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  1. Como andar en bicicleta

    miércoles, 12 de octubre de 2011

    Palomares sentía que se estaba asfixiando, no sabía si era que llevaba todo el día hecho una mierda, las pocas ganas de hacer nada, la colonia de Piti que se le estaba metiendo por la nariz o el hecho de saber para quien se la estaba echando; así que salió de la ducha y se fue al camarote sin tan siquiera despedirse, tampoco es que Piti le estuviese haciendo mucho caso así que no importaba. Se quedó un minuto parado pensando a donde podía ir, no es que tuviese muchas posibilidades estando donde estaba, lo que más le apetecía era salir a nado y olvidarse de todo y esa obviamente no era una opción posible; la más recomendable era encerrarse en la capilla, allí nadie lo molestaría pero no sabía muy bien porqué aquello era lo que menos le apetecía en ese momento, no se sentía del todo bien en la capilla y eso era algo más para su lista de preocupaciones...como si no le llegasen ya las que tenía. Sacudió la cabeza para despejarse y se decidió a ir a al camarote, al fin y al cabo Piti parecía estarse poniendo demasiado guapo para volver a la habitación con ellos, se sentó en la cama y apoyó la cara entre las manos hasta que escuchó la puerta abrirse.


    En el mismo momento en que la vio entrar a la habitación sintió a su corazón dar un vuelco. Estaba preciosa. A él no le hacía falta verla arreglada para ver toda su belleza, pero en aquel momento estaba deslumbrante; parecía preocupada, pero estaba deslumbrante. No le costó mucho hacer la cuenta para saber lo que pasaba allí, Piti arreglándose en el baño y ella vestida de princesa, aquello era una cita; sintió como su estómago se contraía de una manera que le era muy familiar últimamente pero que no había sentido en años, y sintió ganas de llorar sin darse cuenta de que lo estaba haciendo hasta notar la humedad de las dos lágrimas solitarias que caían por su cara. Fue entonces cuando la cara de preocupación de Vilma se crispó más aún y como se acercó a él en dos zancadas:

    -¿Qué te pasa? - preguntó llevando la mano a su mejilla y dejándola caer al instante, no esperó respuesta y siguió hablando – Anda, termina de vestirte que de cena nada. Tú y yo nos tomamos unas copas. Vente al club ya.

    -¿Cena? ¿Qué cena? - preguntó él confuso, pero Vilma ya había cerrado la puerta sin contestarle, ¿iba a darle plantón a Piti por animarlo a él? La idea hizo que el nudo de su estómago se aflojase pero no podía dejar que le hiciese eso a su amigo, lo había visto en el baño y se notaba que estaba ilusionado; a él podría dolerle la idea de imaginárselos pasando la noche juntos, pero no podía ponerse en medio a sabiendas de que lo estaba haciendo, así que se levantó para ir a buscar a Vilma e inventarse alguna cosa sobre su estado de ánimo para que ella pudiese acudir a su cita tranquila.

    Cuando llegó al club se la encontró sentada en uno de los sofás esperando por él:

    -Bueno hombre, yo me arreglo y tú vienes así, eso no vale – lo saludó ella con una sonrisa que él devolvió incluso sin intentarlo.

    - Es que no quiero que llegues tarde a tu cena por hablar conmigo – se explicó – vete tranquila, estoy bien.

    - Palomares iba a cenar contigo, así que no llego tarde a ningún sitio; y obviamente tú no estás bien, así que siéntate y toma – le dijo golpeando el sofá con una mano y extendiéndole un vaso con la otra.

    - ¿Te arreglaste así para cenar conmigo? - preguntó no muy convencido y a la vez ilusionado haciendo lo que ella le decía.

    - Pues ya me dirás con quien – rió ella, Andrés se atragantó con lo que había empezado a beber y Vilma se dio cuenta de la posible respuesta y bebió de su propio vaso para no seguir la frase.

    - Espero que eso no tenga lo mismo que esto – dijo él sacudiendo su bebida – porque quema.

    - Lo sé – rió ella – lo preparé yo, pero tranquilo esto es vodka con limón para embarazas, vaya nada de vodka, doble de limón.

    - Me alegro, no queremos que le pase nada malo – el tono de Andrés bajó según iba diciendo la frase y Vilma no pudo evitar acercarse a él y coger su mano:

    - ¿Andrés qué te pasa? Tú no estás bien.

    - Nada – dijo él mientras negaba con la cabeza intentando saber porque el que hecho de que lo llamase por su nombre en vez de por su apellido provocaba algo en él – es que no quería discutir contigo otra vez por...

    - No – lo interrumpió ella sabiendo a lo que se refería – aquel día tú te preocupaste por mí y yo te contesté de una manera muy fea, y aún no te he pedido perdón ahora que lo dices, así que lo siento.

    - No tienes que pedirme perdón, tú nunca tienes que pedirme perdón – le dijo él mirándola, no sabía porque había dicho aquello pero sabía que era verdad – todos estábamos mal, no fue el mejor momento para ponerme a dar sermones.

    - Tú estabas siendo un buen amigo, y yo fui una imbécil – contestó ella haciendo un esfuerzo sobrehumano para ignorar la primera parte de la frase – así que te mereces la disculpa, ya eran horas además – lo sonrió en respuesta a la tímida sonrisa que él le dio y continuó hablando – y ahora a lo que vamos, ¿qué te pasa?

    - No lo sé – respondió él negando una vez más con la cabeza y encogiéndose de hombros – te prometo que no lo sé, sino te lo diría – realmente no le estaba mintiendo; sabía que tenía ganas de llorar como si volviese a tener cuatro años y su hermano Miguel le acabase de trillar los dedos con la puerta y sabía que se moría por ganas de que fuese ella quien lo abrazase para consolarlo pero no sabía porqué, le dolía verla con Piti y que él se hubiese declarado en sus narices, pero no sabía porqué; ¿si él no entendía que le pasaba como se lo iba a explicar a ella?

    - Eh, no pasa nada – dijo ella viendo su cara de devastación y pasando un brazo por su espalda – a veces estamos mal y no sabemos lo que nos pasa, pero cuando lo sepas, voy a estar ahí ¿vale?

    - Gracias – respondió él girándose para abrazarla, pero a la vez escuchó a una voz en su cabeza pensar “Lo estarás, pero no de la manera que yo querría”, ignoró sus propios pensamientos que ni él mismo entendía y se concentró en el abrazo que Vilma le estaba dando y estaba consiguiendo que dejase de sentirse tan perdido.

    - Para eso estamos Palomares – contestó rompiendo el abrazo, Andrés se sintió vacío al momento pero la sonrisa de Vilma pareció paliar el efecto un poco – y mientras no sabemos lo que te pasa, algo tendremos que hacer ¿no? Bebe, que tienes que coger el punto por los tres.

    - ¿Por los tres? – preguntó él riendo mientras ella lo cogía de la muñeca para hacer que bebiese.

    - Claro, somos tres. Tú, esta cosita y yo – dijo acariciándose la aún invisible tripa – así que te toca coger una borrachera triple - Palomares sonrió mientras bebía intentando comprender porque una frase tan simple como “Tú, esta cosita y yo” le había acelerado el corazón. Vilma lo miró por el rabillo del ojo mientras bebía su limonada deseando que pudiese llevar toneladas de alcohol, él no sabría que le pasaba pero ella sí sabía lo que había estado a punto de pasarle con él, y era algo que no podía ser.


    Habían pasado días desde que Palomares había pasado la noche con Vilma en el club, se habían reído, habían compartido confidencias y durante aquella noche había conseguido olvidar esa tristeza que parecía acarrear con él a todas partes. Sin embargo los días habían pasado y él seguía igual, estaba sentado en el comedor viendo como Vilma y Piti hablaban y él sentía ganas de llorar, nunca había visto las telenovelas de las que tanto hablaba su abuela, pero sospechaba que él haría un buen papel como protagonista femenina en el aquel momento; justo entonces Ramiro apareció con una bandeja con su propio desayuno en ella y se sentó enfrente de él:

    - Buenos días Pater, o no tan buenos…menuda cara traes.

    - Buenos días Ramiro – contestó el rubio intentando formar una sonrisa pero sin perder de vista a sus dos amigos – no dormí muy bien, nada más.

    - Palomares, llevas más de una semana sin dormir bien – respondió su amigo.

    - Tendré que hablar con la doctora, lo mismo estoy pillando un catarro – dijo distraído, sus dos sujetos de observación se acercaron a dar los buenos días y se pusieron a la cola del desayuno.

    - Aún no están saliendo – respondió Ramiro – lo sé por Estela, así que tranquilo.

    - ¿Tranquilo? – preguntó el cura nervioso - ¿por qué no iba a estar tranquilo? – viendo la cara de Ramiro siguió hablando – simplemente no quiero que le haga daño, está claro que van a acabar juntos y solo espero que Piti no le haga daño.

    - A ti lo que te pasa – dijo su amigo echándose hacia delante – es que estás enamorado de ella – Palomares paseó la mirada entre Vilma y su amigo y negó con la cabeza.

    - ¿Enamorado? No, para nada – dijo sacudiendo la cabeza.

    - Enamorado – afirmó Ramiro – hasta las trancas, a muerte, a más no poder, hasta el tuétano. Como quieras decirlo, pero enamorado.

    - Yo no estoy enamorado, el que está enamorado de ella es Piti – dijo Andrés nervioso sin ser capaz de dejar las manos quietas.

    - Eso es verdad – concedió Ramiro con una sonrisa – tú se lo hiciste ver a Piti y le hiciste un gran favor, ya va siendo hora de que alguien te lo haga a ti. Andrés estás enamorado de Vilma.

    - ¡Que no! Simplemente es que la quiero sí, la quiero como…como a una hermana. Es mi amiga y no quiero que nadie le haga daño.

    - Sí claro; y yo miro a Estela como si fuese mi madre. Los únicos que parecéis no daros cuenta sois vosotros. ¿Pero te has fijado en cómo la miras?

    - No puedo estar enamorado de Vilma – respondió Andrés con un hilo de voz.

    - ¿Por qué? – ante la extrañeza de la cara de su amigo Ramiro reformuló la pregunta - ¿por qué no puedes estar enamorado de Vilma?

    - ¡Porque soy cura! – respondió su amigo mirándolo como si se le hubiese olvidado un detalle tan fundamental como respirar.

    - Eres cura, el mundo se ha ido a la mierda, no llegamos al centenar de personas vivas, y tú has tenido la increíble suerte de encontrar el amor; así que no me sirve – contestó el moreno mientras removía su café – siguiente argumento.

    - Pues…- empezó Palomares después de boquear ante la frase de su amigo – porque…porque…

    - No te preocupes – lo cortó Ramiro con una sonrisa – tenemos tiempo, piensa tranquilo.

    - Porque no puedo Ramiro, así de simple – dijo Palomares derrotado.

    - ¿Porque no puedes? Sin duda es el mejor argumento que he oído en vida.

    - Ramiro – empezó Andrés enfadado ante el hecho de que su amigo parecía estar tomándose a guasa su problema; le acababa de decir que estaba enamorado de Vilma y que por eso estaba como estaba y ahora era incapaz de tomárselo en serio, y lo peor del asunto es que la idea de Ramiro parecía encajar como motivo de sus problemas.

    - No te cabrees; no me estoy riendo de ti es que quiero que te des cuenta. Lo que te pasa es que estás asustado, es normal, y no lo digo porque seas cura, que eso también ayuda. Piti es tu amigo, y los dos os habéis enamorado de la misma chica, la situación no es nada fácil.

    - No puedo quererla – dijo Andrés que había hundido la cara en las manos y miraba fijamente la mesa – no puedo.

    - Lo que no puedes es prohibírtelo; ni por tu alzacuellos ni por Piti – afirmó Ramiro en un tono suave, para Andrés no debía de ser nada fácil reconocer lo que sentía así que no podía presionarlo, pero ya era hora de que le hiciera frente a sus propios sentimientos; así esperó pacientemente a que su amigo fuese capaz de hablar de nuevo.

    - ¿Y qué más da? ¿Qué diferencia habría si lo reconozco? Ella no está enamorada de mi – Andrés levantó la cabeza a la vez que se explicaba y Ramiro pudo ver el dolor y la tristeza en sus ojos.

    - La diferencia es que si te quedas callado nunca sabrás si lo que acabas de decir es verdad – el rubio iba a protestar así que se apresuró a seguir hablando – Andrés el mundo se ha ido a la mierda, lo único que tenemos es los unos a los otros. ¿Cuántas relaciones has visto empezar en el poco tiempo que llevamos aquí? ¿Y cuántas por motivos equivocados? Yo fui incapaz de aceptar que el mundo se había acabado aunque tenía las pruebas en las narices porque no podía aceptar que había perdido a Pilar. Lo que te quiero decir es que cuando estás perdido y solo buscas lo más grande que puede ayudarte a salir adelante. El amor.

    Todo parece mucho más fácil cuando sabes que tienes a alguien de tu lado, cuando sientes que no estás solo. Se ha acabado el mundo, lo hemos perdido todo y además Vilma está embarazada; si yo estuviese en esas condiciones y un tío que es mi amigo se ofreciese como padre de mi hijo y me dijese que siente algo por mi yo también creería que estoy enamorada de él. Puede que Vilma lo esté o no de Piti, pero es probable que simplemente esté confundida y necesite sentir que la quieren, pero si no se sabe lo que tú sientes por ella no tendrá que plantearse lo que ella siente de verdad. Ahí tienes tu diferencia.

    - Él no fue el único que le dijo esas cosas – dijo Andrés en voz tan baja que Ramiro tuvo que hacer un esfuerzo para oírlo.

    - ¿Le has dicho Vilma te quiero, estoy enamorado de ti? Así con todas las letras y dejándolo bien clarito.

    - No, eso no pero…

    - Pero nada. Tal y como estamos las medias tintas no sirven para nada; o la quieres o no la quieres; los dos sabemos que sí, la pregunta es si realmente te vas a permitirte luchar por ella – en ese momento Vilma que estaba desayunando con las chicas en una mesa apartada se levantó y salió del comedor pero antes se despidió de ellos con una sonrisa que hizo que el corazón de Andrés se acelerase de golpe, los dos le devolvieron el saludo y cuando Ramiro giró la cabeza vio como su amigo aún estaba mirando el lugar por el que la rubia se había ido con una sonrisa que no había visto en semanas.

    - No sé si me voy a acordar de cómo se lucha por lo que quieres – comentó el cura con una sonrisa nerviosa.

    - Eso es como montar en bicicleta – dijo su amigo poniéndose en pie, los dos tenían turno juntos así que ya tenían que ponerse en marcha – nunca se olvida, te lo digo yo.

    - Gracias, si no fuese por lo que…

    - No me las des – le contestó el moreno sonriendo – aún no sabemos si te va a salir bien; además, el mérito no es mío, es de alguien que me ha recordado las cosas que importan de verdad.

    - Tendré que agradecérselo a Estela entonces – rió el rubio subiendo ya las escaleras que llevaban a la cubierta.

    - ¿Cómo sabes que me he enamorado de Estela? – gritó Ramiro apresurándose lo que podía para seguirlo.

    - ¿Pero te has fijado en como la miras? – fue la respuesta de Palomares robándole la frase que antes le había dirigido a él; no sabía como iba a acabar aquello pero a él siempre le había gustado andar en bicicleta.


  2. En el interior de un corazón

    jueves, 6 de octubre de 2011

    Para Silvia, porque ella sabe ir más allá y encuentra algo bueno en todos y cada uno de los personajes. Todo personaje merece su historia, y espero que esta sea de tu agrado.

    Arrullada por el sonido de mis sollozos podía notar el sabor salado de las lágrimas que bañaban mis mejillas, aunque en el fondo de mi alma yo las sentía amargas. La vida se empeñaba en amargarme la existencia, en permitir que me humillase a mí misma una vez tras otra sin lograr a cambio nada que mereciese la pena. Pena. De eso estaba plagado mi corazón. Puede que incluso tuviese suerte. Ya me entendéis, si se produce un cataclismo mundial y tú eres parte de la cincuentena de supervivientes creo que puedes considerarte una chica con suerte, pero mi corazón no lo sentía así. Lo más seguro era que otra persona mereciese más que yo estar en el lugar que me encontraba. Me estaba ahogando lentamente en esos pocos metros cuadrados, recorridos por estrechos pasillos y camarotes compartidos con demasiada gente, demasiado ruido, demasiadas aventuras en muy poco tiempo. Nunca estuve preparada para ello. Y lo que más me dolía, lo que se clavaba en mis entrañas como el filo de un cuchillo y me apretaba el corazón con rabia era la sensación de soledad. En aquel barco todos estaban unidos, de una manera o de otra, a alguien, todos tenían a alguien que lo elegiría a él en caso de que sólo pudiese salvarse uno. Todos menos yo. Había entablado relación con algunos en esos meses de travesía, pero yo era consciente de que los lazos que me unían a ellos no eran tan fuertes como los que tenían con otras personas. Pobre chica; por siempre sola.
    Todos estos pensamientos martilleaban mi cabeza una y otra vez impidiendo que pudiese controlar las lágrimas que seguían abalanzándose por mis mejillas y agitándome la respiración como lo había estado durante las dos horas anteriores. Dos horas llevaba allí escondida, y podía apostar lo que fuese a que nadie se había dado cuenta a pesar de que ya había pasado la hora de la cena. Me estiré en el suelo de la bodega, apoyando mi mejilla sobre el frío piso y cerrando los ojos en un intento inútil de dejar de pensar, y entonces un ruido me hizo volver a levantar los párpados. Allí, en el cristal de la puerta, un ceño fruncido me observaba mientras hacía girar el picaporte para pasar. El rubio avanzó a paso lento hasta donde yo me encontraba y sin decir nada se sentó a unos centímetros de mí.
    Estaba preocupado. No has bajado a cenar, y las chicas no te habían visto por el camarote.
    Un leve sollozo que agitó mi pecho fue la única respuesta que obtuvieron sus palabras, pero él no pareció molestarse. Al revés. Llevó su mano a la mía, que tenía apoyada contra el frío suelo, y la apretó con fuerza en un intento de transmitirme algo de ánimo, pero a mí me daba igual. Él ya tenía a otra chica por la que preocuparse, yo lo sabía muy bien, y su comportamiento sólo se debía a que poseía un gran corazón y una necesidad innata de ayudar a los demás. Era simple caridad, y eso me hizo sentirme mucho peor, así que separé mi mano de la suya sin decir una palabra, aislándome en mí misma, deseando que se fuera. Lo noté moverse, y pensé que mis deseos se habían hecho realidad y me iba a volver a dejar sola. Y para mi sorpresa eso me asustó, me asustó muchísimo. Pero lo único que hizo fue sentarse más cerca de mí y volver a coger mi mano a pesar de mis reticencias; me sentí mejor y esta vez no me opuse.
    Sé que no solemos hablar mucho... —Su voz dejó de sonar un momento, pero tras un par de segundos continuó hablando. —Pero si necesitas contárselo a alguien aquí me tienes. Aunque sea sólo para cogerte la mano.
    Llevaba dos horas tirada en el suelo de la bodega sin levantarme ni un palmo, pero sus palabras parecieron hacer efecto en mí y me incorporé para sentarme a su lado, sin llegar a soltar su mano. En esos momentos si la soltaba era posible que volviera a desmoronarme. Estuvimos unos minutos así, sin decir nada, mirando al vacío, perdidos en nuestros propios pensamientos. El silencio de la habitación sólo era roto de vez en cuando por los gemidos que salían de mi pecho, incapaz de contener unas lágrimas que corrían casi silenciosas por mis mejillas. Finalmente conseguí que no me temblase la voz, o al menos eso creía, y me atreví a murmurar una palabra.
    Gracias.
    Apenas fue un susurro, un hilo de voz, y casi pensé que él no lo había llegado a escuchar. Pero entonces se giró hacia mí y fijó su mirada en mi cara, mientras yo seguía mirando hacia delante, y habló.
    No tienes por qué dármelas, Estela. Para eso están los amigos.
    Amigos. En este mundo, ahora roto, esa palabra se utilizaba con demasiada ligereza, igual que los te quieros. A lo largo de mi vida sólo había tenido dos amigos verdaderos, dos personas merecedoras de toda mi confianza y que habían estado ahí siempre que me habían hecho falta, pero ya no estaban. Se habían ido, como todos los demás, como mis padres, como Ricky...
    No tienes por qué hacer esto. No necesito tu compasión ni la de nadie en este barco.
    Palomares giró su cuerpo hacia mí y me obligó a mirarlo a los ojos, girando mi cara suavemente con la mano que no estaba agarrada a la mía. Su mirada era seria, preocupada, pero ante todo parecía una mirada sincera.
    ¿Compasión? ¿Crees que contigo sólo nos mueve la compasión? —Mis ojos se estaban llenando de lágrimas de nuevo, así que desvié la mirada, pero él volvió a obligarme a mirarlo. —Eres importante para mucha gente de este barco, Estela, me incluyo entre ellos. Deberías saberlo.
    Con sus últimas palabras me soltó y volvió a apoyar su espalda contra la pared. Los dos estuvimos así, con la mirada al frente, sentados uno junto al otro, durante un par de minutos, hasta que me atreví a seguir hablando.
    Todos tienen a alguien en este barco, Palomares. Alguien especial, un amigo, incluso una pareja. Alguien que destaca por encima de los demás. Yo no tengo a nadie.
    Al llegar a ese punto perdí el poco autocontrol que me quedaba y las lágrimas salieron raudas de mis ojos, mientras mi pecho se agitaba por los sollozos. Él me abrazó, sin soltarme la mano ni un sólo momento, y me aferré a su pecho como si fuese lo único que quedase en el mundo. Las palabras de consuelo que me dedicaba no lograron alcanzar su cometido y seguí llorando amargamente sobre él, que no se quejó en ningún momento. Llevaba dos meses encerrada en ese barco y en unos minutos con él estaba dejando salir todo lo que me había guardado, los miedos, las frustraciones, la desesperación. La soledad. Poco a poco, minuto a minuto, me fui calmando, pero no llegué a separarme de él. Al final Palomares se atrevió a romper el silencio en el que estábamos sumidos.
    Eres estupenda, Estela. Siempre estás dispuesta a ayudar, y eso la gente lo sabe. Has cometido errores en este barco, sí, pero te has sobrepuesto de ellos con fuerza. Al menos luchas y lo intentas, ¿no? Ya es más de lo que hacemos algunos.
    Levanté la cabeza de su pecho y me incorporé, volviéndome a apoyar en la pared y asintiendo suavemente con la cabeza.
    Encontrarás lo que buscas, lo sé. Y antes de lo que piensas. Claro que tienes a alguien en este barco, y ahora también me tienes a mí. Todos tienen a alguien importante.
    Sus últimas palabras desprendían una amargura que no había escuchado hasta ahora. Giré mi cabeza y ahí estaba, con la mirada fija en el frente y esa amargura cubriéndole la cara.
    Gracias, de verdad. Creo que necesitaba algo como esto. Siento haberte hecho pasar por esto, lo siento mucho, pero me agobié. Hace un rato vi a Ainhoa y a Ulises, mirándose. Ni siquiera estaban juntos, cada uno estaba en una mesa del comedor, pero sólo con como se miran se ve lo que ocurre entre ellos. Ramiro sólo está pendiente de Gamboa, tú tienes a Vilma... me agobié.
    Palomares se removió nervioso y siguió mirando al frente cuando habló.
    ¿A Vilma? Bueno, yo soy un amigo más. Ella tiene a Piti.
    ¿Celoso? —Esa simple palabra pareció alertar sus sentidos, porque se volvió a mirarme y respondió con un tono de voz más alto de lo normal.
    ¿Qué? No, claro que no. Simplemente no quiero que le haga más daño. Vilma se merece ser feliz, ella y su bebé lo merecen. Va a ser una madre maravillosa, lo sé, ese niño va a tener mucha suerte. —Me fijé en sus ojos, en su mirada. La amargura había dado paso a la devoción, y aunque sus labios no lo mostraban, juraría que estaba sonriendo. Sonreía con la mirada. —Y va a necesitar un padre responsable, Piti tiene que centrarse. No entiendo cómo puede dudar ni un sólo momento teniéndola a ella a su lado.
    Momentos antes me hubiese sumido de nuevo en la angustia al oírle decir algo así, al oírle hablar con tanta pasión de Vilma, pero ahora sólo logró enternecerme. Más allá de las palabras, los gestos de Palomares, el tono de su voz, su expresión, irradiaban un sentimiento que no podía estar oculto bajo ninguna negación. Aquello era demasiado fuerte para permanecer escondido a los ojos de cualquiera.
    La quieres. —Mi voz sonó más fuerte que todo lo que había dicho hasta el momento. —Estás enamorado de ella, que no te quepa duda. Tus ojos no mienten.
    Palomares abrió la boca para replicar, pero volvió a cerrarla al no encontrar una excusa válida y enterró la cara entre sus manos. Su nudillos mostraban su crispación, y en medio de todo ese nerviosismo, de esa tensión, cuando su voz se coló entre los huecos que quedaban entre sus dedos sonó clara y decidida.
    La quiero. —Al instante supe que era la primera vez que lo reconocía. Levantó la cabeza posando su mirada sobre mí a la vez que una sonrisa triste cubría su rostro. —La quiero más de lo que he querido a nadie en toda mi vida.
    Esta vez fui yo la que llevé mi mano a la suya en un intento de darle ánimos. Sabía lo difícil que habría sido para él aceptar en voz alta lo que sentía por Vilma, a pesar de que ese sentimiento habitaba en su corazón desde hacía mucho tiempo. Ahora que lo había reconocido, que por fin aceptaba que estaba enamorado de su amiga, lo que más necesitaba era abrir su corazón y escuchar sus sentimientos en voz alta, procedentes de su garganta... a viva voz. Necesitaba contárselo a alguien y contárselo a sí mismo.
    ¿Es la primera vez que te enamoras?
    Aunque te parezca raro... no. —Volvió a sonreír, esta vez con fuerza, mientras a través de su mirada viajaba al pasado. —Cuando tenía diecisiete años conocí a María. Era preciosa, simplemente preciosa, con el pelo cortito, casi como un chico. Y con una sonrisa encantadora.
    Parece que te van las sonrisas bonitas, ¿no? —Mi comentario le hizo reír más fuerte, y pareció sorprenderle que lo supiera. Vilma me lo había contado en su momento, las pajaritas, el mensaje, el descubrimiento de que era él quien se las enviaba...
    Eso parece. María y yo estuvimos tres años juntos, y hasta ahora han sido los tres mejores años de mi vida, a pesar de que al final la cosa se enfriase entre nosotros. Y luego entré en el seminario. —Su mirada pareció apagarse, y con ello mi expresión se llenó de preocupación. —No me arrepiento de haber tomado aquella decisión, Estela. Nunca he dudado de mi fe y no creo que lo haga, me gusta ser sacerdote, me gusta de verdad. Pero ahora... Esto está mal. No tendría por qué sentirme así.
    El corazón no entiende de nada, Palomares. No puedes evitar enamorarte de alguien.
    ¿Pero por qué ahora? Llevo cinco años en esto, Estela, cinco años, y en todo este tiempo no me había fijado en nadie. Y ahora se acaba el mundo, probablemente sea el único sacerdote vivo sobre la faz de la tierra y no sólo me fijo en alguien, sino que me enamoro. Me enamoro con todas mis fuerzas. —Su voz iba perdiendo el vigor poco a poco, y pude notar que las lágrimas amenazaban con empezar a recorrer sus mejillas. Él no quería que lo viese llorar... y volvió a enterrar la cara entre las manos antes de volver a hablar. —Daría mi vida por ella y por su bebé, Estela, sin dudarlo ni un instante.
    Hacía tiempo que sabía lo que Palomares sentía por Vilma, creo que todos los sabíamos, todos menos él. Pero no había imaginado que aquel sentimiento podría ser tan fuerte y que lo estaba haciendo sufrir de aquella forma. Hasta entonces me había sentido posicionada de una forma ante aquel sentimiento... pero al verlo allí, tan abatido, tan desesperado, diciendo esas palabras, mis pensamientos cambiaron por completo. Palomares no merecía sufrir así, un alma tan pura como la suya no lo merecía. Con el corazón encogido ante su imagen levanté su cabeza y limpié con cuidado las lágrimas que no había logrado controlar, y lo obligué a mirarme a los ojos sujetándole la cara con mis manos, como él había hecho minutos atrás conmigo.
    Escúchame, Palomares. Todo este tiempo, internamente, me he opuesto a lo que sentías por ella porque creía que tu misión aquí era la de un sacerdote. Creía que Dios se enfadaría si abandonabas, porque eres su único siervo en la tierra, el encargado de seguir difundiendo sus preceptos y hacer que no perdamos la fe. Pero ya no lo creo. ¿No te das cuenta? —Él seguía mirándome a los ojos y luchando por tragarse las lágrimas, y negó levemente con la cabeza ante mi pregunta. —¿Cuántas posibilidades había de que sobrevivieses a bordo de un barco y entre el puñado de personas que sobrevivieron contigo se encontrase la mujer de tu vida? ¿Cuántas posibilidades había de que te enamorases de ella de esta forma, de que sintieses un amor tan grande por ella, de que sintieses más amor que el que has sentido en toda tu vida? Piénsalo bien, Palomares, porque yo no creo en las casualidades. Si Dios os ha puesto a Vilma y a ti en este barco es por algo, y no precisamente para que la mires desde la distancia.
    Mis manos cayeron sobre mi regazo. Por un momento pensé que lo iba a negar todo, que me iba a replicar, pero la cara de él parecía mostrar que lo estaba sopesando. Lo más fuerte que Palomares tenía era su fe, y no la perdería nunca; pero cuando un corazón ama con tanta fuerza es difícil no aferrarte a las pequeñas posibilidades que aparecen ante tus ojos. Palomares estaba sopesando la idea porque su corazón estaba luchando con todas sus energías por dejar salir ese sentimiento y agarrarse a la que parecía su única oportunidad.
    Estela, no sé si...
    Lo sabes. Tu cara me lo dice, Palomares. Sabes que la quieres y que esto no puede ser fruto del azar, llámalo destino, llámalo decisión divina si quieres... pero tienes que luchar por Vilma.
    Vilma está con Piti, y lo que yo sienta o deje de sentir no va a cambiar las cosas.
    ¿Y crees que ella conseguirá ser feliz con él? —Él rehuyó mi mirada, centrándola en sus manos. —Conoces a Piti, sabes como es. No tiene mala intención, lo sé, pero la caga una y otra vez. Ese chico necesita poner en orden sus prioridades.
    Yo sé que quiere a Vilma...
    Yo también lo sé, pero con querer no basta, hay que saber querer y él no sabe. Es inevitable que la siga haciendo daño. Lucha por ella, Palomares. Vilma necesita a alguien que lo merezca. Y no existe ningún pecado en ser feliz.
    En realidad no esperaba que me asegurase que iba a luchar por ella en ese momento, pensaba darle un tiempo para cavilarlo. Posiblemente el chico estaba a punto de tomar la decisión más importante de su vida y no era una persona impulsiva, siempre medía muy bien sus movimientos antes de actuar y le daba varias vueltas a todo. Pero sí que lo había visto actuar por impulso en una ocasión... aquella vez que había besado a Vilma. Aquella vez que había obrado siguiendo las directrices de su corazón.
    Lo voy a hacer. Voy a luchar por ella.
    Lo miré sorprendida, pero dedicándole una sonrisa. Sólo Vilma conseguía que siguiese los impulsos del corazón, y parecía que aquella vez su órgano vital había logrado traspasar las murallas que había creado la fría razón con la que Palomares solía actuar. Y yo le iba a ayudar a conseguir su meta, ya era hora de enmendar algunos de mis errores. Si hasta entonces no le había contado a Vilma lo que había pasado entre Piti y Dulce era porque estaba realmente convencida de que Palomares no debía involucrarse con ella, y era la única forma de evitar que mi amiga se alejase de Piti. Pero ella merecía saber la verdad, aunque fuese sólo para poder tomar sus propias decisiones. El resto vendría después... y yo no lo veía tan negro como lo veía Palomares.
    Estoy segura de que los mejores años de tu vida están por llegar, Palomares.
    El chico sonrió, más nervioso de lo que lo había visto nunca, y me abrazó. Nos fundimos en un abrazo largo, necesitado, que mostraba sin palabras el agradecimiento que sentíamos los dos por la conversación que acabábamos de mantener. Esa amistad que se había ido formando poco a poco, sin que yo me diese cuenta, terminaba de rubricarse con aquel abrazo. Finalmente nos separamos, todavía embargados por la emoción; él se puso en pie y me tendió una mano que yo acepté gustosa para abandonar el suelo de la bodega en el que había pasado las últimas tres horas.
    Anda, vámonos de aquí, que Ramiro estará subiéndose por las paredes —dijo él entre risas. Lo miré extrañado.
    ¿Ramiro?
    Cuando no te vio en la cena se puso nervioso y debe llevar unas dos horas buscándote por todo el barco, estaba convencido de que te había pasado algo... —Una mirada enigmática surgió de sus ojos y me apretó el brazo levemente. —Lo estaba ayudando a buscarte, suerte que te encontré yo primero.
    Pues venga, que no lo quiero hacer sufrir más.
    Los dos salimos por la puerta de la bodega en un estado completamente distinto al que habíamos entrado, dejando atrás algunos miedos, algunas frustraciones... y habiendo ganado algo más que una amistad mutua.