevaba un tiempo viviendo con Gamboa por lo que estaban solos en el camarote. Se sentó junto a ella y la arropó, y después hizo el amago de levantarse pero la mano de Vilma se aferró a su muñeca.
    —Por favor Andrés, túmbate conmigo. No puedo dormir sola, no hoy.
    Palomares no podía negarle nada, así que se recostó a su lado. Vilma colocó la cabeza en su hombro y él la rodeó con su brazo. La chica había dejado de sollozar pero lágrimas silenciosas todavía recorrían sus mejillas, coloradas por el ataque de ira que le había dado en los pasillos hace unos minutos. Esa noche Vilma tardó en dormirse, pero finalmente cayó rendida por lo agotada que estaba. Palomares sin embargo no logró conciliar el sueño. Pasó toda la noche con los ojos abiertos, abrazando con fuerza a Vilma cada vez que se revolvía en unos sueños que no parecían agradables, y sobre todo pensando. Pensando en que a pesar de lo difícil que se le estaba haciendo, a pesar de lo que la quería, no podría separarse de ella nunca. Seguiría sufriendo en silencio para estar allí cada vez que lo necesitara.


  5. Cerrando los ojos, no pudo evitar recordar todo lo que había ocurrido en los últimos tres meses. Parecía mentira que sólo hubiesen pasado tres meses desde que subió a ese barco. Aquella noche, sentada en ese baño con el predictor en la mano mostrando dos rayas de color rosa, su mundo se vino abajo. No estaba preparada para tener un hijo, para traer un bebé al mundo. No ella sola. Y tampoco estaba dispuesta a pedir ayuda al padre de ese niño. Había conocido a Pablo en una fiesta en la playa, donde la estruendosa música y el alcohol le permitieron olvidarse de todos sus problemas. Estuvieron coqueteando toda la noche y al final terminaron en el coche de él. O al menos eso creía, porque de lo único que se acordaba era de despertar desnuda en el asiento trasero de un Seat azul. Tenía muy claro que había sido un error y que si no hubiese estado borracha nunca habría ocurrido. No sabía cómo él había conseguido su móvil, pero sólo esperaba que lo borrase y se olvidase de ella como ella misma pretendía. Aunque un hijo de él no había entrado en esos planes.
    Lo decidió en ese momento. Tenía dos meses por delante para hacerse a la idea y pensar cómo se lo iba a decir a su familia, y además mantendría alejado a ese cerdo baboso de Pablo. Se había equivocado, había tenido un desliz y ahora le estaba pasando factura. Pero sabía con certeza que no le volvería a ocurrir nada así porque ella misma no lo permitiría. Pensaba crear un sólido muro alrededor de su corazón y no dejar que nadie lo penetrase nunca más. No estaba preparada.
    Sin embargo no había podido evitar las grietas que poco a poco se habían abierto en ese muro gracias a Piti. Tal vez todo empezase porque no se sentía capaz de seguir adelante sola, escondida tras su escudo, y Piti representaba lo que ella quería ser. Él no se había venido abajo cuando les contaron que todo se había acabado, que eran los únicos supervivientes del planeta. Había seguido siendo como siempre y se había lanzado a organizar citas de diez minutos. Vale que puede que fuera una chorrada, pero había servido para levantar los ánimos.
    Cuando él se ofreció a ser el padre de su hijo se aferró a esa idea sin dudarlo. Necesitaba un corcho al que agarrarse en medio del naufragio en el que se había convertido su vida. Piti había demostrado que se preocupaba por ella, llevando aquel kiwi como si de verdad fuese su hijo. No parecía el cerdo baboso que había conocido los primeros días, al que deseaba castrar con unas tenazas oxidadas. Verdaderamente su presencia la estaba ayudando mucho a seguir adelante. Lo natural, pues, era que después de todo aquello empezasen los besos. A todas horas compartían miradas, se rozaban las manos disimuladamente y los comentarios ácidos se fueron tornando más dulces. Había bajado su escudo ante Piti confiando en que él se interesaba por ella de verdad, en que cuando su hijo naciese no sería huérfano de padre. Lo deseaba con tanta fuerza que las grietas avanzaban por el muro de su corazón sorprendentemente rápido y amenazaban con derrumbarlo.
    Hoy, tres meses después de aquella primera noche, estaba sentada en ese mismo lugar, entre esas mismas cuatro paredes. Y el estado en el se encontraba no había cambiado: asustada y sin saber qué hacer. El muro de su corazón todavía seguía en pie, a pesar de que las grietas habían llegado a penetrar en los pilares que lo sostenían. Y si no se había caído aún era por lo que había visto esa tarde. Las lágrimas comenzaron a brotar cuando se dispuso a recordarlo.



    Vilma caminaba distraída por los pasillos del buque escuela con su revista en las manos. Se la sabía de memoria, pero en aquel condenado barco no había nada más que leer sobre su embarazo. Al pasar la página se encontró con algo que la hizo sonreír: a las diez semanas el feto tiene el tamaño de un kiwi. Aquel kiwi que Piti había guardado casi tres meses antes había terminado en una macedonia, y ella no quiso que él lo remplazara por otro. Al pasar por la puerta de uno de los camarotes creyó escuchar la risa de Piti. Se extrañó y frenó en seco. ¿Qué hacía Piti en ese camarote? Cuando abrió la puerta para averiguarlo, la revista se le resbaló de las manos.
    En efecto, Piti estaba en ese camarote, pero no estaba solo. En esos momentos se encontraba pegado a Estela, acorralándola contra una de las literas y besándola en la boca. Más que besándola. Le estaba metiendo la lengua hasta la campanilla.
    El sonido de la revista al caer había hecho que los dos separasen los labios y se girasen para ver quién había entrado en la habitación, pero a Vilma le había dado tiempo a ver perfectamente cómo él mordía ansioso los labios de Estela, como ella enroscaba una pierna alrededor de él y como las manos de Piti se habían colado debajo de la camiseta de la morena. Piti se separó bruscamente de ella, con cara de no haber roto un plato en su vida, y se acercó a Vilma intentando cogerla de la mano.
    Vilma... No es lo que parece...
    Ella dio un paso hacia atrás antes de que él le llegase a rozar la mano, como tantas veces había hecho en las últimas semanas.
    No me vuelvas a hablar en la vida. Nunca.



    Aunque en aquel momento no había derramado una sola lágrima, ahora, encerrada en ese baño, no había podido evitarlo. La revista que solía llevar a todas partes se había quedado en el suelo de ese camarote, y no quería recuperarla. No quería volver a leer nada sobre aquel kiwi en el que había creído una vez.
    Lo cierto es que nunca habían pronunciado la palabra “novios”, ni siquiera la palabra “relación”. ¿Pero lo eran, no? ¿Qué entendía entonces Piti? Los besos que habían compartido, las caricias, las noches que habían pasado juntos. Los “buenos días princesa”. Las tardes sentados en cubierta simplemente mirando al mar sin decir ni una palabra. Las visitas a la enfermería cogidos de la mano para ver a su hijo. Su hijo. El significado de ese “su” había cambiado por completo. Nunca más ese “su” sería de alguien más que de ella. Con esos besos compartidos con otra que no era ella Piti había llenado de cemento las grietas que había abierto esos meses. Porque cuando Vilma salió de aquel baño esa noche, el muro de su corazón volvía a estar en perfecto estado, más reforzado que nunca. Estaba decidida a que nadie podría volver a franquearlo, porque ahora era de acero macizo.

  6. El medallón

    jueves, 24 de febrero de 2011

    Tras el capítulo 6

    Esa mañana el camarote estaba ocupado por dos chicas únicamente, ya que Ainhoa había pasado la noche con Gamboa. El olor del esmalte de uñas de Estela llenaba la estancia, y la morena estaba en ese momento ocupada con las uñas de sus pies. Vilma se encontraba rebuscando entre las cosas que ocupaban su desordenada estantería: un par de libros, un joyero, la primera ecografía de su bebé... Sonriendo cogió la cajita situada al fondo. Se sentó en la cama con la espalda apoyada en la pared y la abrió.
    ¡Aquí estás! —exclamó. —Pensé que ya te había perdido.
    Su compañera, curiosa, desvió la mirada de las uñas de sus pies y la dirigió a su reciente amiga.
    ¿Qué guardas ahí?
    Es un medallón que me regalaron mis padres cuando cumplí dieciséis años. Tiene una fotografía de los dos, y quiero regalárselo al bebé cuando nazca. —La sombra que había cubierto su mirada al hablar de sus padres se esfumó con la sola mención de su futuro hijo. Parecía que poco a poco se iba ilusionando con la idea de ser madre.
    Es precioso. —Estela se entristeció por momentos, algo que no era nada usual en ella. —Yo ni siquiera tengo una foto de mi familia.
    Vilma la abrazó por los hombros y le dio un beso en la mejilla.
    Ahora todos somos una familia.
    Las chicas siguieron hablando, ajenas a que alguien las estaba observando desde la puerta entreabierta de su camarote.

    Palomares y Ramiro conversaban animadamente en el pasillo cuando vieron a Vilma encaminarse hacia ellos. La saludaron, y ella no sólo no les contestó sino que pasó de largo sin apenas dirigirles una mirada. Los chicos se miraron extrañados sin entender nada y se apresuraron a seguirla.
    Vilma entró precipitadamente en los vestuarios y se metió en las duchas sin preocuparse por desvestirse. Estela era la única que estaba allí, y se extrañó al ver a su amiga en ese estado.
    ¿Dónde está? —Cuando habló, la voz de Vilma no sonó precisamente amable.
    ¿El qué? ¡No sé de qué me hablas!
    Estela lo sabes muy bien. Eres la única persona a la que se lo he enseñado. ¡Dime dónde está!
    Al ver que la morena no contestaba, Vilma no dudó ni un momento y la cogió por el pelo. Todos los presentes estaban más que sorprendidos y Estela no paraba de gritar sin saber por qué su amiga la estaba tratando así.
    ¡Para, para!
    ¡Que me contestes!
    Palomares y Ramiro, que habían presenciado toda la escena, corrieron (sí, Ramiro también corría) a separarlas. El primero cogió a Vilma y no sin dificultad consiguió que soltara a Estela. Esta se abrazó a Ramiro llorando, quien la había cubierto con una toalla.
    Palomares agarró suavemente a Vilma de la cintura y la llevó al otro lado del vestuario. La chica tenía la respiración agitada y apretaba los puños con rabia. Él se colocó frente a ella y la cogió de las manos por miedo a que se estuviese haciendo daño a sí misma.
    Vilma, cariño. ¿Estás bien? ¿Qué pasa?
    ¡Estela me ha robado! —Dicho esto enfocó su mirada en las duchas observando a Estela.
    ¿Que te ha robado? ¿Pero cómo sabes que ha sido ella?
    Porque lo sé. Es a la única a la que le había enseñado el medallón, y ahora ha desaparecido.
    Espera. ¿Has dicho un medallón?
    Sí, un medallón de oro. Llevaba una foto de mis padres dentro.
    ¿Y tenía una cadena bastante larga?
    ¿Cómo lo sabes?
    La cara de Palomares se puso seria, y pareciese que toda la rabia acumulada por Vilma segundos antes se hubiese transmitido a él a través de sus manos entrelazadas.
    Espérame aquí.
    El chico se dio la vuelta y con pasos bruscos se acercó a Ramiro, que todavía consolaba a una Estela con el pelo enmarañado. Cuando separó los labios escupió unas palabras que no salían de su boca con demasiada frecuencia.
    Eres un hijo de puta. —Tras eso le propinó un fuerte puñetazo en el ojo izquierdo.
    Se dio la vuelta, tomó a Vilma de la mano de nuevo y los dos salieron de los vestuarios sin decir una palabra. La chica sentía la necesidad de preguntar qué había pasado, pero por alguna extraña razón no lo hizo. Nunca había visto a Palomares actuar de esa forma, y pudo notar que se le marcaban las venas del brazo con el que no la tenía agarrada. Estaba enfadado de verdad.
    El cura llevó a Vilma hasta el camarote de los chicos y cerró la puerta. La sentó en su cama y se acercó al armario, y tras rebuscar en un cajón volvió donde estaba ella y depositó el medallón en sus manos. Vilma lo miró con ojos interrogantes mientras él se sentaba a su lado.
    Esta mañana he visto a Ramiro guardarlo. Me dijo que era una baratija que había heredado de su abuelo y que no valía mucho. No sé por qué te lo ha quitado. —Mientras hablaba, Palomares jugueteaba con la cruz que colgaba de su cuello.
    No lo entiendo. —Vilma lo miró a los ojos. —¿Por qué querría Ramiro robarme mi medallón?
    No puedo asegurarte nada, Vilma. —El tono de voz que utilizó preocupó a la chica. —Esta mañana he visto a Ramiro hablando con Gamboa, y no me fío. Prométeme que andarás con cuidado.
    Te lo prometo. —Vilma no sabía muy bien por qué, si era por el mal rato que acababa de pasar o por esas hormonas de embarazada que la pillaban desprevenida, pero la ternura que sintió al ver a Palomares tan preocupado por ella la impulsó a darle un beso en la mejilla.
    Los dos desviaron la mirada y enrojecieron al instante. Era el primer beso que compartían, aunque hubiese sido en la mejilla. A pesar de los besos que había compartido con Piti, Vilma se sintió más vulnerable que nunca tras este, porque no sólo había roto su escudo para besarlo sino que después había bajado la mirada y se había sonrojado. Demasiado expuesta al mundo. Para intentar calmarse abrió el medallón y contempló la fotografía de sus padres.
    Es muy bonito. —Le sorprendió lo cerca que había sonado la voz de Palomares, que se había inclinado sobre ella para ver mejor el objeto. —¿Los echas mucho de menos?
    Vilma no pudo contestar. Se le formó un nudo en la garganta y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Con un sollozo, cerró el medallón y lo apretó contra la palma de su mano. Palomares la rodeó con sus brazos y ella no pudo reprimirlo ni un segundo más. Rompió a llorar contra su pecho, descargando todas las lágrimas que no había llorado desde que fue consciente de que sus padres habían muerto.
    Yo también los echo mucho de menos.
    Y así, abrazados, dejaron salir todo lo que sentían. La rabia, el dolor, el miedo de sentirse solos en el mundo y se haber perdido lo que más querían. Pero a pesar de ello con el consuelo de que estaban vivos y la sangre todavía fluía por sus venas. Con el consuelo de saberse protegidos el uno por el otro.
    Y así, abrazados, los encontró Ulises más tarde. Dormidos y olvidando las pesadillas por una vez desde que habían embarcado en el Estrella Polar.

  7. El valor de un nombre

    miércoles, 23 de febrero de 2011

    Vilma se removía inquieta en la camilla, estaba nerviosa, pero más que nerviosa, ansiosa; era la primera vez que estaba tumbada en esa camilla y no era por enfermedad, sentía ganas de ponerse a saltar, pero no era lo más recomendable con 31 semanas de embarazo; así que se limitaba a lo que ella creía era estar tranquila y calmada esperando por Julia para su ecografía, pero descubrió que estaba equivocada:
    --- Nena, como sigas moviéndote vas a conseguir caerte y además estás poniendo la sábana perdida---comento Palomares divertido. Vilma se fijó en que había subido los pies a la camilla y que su golpeteo con el pie había conseguido mancharla y sacarla de su sitio, por no hablar de que estaba cogida a su mano con una fuerza innecesaria.
    --- Perdón--- dijo con una sonrisa como la de los niños cuando acababan de romper un jarrón, bajó los pies pero no solto su mano--- Es que estoy demasiado nerviosa, nos van a decir si es niño o niña, ¡ya vamos a saber qué es!
    --- ¿Estás segura de querer saberlo?
    --- Sí, sí, quiero saberlo.
    --- Vale--- contestó él dándole un beso en la mano que descansaba entre las suyas y sonriendole.

    A Vilma no le extrañaba que le preguntase, había cambiado de idea como unas 7 veces en 3 semanas y cada vez había defendido su decisión con total seguridad, llegándo a gritarle cuando él le había llevado la contratia sin saber de su cambio de decisión, pero que narices, ¡eran las hormonas no era su culpa! Y ahora lo había decidido, tranquila y en sus cabales quería saber si su hijo era un niño o una niña, tenía una gran lista de nombres que tenía que reducir como fuese y centrarse, porque además para niña lo tenía claro, la noche anterior lo había decidido, pero los de niño...más les valía ir pensando un nombre y rápido.
    Así que siguió con sus cábalas, un nombre era importante, era algo que te acompañaba toda tu vida; miró a Andrés que aunque intentaba mantenerla tranquila estaba tan emocionado como ella, le acariciaba la mano y sonreía, pero también estaba golpeando el suelo con los pies y cuando no estaba mirándola a ella estaba girado intentando ver si Julia se acercaba por el pasillo. No pudo evitar sonreír ante la escena y dar gracias por la suerte que había tenido de encontrarlo, y de que él la eligiese a ella por encima de todo; pensaba que nunca sería feliz y ahora allí estaban a punto de empezar una familia, Andrés, ella, y su pequeño anónimo o su pequeña...y de pronto cayó en la cuenta, ¡no le había comentado lo del nombre de la niña! Se le había ocurrido por algo que él había dicho justo antes de quedarse dormido y justo después de su epifanía se había dormido ella también, y a la hora del desayuno estaba demasiado ocupada para acordarse, ¿como podía tener tan poca cabeza? Porque si a él no le gustaba tendrían que pensar otra vez, aunque siempre podía usar la baza de la embarazada y darle pena...

    --- Andrés...
    --- Dime--- estaba mirando por la ventana de la enfermería pero al escuchar como lo llamaba giró la cabeza de golpe--- ¿estás bien? ¿Prefieres sentarte mientras esperamos?
    --- No, no, estoy bien--- sonrío al ver que al comprobar que estaba bien se relajaba para escucharla y llevaba su otra mano a su barriga--- Es que estuve pensando...
    --- Qué peligro...
    --- Oye --- le increpó dándole un golpe--- Pues nada, ahora te quedas sin saberlo---dijo eso y con la misma giró la cabeza ofendida disfrutando de antemano de lo que venía.
    --- Perdona--- el susurro de él en su oído hizo que se estremeciese --- Dime, soy todo oídos--- a la vez que hablaba iba dejando besos en su cuello--- Vilma venga, no vuelvo a meterme contigo.
    --- Bueno, vale--- volvió a girar deseosa de contarle su idea--- pero solo porque sabes aprovecharte de mis hormonas para que te perdone, pero nada de volver a putear a la embaraza.
    --- Lo prometo--- dijo dándole un leve beso--- ahora dime.
    --- Primero de todo, volviendo al tema de los padrinos --- había salido el tema hace un par de días pero aun no lo tenían todo decidido, de hecho si ella había pensado en los padrinos era por demostrarle a Piti que agradecía todo lo que había hecho por ella--- como padrino Piti, es lo menos que se merece.
    --- Por supuesto, además así nos aseguramos de que aparte de quererlo va a conseguir que aprenda a hacer el ganso antes que caminar. Vilma se echó a reir y siguió hablando.--- Pero la madrina...¿Ainhoa o Julia? La verdad es que no tengo ni puñetera idea de a quien poner...¿Alguna idea que incline la balanza?
    --- Primero una y luego la otra...--- comentó Palomares guiñándole el ojo.
    --- Vale graciosillo, pero para ahora--- le contestó negando con la cabeza.
    --- Quien tu quieras, cualquiera de las dos, aun tenemos tiempo para pensarlo, ¿Qué es lo segundo que estabas pensando?

    --- Bueno...sabes que si era niña había comentado que quería ponerle el nombre de mi madre--- le comentó mientras jugaba con sus dedos,él asintió ante lo que le decía--- pero pensándolo bien el nombre de mi madre no es una opción, así que he tenido una idea, ¿qué te parece...?
    --- Espera, espera, perdon por interrumpir--- añadio al ver su cara de enfado al vese inturrumpida en semejante momento--- ¿Por qué no el nombre de tu madre? ¿No te gusta?
    --- Andrés...mi madre se llamaba Paloma--- le contestó mirándolo como si eso lo explicase todo.
    --- Bueno, no es feo, si es niña podemos llamarla así, a mi me parece bien.
    --- ¡A mi no! ¿Quieres que le creemos un trauma desde el momento en el que venga al mundo? La llamamos así y a los 8 años se presenta delante de Ulises y pide la emancipación.
    --- ¿Por llamarla Paloma? Si a ti te hace ilusión llamarla como tu madre, es bonito---definitivamente él no veía el problema.
    --- No podemos llamarla Paloma, piensa.--- "Los hombres son realmente obtusos cuando quieren, hasta el mio que es bastante inteligente...llamarla Paloma..."
    --- Mmm...sigue sin saber porqué no le podemos poner Paloma--- sabía que se estaba perdiendo algo, y que estaba a punto de caerle una buena bronca, pero realmente no sabía como había razonado Vilma.
    --- Buah chaval que cortos sois para estas cosas. Que sepas que le contaré lo que querías hacerle cuando sea mayor, ¿¡como vamos a llamarla Paloma Palomares?! No nos habla en la vida, y con razón.
    Palomares se quedó blanco al escuchar eso último y repitió con un hilo de voz:
    ---¿Paloma Palomares?--- Y al ver su reacción Vilma supo lo que había pasado, no quería ponerle su apellido al bebé, por eso no le había dado importancia a llamarla Paloma, porque en su cabeza iba a ser Paloma Llorente, no Paloma Palomares.

    Vilma sintió como algo dentro de ella empezaba a romperse, y las lágrimas amenazaban con salir en cualquier momento, no podía venirse abajo delante de él, no se lo iba a permitir, no iba a llorar por él si esa era la realidad de las cosas...pero le estaba costando no hacerlo, era todo culpa de las hormonas, silenciosamente le pidió al bebé que no le hiciese eso, necesitaba salir de aquella situación con la cabeza alta.
    Era estúpida, se lo había creído todo, todas las veces que le había dicho que la quería, que sería el padre de su hijo, pero claro una cosa era jugar a ser el padre y otra serlo de verdad, con todas las de la ley, dándole su apellido y haciéndose responsable pasase lo que pasase. Hablaba con tanto cariño de su hijo que ella hasta ese mismo momento estaba convencida de que ese "su" los comprendía a los dos, hasta ese mismo instánte ella habría puesto la mano en el fuego por él, porque quería a su hijo como suyo, porque no le importaba que no fuese su hijo de sangre, todo lo que él hacía y decía la había hecho pensar aquello, pero claramente estaba equivocada. Y dolía, dolía de una manera insoportable, se había soltado de su mano y se agarraba a la camilla con fuerza, por primera vez desde que les habían dicho que se había acabado el mundo se sentía completamente pérdida y sola; y estúpida, tremendamente estúpida, desde el primer momento él había estado allí para ella, su presencia se había vuelto algo imprescindible para seguir adelante, y ya no solo su presencia, sus palabras, sus caricias, sus besos, su manera de hacerla reír...mil y un detalles que habían hecho que se enamorase de él, que habían hecho que lo viese como el verdadero padre de su hijo, que la habían hecho ver que el amor existía y hasta hace unos segundos pensaba que el sentía lo mismo por ella. No es que no pudiese hacerlo sola, pero es que quería hacerlo con él.Había dejado la Iglesia por ella, le había jurado que ella y el bebé eran lo más importante para él, que la amaba por encima de todo, que su vida solo tenía sentido si la vivían juntos y ahora...era todo mentira, no tenía tiempo de seguir pensándolo, iba a echarse a llorar en cualquier momento y no quería que él la viese así...él que tantas veces la había consolado y a quien ahora no podía mirar sin sentirse absurda...no pasaba nada, ella y su bebé eran más que suficientes, podía hacerlo...

    --- Vilma ¿estás bien?--- viendo que había palidecido y la fuerza con la que se aferraba a la camilla Palomares salió de su trance y preocupado intentó cogerla de la mano--- ¿voy a buscar a Julia?---ya se había puesto de pie cuando ella habló.
    --- Estoy bien, no te preocupes--- el tono de su voz era frío y cortante y su novio no entendía a que se debía y tampoco porque no dejaba que la tocase--- en cuanto a lo del apellido--- Antes de que pudiese seguir hablando Palomares se inclinó y la calló con un beso casi famélico al que se rindió aunque había intentado evitarlo, las manos de él estaban en su cuello y en su pelo cogiendola con fuerza y Vilma se sujetaba a su espalda para acercarlo más, los minutos pasarón y el beso se hizo más dulce y tranquilo, hasta que el se apartó y apoyó su frente en la de ella.
    --- Te quiero. Gracias.
    --- ¿Gracias por qué? No te entiendo, primero te asustas, luego casi me extirpas las amigdalas y ahora me das las gracias y me dices que me quieres...--- Definitivamente no entendía nada, acababa de partirle el corazón y ahora le comía la boca desesperado, porque no había otra manera de decirlo, ¿que coño estaba pasando allí?
    --- Gracias por ponerle mi apellido, por demostrarme una vez más que realmente para ti soy su padre, que te quiero creo que no tengo que explicártelo--- lo miró a los ojos por primera vez desde que le había dicho cual era el problema con el nombre y vio que los tenía llenos de lágrimas; a lo mejor si que era estúpida, pero porque lo había entendido todo al revés.

    --- ¿Pensabas que no iba a llevar tu apellido? ¿Que yo no quería que lo llevase? Andrés eres su padre, desde hace tiempo es lo que siento y lo sabes y cualquiera que me pregunte es la respuesta que va a tener. A no ser que tú no quieras claro, si tú no quieres podemos no ponerle tu apellido.
    --- ¡Como no voy a querer! Claro que sí, sabes que me siento su padre, no es que lo sienta, lo soy, y nunca podré agradecerte suficiente el que me hayas dejado serlo, es solo que pensé que a lo mejor querías ponerle el apellido de tu familia.
    --- Tú eres mi familia ahora, tú y nuestro hijo, y los niños llevan los apellidos de sus padres.--- Con esa frase consiguió que el volviera a besarla--- A no ser que tú no quieras--- añadió cuando se separaon.
    --- ¿Cuántas veces vamos a tener está conversación? A no ser que hayas cambiado de idea, en lo que a mi concierne yo soy el padre de ese niño y que nadie se atreva a dudarlo.
    --- ¿Sabes él susto que me acabas de dar? Pense que no lo querías, que me querías...--- las lágrimas estaban amenazando con volver a salir, definitivamente odiaba a sus hormonas.
    --- No tienes remedio, ¿voy a tener que repetirtelo todas las noches para que se te meta en esa cabeza? Sois mi vida, estoy enamorado de ti, es mi hijo y tu acabarás por ser mi mujer y nada va a hacer que eso cambie--- se lo dijo despacio, mirándola a los ojos y enfatizando cada palabra, y una vez más acabo besándola. Cuando se separaron Vilma sonrió y él retomó la conversación donde la habían dejado:
    --- Y ahora que todos tenemos claro que Paloma Palomares no es una opción, ¿que tienes pensado?
    --- Es verdad--- dijo emocionada--- ¿preparado? Esperanza.
    --- Esperanza...Esperanza Palomares Llorente, es precioso, ¿té que crees?---le preguntó a la barriga.
    --- Cree que su madre es un genio--- Palomares se echo a reír y justo en ese momento Julia abrió la puerta de la enfermería:
    --- Perdón por la tardanza, ¿preparados para saber si es niño o niña?--- preguntó mientras empezaba a preparar el ecógrafo.
    --- Sí---contestó Vilma emocionada --- de hecho para niña ya tenemos nombre pensado.
    --- Anda ¿y cuál es?
    --- Esperanza---esta vez habló Palomares.
    --- Un nombre precioso, y muy idonéo...Esperanza Palomares...sí, es bonito.
    --- ¿Ves?---comentó Vilma en voz baja, dandolé un golpe y volviendo a coger su mano-- hasta Julia sabía que iba a ser Palomares.
    --- Calla y mira la pantalla--- le respondió él riendo.
    --- Bonito pero inservible--- comentó Julia--- Chicos, es un niño, así que ya estais pensando más nombres.
    Vilma se llevó la mano al estómago sin importarle mancharse con el gel y se quedó boquiabierta mirando la pantalla.
    --- Mi niño, nuestro niño--- fue lo único que fue capaz de decir. Julia los miró emocionada ella también, Vilma seguía mirando la pantalla pero sin soltar su agarré en Palomares que se inclinó para darle un beso en la frente y susurrarle algo que Julia no llegó a oír:
    --- Nuestra familia.