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  1. El día que mami cumplía 24 años

    lunes, 19 de septiembre de 2011


    Para Ana, porque siempre consigue sacarnos una sonrisa, porque nos cuida, porque es la mejor mami que podríamos tener las Vilmares y porque ante todo es una persona estupenda. ¡Te mereces todo y más!

    POV Paula

    Hoy es un día muy especial para nosotros porque es el cumpleaños de nuestra mami y tiene que ser un día especial para ella. Con “nosotros” me refiero a mí, que me llamo Paula, y a mi hermano David. Los dos somos mellizos y nos llevamos genial. Mami siempre nos cuenta que cuando se subió al barco no esperaba tener un hijo, y al final fuimos dos. ¡Aunque yo llegué antes! Gané a mi hermano por seis minutos y medio, algo de lo que estoy muy muy orgullosa. Resulta que al ser dos mami se cansa mucho porque tener dos hijos significa doble trabajo, y más siendo tan pequeños como nosotros, y la abuelita Salomé nos dijo que el día de su cumple teníamos que portarnos muy bien y dejarla descansar, así que los titos decidieron que por un día se iban a hacer cargo de nosotros y que mami no tuviese que hacer ninguna tarea. Nuestros titos se llaman Piti y Andrés, aunque mi favorito siempre ha sido el tito Piti y me paso el día con él. Él siempre dice que sabía desde el principio que mami iba a tener una niña, aunque el tito Andrés le recuerda que hubiese acertado de cualquier forma porque mami tuvo un niño y una niña... El tito Andrés está siempre con David, los dos se llevan muy bien, Ainhoa dice que es porque el tito Andrés en el fondo quería que el bebé fuese niño. Bueno, que me lío. ¿Qué os estaba contando? Ah, sí, lo del cumple de mami.
    Esta mañana los titos han venido a despertarnos a la habitación muy pronto. No puedo deciros la hora porque todavía no entiendo el reloj, pero era muy muy temprano porque el sol estaba más bajo que el resto de días. El tito Piti ha venido a despertarme a mí mientras el tito Andrés despertaba a David como todas las mañanas.
    ¿Qué tal está esta mañana mi princesita? —Lo dijo un poco alto, y el tito Andrés lo mandó callar desde el otro lado mientras mami se movía en la cama. Todos nos quedamos muy quietos hasta que ella se dejó de mover y nos aseguramos de que seguía dormida.
    Venga, vámonos antes de que se despierte. —dijo el tito Andrés.
    El tito Piti me cogió en brazos, al igual que hizo mi otro tito con David, y los cuatro salimos de la habitación hacia la cocina. Al llegar allí estaba la abuela Salomé, que como todos los días nos cogió a cada uno con un brazo y nos dio un beso en la mejilla.
    ¿Cómo están hoy mis pequeños rubios?
    ¡Muy bien, yaya!—contestamos a la vez. Bueno, vale, en realidad no había sonado así, sobre todo lo que yo había dicho, que se parecía más a un “da da daaaaaaaa”, pero la intención es lo que cuenta. David había empezado a decir algunas palabras de los mayores, pero yo todavía no lo había conseguido. No es mi culpa, ¿eh? Son ellos, que no me entienden. A veces David y yo hablábamos (balbuceábamos, según mami) al mismo tiempo, el tito Piti dice que es porque estamos sincronizados. ¿Vosotros sabéis qué es estar sincronizados?
    El tito Piti me cogió de los brazos de la abuela Salo y me sentó en mi trona.
    Están con prisa, Salomé, con prisa. Venga Paulita, vamos a hacerle el desayuno a mami, ¿eh? Tú y tu tío Piti, Pi-ti. —Siempre me repetía su nombre varias veces porque estaba empeñado en que mi primera palabra terminaría siendo esa.
    El tito Andrés sentó a David enfrente de mí.
    El desayuno que vamos a hacer David y yo le va a encantar, ¿a que sí pequeñín?
    La abuela se puso delante de la mesa con los brazos cruzados mirando primero a uno de los titos y luego al otro.
    ¿Vais a hacerle un desayuno cada uno? ¿Por qué no dejáis ya el juego que os traéis?
    Los titos se miraron muy serios. La abuela siempre decía que los dos estaban en una pelea estúpida por conquistar a mami, aunque yo no entiendo muy bien lo que significa la palabra “conquistar”. Se lo pregunté a mi hermano y él tampoco sabía, pero suponemos que la yaya se refiere a que los titos están siempre cuidando de mamá y de nosotros, le hacen regalos, le dicen cosas bonitas... Como si fuese una princesa como las de los cuentos que me lee el tito Piti antes de dormir. Pero ella no les hace mucho caso a ninguno de los dos, la verdad.
    Sin hacerle caso a Salo, los titos empezaron a sacar vasos y platos de los armarios y a colocarlos en la mesa delante de nosotros. Entonces volvieron a mirarse, y los dos salieron corriendo hacia la despensa.
    ¡La leche es mía!
    Al llegar a la puerta intentaron pasar antes que el otro, pero los dos se quedaron atascados en el hueco de la puerta y David y yo nos empezamos a reír a carcajadas con la situación. Cuando uno intentaba avanzar, el otro intentaba lo mismo y se atascaban más. Luego intentaban retroceder y volvían a atascarse. La yaya se acercó, los cogió a cada uno de una oreja y los apartó de la puerta.
    ¡Quietos paraos! ¡Que sois peores que los niños!
    Los titos se quejaron tocándose la oreja y la abuela entró en la despensa y salió con un cartón de leche en la mano. Se acercó a la mesa y llenó los dos vasos que había de leche.
    ¿Y por los niños no os preocupáis o qué? Los habéis despertado antes de tiempo y ahora tendrán hambre. Vilma tiene que darles la leche.
    Se miraron con cara de culpabilidad, la misma que ponían cuando Salo les pillaba robando algo de comida.
    No podemos despertar a Vilma todavía, ¡queremos darle una sorpresa! —dijo el tito Andrés. —Tomad, para que aguantéis hasta que mamá os dé el desayuno.
    Cogió una galleta, la partió en dos y nos dio una mitad a cada uno; los dos nos la llevamos a la boca rápidamente, chupeteándola antes de que la yaya quisiese quitárnoslas. No todos los días nos daban una galleta, ¡había que aprovechar! Salo bufó y se dio la vuelta para seguir cocinando la tarta que le estaba haciendo a mami.
    Hoy, como es su cumple, le vamos a dar a mamá tres galletas. —le dijo el tito Andrés a David. El tito Piti lo miró con la ceja levantada y señaló el frutero que había en la mesa.
    Pues nosotros le vamos a dar una fruta, que eso es mucho más sano que una galleta. Coge ese kiwi, princesita, que te lo dice tu tito Piti. Pi-ti. ¡Es muy fácil!
    Cogí el kiwi pero se me resbaló, y al final el tito lo recogió de la mesa y lo puso al lado del vaso de leche de mamá, y David hizo lo mismo con las galletas que le había dado el tito Andrés. Cuando terminamos de comernos la galleta los cuatro salimos de la cocina con los desayunos y volvimos a la habitación.

    POV David

    Mi hermanita Paula y yo estábamos preparando el cumple de mami con nuestros titos, y salimos de la cocina con el desayuno que habíamos cogido hacia la habitación de mami. Los dos íbamos en brazos de nuestros titos, porque apenas sabíamos andar. Al llegar a la puerta el tito Andrés nos habló a nosotros.
    Ahora cuando entremos y os avise tenemos que gritar todos a la vez “¡Felicidades!”, ¿vale?
    Los dos asentimos con fuerza. Me gusta mucho el tito Andrés, siempre está conmigo y jugamos a muchas cosas, me lee cuentos, me regala a veces su galleta del desayuno a escondidas de mami... Paula dice que el tito Piti es mejor, pero a mí me gusta más el tito Andrés. Así no nos peleamos entre nosotros. El tito Piti abrió la puerta de la habitación y entramos sigilosamente. Dejamos los desayunos en la mesa y nos colocamos enfrente de la cama, y entonces el tito Andrés susurró “¡Ya!”.
    ¡Felicidades! —Mami se incorporó de golpe de la cama y cuando nos vio se empezó a reír.
    ¡Venid aquí, mis chicos! —Los dos nos dejaron encima de la cama de mami y nos lanzamos a sus brazos. Entonces ellos hicieron amago de subirse a la cama también pero mami no los dejó. —Me refería a mis hijos, ¡no a vosotros! —les dijo, y les sacó la lengua.
    El tito Piti cogió su vaso de leche y el kiwi que había llevado y se lo dio a mami, y el tito Andrés hizo lo mismo con nuestro desayuno. Mami los miró alternativamente levantando una ceja antes de hablar.
    ¿Me habéis hecho un desayuno cada uno?
    ¡Síi! —Le contesté yo.
    Mami sonrió y me dio un beso en la cabeza. Después le dio otro a Paula y compartió otra de sus galletas con nosotros, mientras nuestros titos se sentaban encima de la mesa que había al otro lado del camarote. Mami les ofreció un poco pero ellos no lo quisieron aceptar, dijeron que era su día especial y que todo era para nosotros tres. Al final mamá los echó de la habitación porque tenía que darnos la leche y quería que estuviésemos tranquilos.
    Cuando mamá terminó los titos vinieron a recogernos para que ella pudiese darse una ducha y vestirse, y nos dijeron que íbamos a estar con ellos toda la mañana para que ella pudiese descansar, así que nos despedimos de mami y salimos del camarote. Paula y el tito Piti se fueron a cubierta, pero el tito Andrés me llevó a su camarote y me sentó en el centro de su cama, donde solía pasar bastante tiempo cuando estaba con él. Cogió todos los cojines y almohadas que había en la habitación y los colocó a mi alrededor, y luego cogió una especie de barreras que habían hecho e´l y el yayo Julián con listones de madera y las puso alrededor de la cama. Por último, sacó otros cojines que tenía guardados en el armario y los puso por el suelo alrededor de la cama, para, como decía él, asegurarse de que “si ocurre la remota posibilidad de que estando conmigo el niño se caiga, por lo menos que caiga en blando”. Casi podía imaginarme a mami rodando los ojos y murmurando la palabra “sobreprotector”, porque era imposible que me cayese estando casi sepultado entre almohadas y encarcelado tras las barreras.
    ¿Quieres hacerle un regalo a mami por su cumple para que se ponga contenta? —Yo asentí con fuerza y el tito se rió mucho ante mi efusividad. —Pues venga, que yo te ayudo.
    Se levantó y se acercó al escritorio para coger un cuaderno, un estuche y unos botes de pintura que le había cogido prestados a Valeria. Valeria es la otra niña del barco, aunque es mucho más mayor que nosotros. Tiene el pelo rubio como yo y es muy muy guapa, y aunque ya es mayor muchas veces viene a jugar conmigo y me trata muy bien. Un día el tito Piti dijo que terminaríamos casados. ¿Casados? ¡Ugh! Yo no quiero casarme, cuando los mayores se casan se dan muchos besos en la boca y eso es asqueroso, incluso con una niña tan guapa como Valeria. Bueno, a lo que iba. El tito Andrés me iba a ayudar a hacerle un regalo a mami.
    Vamos a hacerle una pajarita de papel a Vilma, ¿vale? Yo te la hago que tú puedes cortarte con el papel, y luego escribimos felicidades y tú la pintas.
    Mami tiene un montón de pajaritas guardadas en una caja, que yo se las he visto, y a veces la abre y las mira con una sonrisa. Yo las he visto a veces debajo de la almohada, pero nunca he sabido quién las hacía. ¡A lo mejor ha sido el tito Andrés! Se lo preguntaría, pero los mayores apenas me entienden cuando hablo. Serán tontos.
    Mira, ya está. Voy a escribir la felicitación y ahora la decoras. —El tito me dio la pajarita con unas letras escritas que yo no entendía y abrió los botes de pintura, y entonces yo metí la mano en el de color amarillo y la estampé sobre el papel... y sobre dos de las almohadas que me rodeaban.
    ¡¡David!! ¡Lo has puesto todo perdido!
    Eso te pasa por darle un bote de pintura a un niño tan pequeño mientras está encima de la cama, genio. —Estela entró riendo por la puerta y se acercó a la cama. —¡Buenos días campeón! Dale un besito a la tía Estela. —Ella me acercó su mejilla a la boca pero yo todavía no conocía muy bien la técnica del beso, así que decidí estamparle la mano en la cara. —¡David! ¡Me has pringado entera!
    Eso te pasa por acercarte a un niño tan pequeño con las manos llenas de pintura, genia. —dijo el tito Andrés riéndose a carcajadas. Yo también me empecé a reír mientras veía a Estela frotarse la cara con la mano. —Vamos enano, que tengo que lavarte antes de que tu madre vea esto.
    Me cogió en brazos y se dirigió hacia la puerta, volviendo la cabeza atrás al escuchar a Estela.
    ¿Sabes dónde está Vilma? Quería felicitarla pero no la encuentro, la estaba buscando.
    Creo que se estaba duchando, aunque no sé si ya habrá terminado.
    ¡Gracias! Creo que ahora yo también necesito una ducha gracias a este pequeño demonio...
    Cuando salimos y la puerta ya estaba cerrada, el tito levantó la mano con una sonrisa en los labios.
    Un punto para ti por haber manchado a Estela. ¡Choca esos cinco, renacuajo! —Yo le hice caso con toda la fuerza que tenía... y terminé manchando también su mano. Él se quedó callado mirándola unos segundos y luego empezó a reír. —Vale, esto no se lo digas a nadie, que ya estoy escuchando sus risas...

    POV Paula

    Después de desayunar el tito Piti me llevó a cubierta para pasar la mañana juntos porque hacía muy buen día. Había traído un balón de fútbol de su camarote, y cuando llegamos arriba me sentó en una sillita que había construido el yayo Julián para mi hermano y para mí y se colocó delante de mí muy serio.
    A ver enana, escucha atentamente a tu tío Piti, recuerda, Pi-ti, porque esto es muy importante. Hay tres cosas que siempre debes recordar acerca del fútbol. —Levantó el puño y comenzó a levantar los dedos uno a uno. —Uno: nunca te dejes intimidar por los demás jugadores, demuéstrales que tú eres mejor que ellos. Dos: la culpa siempre es del árbitro. Y tres, la más importante: siempre, pase lo que pase, tienes que ser del Atleti, ¿me has entendido? Si te haces del Madrid te dejo de hablar.
    Yo no tenía ni idea de lo que era el Atleti, el Madrid, el árbitro... Ni siquiera sabía muy bien lo que era el fútbol, pero como dijo todo de esa forma tan seria no dudé en asentir al instante.
    Vale, pues ahora vamos a ver cómo se juega. Esto es el balón, y esto de aquí es la portería —dijo señalando el espacio que quedaba entre dos cubos que había colocado al otro lado de la cubierta. —El juego consiste en darle patadas al balón para que entre en la portería, así.
    El tito le dio una fuerte patada al balón y lo coló en la portería, pero rebotó contra la barandilla y golpeó la cabeza de la persona que tuvo la mala suerte de pasar por ahí en ese momento.
    ¡¡Pedro Gironés!! ¡Como sigas haciendo el cafre te juro que convenzo a mi padre para que te tire por la borda! —Ainhoa venía frotándose la cabeza muy enfadada y levantando la voz. —¡Me tienes hasta las narices! —En ese momento se fijó en mí y su expresión y el tono de su voz cambiaron completamente. —¡Hola cariño!
    Después de darme un beso en la cabeza y hacerme unas cuantas carantoñas se volvió a girar hacia el tito Piti y puso los brazos en jarras, con una expresión incrédula.
    ¿Estás intentando enseñar a la niña a jugar al fútbol? ¡Por Dios, si es un bebé! No puede ni tenerse en pie ella solita.
    A su edad Maradona ya dormía con un balón de fútbol, Nhoa. Hay que empezar a prepararla para que sea la mejor.
    Teniendo en cuenta que somos los únicos supervivientes del planeta no creo que sea muy difícil que termine siendo la mejor...
    El tito Piti cerró los ojos negando con la cabeza.
    Mujeres... Nunca entenderán la competitividad de un deporte.
    Un fuerte ¡PLAF! sonó cuando Ainhoa le dio una colleja y me empecé a reír a carcajadas mientras él me miraba con cara seria.
    Te hace gracia, ¿eh peque? Pues ahora verás.
    Me levantó de la silla donde me había sentado antes y comenzó a hacerme cosquillas por los costados haciendo que yo no pudiese parar de reír. La tita Nhoa se unió a él. Tras unos minutos por fin me bajó al suelo pero sin soltarme de la mano,y me agarré a sus piernas mientras él y Ainhoa seguían riéndose y comentando lo que había pasado. El balón, tras golpear a Ainhoa, había rodado hasta donde yo me encontraba ahora y estaba junto a él. Lo miré, después miré los cubos con los que el tito Piti había hecho la “pataría” o como se llamase eso y decidí probar. Con todas mis fuerzas y agarrándome bien a las piernas del tito para no caerme golpeé el balón con el pie... que se movió lentamente hacia el otro lado colándose entre los dos cubos.
    ¿Has visto eso Ainhoa? ¡Te lo dije! Esta niña va a ser el nuevo Kun Agüero pero en chica. —Me levantó en volandas y empezó a darme besos por toda la cara. —¡Si es que eres la chica favorita de Pi-ti! Pero no se lo digas a tu madre que luego se me pone celosa.
    La tita Ainhoa puso los ojos en blanco, y entonces apareció en cubierta el tito Andrés con David en uno de sus brazos, se acercó a ellos y cogió a David.
    ¡Hola guapo! ¿Qué es esto que traes aquí? Ohh, ¿es para tu mamá?
    Es un regalo que le ha hecho David y le va a dar esta noche, ¿a que sí cariño? —dijo el tito Andrés dándole con el dedo en la nariz a mi hermano. Entonces el tito Piti se acercó conmigo en brazos.
    ¿¿Un regalo?? ¡Eso es jugar sucio Padre! Vamos Paulita, otro día te enseño lo que es el fuera de juego. Ahora tenemos que hacerle un regalo mucho mejor a mamá.
    ¡Ni lo sueñes Piti! —contestó el tito Andrés.
    En serio, ¿no vais a dejar este estúpido juego en la vida? Dejad que sea ella la que decida si quiere estar con alguno de vosotros... Desde luego, yo ahora mismo os mandaría a paseo a los dos.
    Los dos se giraron hacia Ainhoa con cara de pocos amigos, y el tito Andrés cogió a David de sus brazos.
    Tú no te metas, Nhoa. Piti, vuestro regalo tendrá que esperar, ahora hay que llevarle a los niños a Vilma que tienen que comer.
    Vaaale. Pero después de la siesta Paulita le va a hacer el regalo más bonito a su mamá.
    Los cuatro abandonamos la cubierta mientras Ainhoa se quedaba allí cruzada de brazos y negando con la cabeza.

    POV David

    Cuando me desperté de la siesta el tito Andrés me vino a buscar a mi habitación. Paulita ya se había ido con el tito Piti y yo estaba solo con mami, que también se había despertado y me había sentado en su regazo a hacerme carantoñas.
    Bueno, ¿qué tal ha dormido mi pequeñín? —Dijo el tito al entrar en el camarote.
    Ha dormido del tirón, ¿verdad David? —Mami frotó su nariz contra mi cuello, haciéndome cosquillas.
    Entonces el tito se acercó a la cama y me cogió en brazos, me alzó a la altura de su cabeza y me hizo planear por la habitación. ¡Yo era un avión, y estaba volando! Sentía cómo bajaba y subía de vez en cuando, y podía escuchar el sonido de los motores del avión a mis espaldas, que salía de la boca de mi tito. El tito Andrés solía hacerme el avión casi todos los días porque sabía que me encantaba, siempre terminaba riéndome con fuerza, al igual que mami. Al final me apoyó contra su pecho y me sujetó con un brazo, dándome un beso en la cabeza.
    Venga, vamos a despedirnos de mami que hoy es su día libre. —El tito me llevó hasta la cama y me acercó a mami, y después de que me diese un beso agarré su mano con mi puño.
    Mami. —Estoy muy orgulloso de poder decir algunas palabras como los mayores, ¡mi hermana todavía no puede! Y sé que mamá y el tito también están muy orgullosos de mí.
    Íbamos a salir del camarote cuando el tito Andrés se frenó en seco y se dio la vuelta mirando a mami con una cara no muy risueña.
    Necesita que le cambiemos el pañal.
    Pues ya son dos —dijo el tito Piti entrando por la puerta. Tenía a Paula en brazos pero la apartaba todo lo posible de su cuerpo. —¡Estos niños cagan como locos!
    Mami nos miró a los cuatro y entonces señaló la mesa que utilizaban para cambiarnos con una sonrisa.
    Ahí tenéis el cambiador, ya sabéis. A ver quién lo hace mejor y más rápido.
    Los titos se miraron a los ojos y echaron a correr hacia la mesa, como habían hecho por la mañana para coger la leche. Nos tumbaron allí y se dispusieron a cambiarnos. El tito Andrés abrió la mochila que llevaba puesta siempre que pasaba tiempo conmigo y comenzó a sacar todo lo necesario para cambiarme. Mami se reía de él por llevar semejante bulto a la espalda y decía que en un barco de unos pocos metros cuadrados no era necesario que fuese cargando con todas esas cosas, pero el tito Andrés siempre le respondía que tenía que estar preparado en cualquier momento para cualquiera de las posibles cosas que me pudiesen ocurrir... ya fuese un cambio de pañal o tener que salvarme de una sepia que misteriosamente se colase en el barco. Si al menos yo supiera lo que es una sepia. El tito Andrés me desabrochó rápidamente los corchetes del body que llevaba puesto y accedió al pañal, mientras el tito Piti le daba vueltas a Paulita hasta que se fijó en lo que me habían hecho a mí y encontró, por fin, el pañal de mi hermana.
    ¿Pero esto dónde tiene las pegatinas esas que se ven en los anuncios de la tele?
    Mami soltó un bufido.
    Éstos son de tela, Piti, simplemente desátalos. ¿De dónde crees que podríamos sacar pañales desechables estando en un barco?
    El tito Andrés se empezó a reír y me hizo cosquillas mientras me limpiaba con una toalla húmeda, y el tito Piti lo miró con el ceño fruncido hasta que se dio cuenta de que iba muy lento y se puso manos a la obra. Entonces se dio cuenta de que no tenía lo necesario para poder cambiarle el pañal a Paulita y miró a mami con ojos interrogantes hasta que ella le pasó una bolsa que tenía encima de la silla, y al abrirla su cara se iluminó como si hubiese descubierto América. El tito Andrés tenía mucha experiencia cambiándome los pañales porque lo hacía alguna vez casi todos los días. Me gustaba mucho que lo hiciese él, no tenía las manos tan suaves como las de mamá pero siempre me hacía reír y me daba un besito en la cabeza cuando terminaba. Ahora me estaba atando el pañal limpio cuando escuché un estornudo a mi lado.
    ¡Piti! ¡Has llenado a la niña de polvos de talco por todos lados menos por donde tenías que echárselo! —Mami parecía cada vez más enfadada. El tito Andrés seguía riéndose hasta que mami posó su mirada enfurecida en él y se calló de golpe.
    Tranquila Vilma, ahora la limpio, ¡no pasa nada! ¿Cómo es que tenemos de esta mierda en el barco? ¿Pañales normales no, pero polvos que hacen estornudar sí?
    ¡Bastante suerte que había algunos botes en el barco! Si lo desperdicias así no nos dura ni un día...
    Al final el tito Piti terminó de cambiarle el pañal a mi hermana diez minutos después de que el tito Andrés me lo cambiase a mí, y salimos de allí para dejar a mamá disfrutar de su tarde. El tito Andrés me colocó contra su pecho en el porta bebés de tela que me había hecho y me llevó a la cocina a ver a la yaya Salo, y al llegar allí me sentó en mi trona. Salo no estaba, pero Burbuja entró corriendo en la cocina al poco tiempo de que hubiésemos llegado allí.
    ¡Pa... Palomares! ¡Tienes que ve... venir un momento! ¡Rá...rápido!
    El tito Andrés me miró con cara seria y finalmente asintió a Burbuja.
    Pero un momentito, ¿eh? Que no quiero dejar a éste solo.
    Me dio un beso en la cabeza y salió rápidamente por la puerta mirando hacia atrás y sacándome la lengua, a lo que yo me reí a carcajadas. Segundos después otra persona entró en la cocina.
    ¡Hombre, enano! ¿Qué haces aquí solito? —Ramiro me cogió en brazos y me dio un beso en la mejilla. —Anda, acompáñame a la despensa, que me da miedo ir solo. —Entonces me guiñó un ojo y echó a andar hacia la despensa, y nos balanceamos de un lado a otro. Cuando me lleva el tito Andrés apenas noto el movimiento cuando anda, pero con Ramiro siempre me voy hacia un lado. Yo creo que es torpe o algo así...
    No sé cuánto tiempo estuvimos en la despensa, pero fue menos de lo que tarda mamá en vestirme, y mira que ella lo hace deprisa después de once meses haciéndolo. Volvimos a la cocina justo cuando el tito Andrés entraba con cara angustiada a la cocina.
    ¡Lo tenías tú! ¡Tú sabes el susto que me has dado! ¡Lo he buscado por todas partes! —Vino corriendo hacia nosotros y me cogió de los brazos de Ramiro mientras me llenaba la cabeza de besos.
    Pero si he estado con él tres minutos, Palomares... Y estábamos aquí, en la despensa.
    ¡Me da igual! Casi me da algo. —El tito no dejaba de mecerme suavemente como si acabase de pasar una experiencia traú... Bueno, no sé cómo es la palabra. Una experiencia mala, vaya.
    Eres demasiado sobreprotector con el niño...
    ¿Demasiado? ¿Tú sabes la de peligros que hay en un barco para un niño tan pequeño? Seguro que ni te has desinfectado las manos para cogerlo.
    Ramiro rodó los ojos y abandonó la cocina dándolo por imposible, y el tito Andrés se sentó en una silla y me colocó sobre sus rodillas agarrándome fuertemente.
    Ellos no lo entienden porque son tontos, ¿verdad? Pero mientras estés conmigo no te pasará nada. —Llevé mi mano hacia sus gafas intentando cogerlas, porque me encantaba jugar con ellas. Pero él nunca me dejaba... —¡Eh, quieto! Que con eso también te puedes hacer daño. Me pregunto qué estará haciendo tu hermanita con el cabeza loca de Piti...

    POV Paula

    Después de la siesta y de cambiarme el pañal el tito Piti me llevó a su camarote para que hiciésemos el regalito de mami, y cuando llegamos allí Ulises estaba tirado en la cama medio dormido.
    Hombre Ulises, me vas a venir muy bien.
    El aludido se desperezó y se incorporó para mirar hacia donde estábamos nosotros.
    ¿Qué quieres ahora, Piti? Que estaba sobando.
    Esta enana y yo tenemos que hacerle un regalo de cumpleaños a su madre, que Palomares se nos ha adelantado. —El tito se sentó en su cama y me puso a mí a su lado, y entonces empezó a sacar un montón de cosas de una bolsa que había traído.
    ¿Y cómo se supone que os voy a ayudar yo? —Dijo Ulises levantándose y acercándose hacia nosotros.
    Ya lo verás.
    El tito Piti me quitó a trompicones la ropa que llevaba mientras Ulises se reía por la poca maña que tenía y me puso un vestidito rosa lleno de lazos, que me había hecho la yaya Salo. Mami nunca me lo ponía porque decía que era demasiado cursi y que con tanto lazo parecía un repollo, pero el tito parecía pensar que me quedaba estupendo. Después sacó unas horquillas de la bolsa y me las puso en la cabeza sujetándolas con el poco pelo que tenía. Las horquillas tenían una abejita rosa de plástico pegada en cada una, y mami tampoco me las ponía por el mismo motivo que el vestido.
    Está monísima, ¿a que sí?
    Ulises puso cara de susto al verme, y yo no estaba tan segura de que estuviese guapa con esa ropa.
    Sí, si los repollos con lazos te parecen monos...
    Y ahora, el toque final. —El tito Piti pareció no oír la respuesta de Ulises y siguió rebuscando en la bolsa hasta que sacó algo que yo no sabía qué era, pero había visto a mamá utilizarlo cuando había que ponerse guapa. Cuando cenaba con el tito Piti o con el tito Andrés lo utilizaba, y a ella le quedaba muy bien, pero yo no lo había probado nunca, ¿Estaría yo tan guapa como ella? El tito Piti abrió un tarrito con una cosa rosa dentro y metió una especie de pincel grande, y entonces lo acercó a mi cara.
    ¡Pero qué haces, animal!
    Mi tito se dio la vuelta con cara de no entender ante el grito de Ulises.
    Pues poniéndola guapa, ¿no lo ves?
    ¿Cómo le vas a echar maquillaje a la niña, estás loco? ¡Que su piel no está preparada para eso!
    El tito miró el tarrito que tenía en la mano y después posó su mirada sobre mí.
    No creo que un poco le vaya a hacer mucho daño...
    Ulises le quitó el tarrito de las manos para asegurarse de que no me lo echaba y le dio una colleja.
    Piti, hasta un mono sabe que no se le puede poner eso a la niña en la cara. Anda déjame a mí, que tengo una idea mejor.
    Ulises estuvo trabajando con Piti durante un rato. Se le veía muy concentrado, mordiéndose la lengua cuando la cosa se ponía difícil y sonriendo cada vez que estaba satisfecho con el resultado. Al final le plantó delante del espejo a que se mirara.
    Estás guapísima, ¡morena! —Y se empezó a reír a carcajadas. Le había pintado la cara al tito Piti, con una cosa rosa por encima de los ojos y en las mejillas y le había puesto los labios rojos, aunque no lo había hecho tan bien como lo hacía mamá... Yo creo que Ulises no tenía tanta experiencia utilizando los tarritos de colores. Además le había dado un vestido bastante ancho que era de Ainhoa y se lo había puesto, y por último había agregado una pamela naranja a su creación. Yo también me empecé a reír cuando lo vi, ¡estaba muy gracioso! Parecía una mujer con barba. El tito se giró y me cogió en brazos.
    Así que te hace gracia, ¿eh? ¿Crees que estoy guapo? —Sonreí y le toqué la cara en una respuesta afirmativa, y al final él también se rió. —Vale, pues así me quedo. Ulises, ahora es cuando necesito tu ayuda.
    ¿Más? ¿Qué quieres que haga?
    Tienes que hacernos una foto con tu cámara, y luego me la imprimes para poder dársela a Vilma, ¿vale? Le quiero escribir felicidades por detrás.
    Ulises rebuscó por su armario y sacó la cosa plateada que siempre me dejaba ciega porque tenía una luz brillante que salía de ella. Los mayores siempre me decían que sonriese y luego me atacaban con la luz. ¿Cómo querían que sonriese así? No hay quien los entienda. El tito Piti se sentó en la cama y me sentó a mí sobre sus piernas, pasando su brazo alrededor de mi cintura.
    Venga Paulita, sonríe que esta foto es para tu mamá.
    ¡Decid patata! —Otra cosa que no entendía. ¿Qué tenían que ver las patatas con esa luz?
    Cuando el ataque luminoso terminó Ulises se acercó y nos enseñó la foto en la pantallita de la cosa plateada.
    ¡Perfecto!
    Vale, pues voy a imprimirla, luego te la dejo aquí, ¿de acuerdo?
    Muchas gracias tío. Este regalo que has hecho con tu tito Piti, Pi-ti, es mucho mejor que el del tonto de Palomares, ¿a que sí cariño? —El tito me empezó a hacer cosquillas en la tripa y no pude parar de reír, siempre lo hacía. —Y ahora voy a adecentarme para la cena que no quiero saber lo que pasaría si aparezco con estas pintas...

    POV David

    Así, muchísimo más guapa, y no con el vestido tan hortera que le había puesto Piti a la niña...
    Mami terminó de vestirnos para su fiesta de cumpleaños sorpresa sin saber que nos estaba vistiendo para eso. Hace rato que nos había dado de cenar y Ainhoa la había convencido de que se pusiese guapa ya que era su cumpleaños, y que intentarían que le diesen algo especial de cenar, pero nada más. Nhoa tenía que encargarse de entretenerla hasta la hora de la cena y que no se le ocurriese bajar al comedor mientras terminaban de prepararlo todo, y luego tenía que llevarnos a los tres ahí. Cuando llegó la hora mami me cogió en brazos y Ainhoa cogió a Paulita, y los cuatro fuimos al comedor. Mami abrió la puerta y entonces...
    ¡¡Sorpresa!!
    Todos los del barco estaban allí y habían decorado el comedor con guirnaldas y pancartas que tenían letras de colores. Yo no entendía las letras, pero Estela me había dicho que ponía “Felicidades Vilma”. Cuando mami entró al comedor los titos soltaron un “Guau” a la vez y se quedaron mirándola embobados hasta que el tito Andrés reaccionó y se acercó a nosotros.
    Felicidades. Estás preciosa. —Le dio un beso a mami en la mejilla y entonces me cogió a mí de sus brazos. El tito Piti se acercó también a felicitarla y cogió a Paulita de los brazos de Ainhoa, y echamos todos a andar hacia la mesa que había al frente del comedor. Mami se sentó en medio, y a nosotros nos habían puesto nuestras tronas una a cada lado. El tito Andrés se sentó junto a mí y el tito Piti junto a Paula, porque ellos nos tenían que cuidar y dejar que mami disfrutase de la noche. Cuando la cena terminó las luces se apagaron de repente y la yaya salió de la cocina con una tarta llena de velas, mientras todos cantaban el cumpleaños feliz. Salo la dejó delante de mami.
    Pide un deseo antes de soplar, cielo.
    Mami cerró los ojos un par de segundos, después sopló con todas sus fuerzas y apagó todas las velas de la tarta. Todos empezaron a aplaudir y ella nos dio un beso a Paula y a mí.
    ¡Y ahora llega el momento de los regalos!
    ¿Regalos? —Mami se giró a mirar al tito Piti, que era el que había hablado. —Sabéis perfectamente que no quiero regalos en mi cumpleaños. Los del año pasado os los tiré a la cabeza.
    No me lo recuerdes, no sabía que una embarazada de ocho meses podía tener tanta fuerza... —Mami le dio una colleja al tito Piti y él soltó un “¡Ay!” mientras se sobaba la nuca y murmuraba algo sobre que todos se habían aficionado a darle collejas.
    Venga Vilma, si casi no son ni regalos, son detallitos. Y son de tus hijos.
    ¿De mis niños? —Mami se giró hacia el tito Andrés al escuchar lo que había dicho. —¡Qué ilusión! —Nos cogió a los dos de la trona y nos sentó encima de ella achuchándonos.
    Malditos niños adorables, siempre se llevan lo mejor. —Le susurró el tito Piti al tito Andrés, que asintió con cara de fastidio.
    El tito Andrés sacó el regalo que habíamos hecho de su bolsillo y me lo puso en la mano para que se lo diese a mami. Cuando ella vio la pajarita con la felicitación y la marca de mi mano estampada en ella soltó una exclamación emocionada.
    ¡Muchas gracias cariño! Ven que te como entero. —Mami me levantó la camiseta que llevaba puesta y me llenó la tripa de besos mientras Paulita se reía a mi lado. Cuando me dejó, dándome un beso en la cabeza, el tito Piti le puso un sobre en la mano a Paulita con el regalo de mami.
    A ver, a ver, qué será... —dijo ella abriéndolo. Cuando sacó lo que había dentro se quedó mirándolo unos segundos y entonces se empezó a reír a carcajadas. El tito Piti frunció el ceño.
    ¿Qué pasa, no te gusta?
    Es genial Piti, ¡estás genial! —dijo ella mientras seguía riéndose. Curioso, el tito Andrés cogió lo que mami tenía en la mano y cuando lo miró se empezó a reír tanto o más que mami. Al final, ella dejó de reírse mientras se limpiaba un par de lágrimas y leyó la felicitación que había escrita detrás. —Muchas gracias cielo, estás preciosa. —Y se dedicó a darle besos a Paulita, hasta que ella señaló al tito Piti y abrió la boca.
    Piti. —Al escucharlo, el tito se dio la vuelta rápidamente.
    ¡Ha dicho mi nombre! ¿Lo has escuchado Vilma? ¡Ha dicho mi nombre! —Cogió a Paulita y la empezó a dar vueltas en el aire, pero mami se la quitó rápidamente diciendo que iba a terminar vomitando. —Qué lista es mi niña, y cómo se nota a quién quiere, ¿eh?—Esto último lo dijo mirando al tito Andrés, y él rodó los ojos.
    Después de los regalos entre todos movieron las mesas para dejar espacio en el centro del comedor y Burbuja puso un CD con música desde la sala de mando. La gente estuvo bailando en el club y en el comedor, y lo pasamos muy bien. Casi todos bailaron alguna vez conmigo y con mi hermana, y también con mami porque era su cumpleaños. Al final la gente se fue yendo poco a poco y sólo quedamos los titos, mami, Paulita y yo. Estábamos todos en un sofá del club. El tito Piti se había quedado dormido y Paulita con él, y yo estaba metido con los ojos cerrados en el porta bebés de tela que llevaba puesto el tito Andrés, a punto de dormirme.
    Muchas gracias por todo esto, Andrés. Sé que gran parte de ello lo has hecho tú. —Mami apoyó la cabeza en el hombro del tito y depositó un pequeño beso en mi cabeza.
    Lo hemos hecho porque te lo mereces y porque queríamos hacerlo, eso es todo. No hace falta que des las gracias.
    Los dos estuvieron unos minutos callados, y yo me hubiese quedado dormido de no ser porque el tito Piti empezó a roncar. No sé cómo Paulita puede dormirse con sus ronquidos, yo no lo consigo. Al final fue el tito Andrés el que habló.
    ¿Me concede un último baile, cumpleañera?
    ¿Ahora? Pero si ni siquiera hay música.
    ¿Y qué? Además este pequeñín está a punto de dormirse, creo que si lo mecemos un poco entre los dos se queda sopa del todo.
    Noté como el tito se ponía de pie delante de mami, y vi que le tendía la mano para que se la cogiese. Ella la aceptó con una sonrisa y se levantó, y entonces los dos se agarraron para bailar. Yo me quedé apoyado en el pecho del tito y sintiendo a mami en mi espalda, aunque me dejaron espacio suficiente como para no ahogarme. Una mano del tito estaba en la cintura de mami y con la otra se aseguraba de que yo no fuese aplastado, mientras que ella entrelazó sus dos manos en torno al cuello de él.
    Eres una madre maravillosa. —Mami se rió y volvió a apoyar la cabeza en el hombro del tito. Los dos se movían lentamente al son de una música que no existía, y con el suave balanceo yo me estaba terminando de quedar dormido, pero alcancé a escuchar una última frase en boca de ella.
    Y tú el mejor padre del mundo.