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  1. Noche de Grinchs

    miércoles, 4 de enero de 2012

    No es mucho, pero bueno…nosotras somos las que defendemos los pequeños detalles, los pequeños momentos, las pequeñas cosas.

    Dentro de algo que empezó siendo tan pequeño que era casi diminuto yo encontré a dos grandes personas como vosotras, y esta es mi manera de decíroslo estas Navidades.

    Es cierto que poco a poco lo pequeño se hace grande, pero vosotras ya sois inmensas.

    NOCHE DE GRINCHS

    El Estrella Polar estaba sumido en el más profundo de los silencios, era noche cerrada y solo se escuchaba el sonido de las olas al chocar contra el casco, sonido al que incluso uno de sus más pequeños habitantes estaba más que acostumbrando, tanto, que ya no es que no interrumpiese su sueño, sino que era la mejor de las nanas para dormirlo.

    Arrullado por los sonidos del mar y ovillado en medio de la cama, arropado hasta la nariz como su madre lo había dejado, David dormía tras haber caído rendido; aquella noche le había costado conciliar el sueño, había costado un largo baño caliente, dos cuentos de su padre y uno de su madre, pero al fin había conseguido cerrar los ojos y dormir, y así hubiese seguido durante unas cuantas horas sino fuese por el ruido que escuchó en el pasillo.

    Tras el golpe que resonó el niño se levantó de un salto en la cama, miro al otro lado de la habitación donde dormían sus padres y pudo ver como su madre giraba removiéndose tras el golpe, si sus padres no se levantaban no había nada que temer, así que cogiéndose con más fuerza a se conejito de peluche, solo por si acaso, tiró de las mantas y las subió hasta su cabeza dispuesto a dormir de nuevo, al fin y al cabo el día siguiente sería un día muy importante. Pensando eso el pequeño cerró los ojos dispuesto a conciliar el sueño de nuevo, pero el nuevo golpe que escuchó hizo que se sentase de nuevo con rapidez.

    Tranquilo David, tranquilo, es solo un ruido no hay que asustarse de los ruidos – en ese momento un nuevo golpe seguido de un susurro se escuchó en el pasillo – y una porra solo un ruido. Hay alguien fuera.

    Con mucho cuidado el niño se liberó poco a poco de las mantas, se movió hasta quedar panza abajo y tras agarrar a su conejito por una de las orejas empezó a escurrirse lentamente hasta que sus pies, bien resguardados del frío en unos calcetines de lana, tocaron el suelo del camarote.

    Se giró, y tras comprobar que no había movimiento alguno en la cama de sus padres, comenzó a andar de puntillas hacia la puerta; cuando llegó a su destino pegó la cabeza contra la madera, y lo mismo hizo con la del conejo, para intentar escuchar algo de lo que pasaba en el pasillo.

    - Mierda de Navidades, mierda de regalos, mierda de infancia – protestó una voz.

    Esas palabras no se dicen, si dices esas cosas acabas sin pelo como el Tito Julián.

    - Shhh, vas a despertarlos y como los despiertes vamos a estropearlo todo.

    A mi ya me despertasteis, ¿qué se va a estropear?- el niño miró al conejo intrigado y negó con la cabeza, ninguno sabía aún de que hablaban aquellos señores.

    - Pues que se despierten, venimos a lo que venimos de todas maneras.

    ¿A que vienen? ¿No vendrán aquí?

    - Venimos a lo que venimos, pero hay que hacerlo con cuidado.

    Sí, sí, pero ¿a qué venís?

    - Lo que tiene que hacer uno por los regalos de Navidad.

    ¡Oh no! ¡El Grinch! Estos señores son Grinchs, tengo que hacer algo o van a llevarse todos los regalos de Navidad. No van a llevarse mis regalos de Navidad, yo he sido bueno, me he ganado esos regalos, además hice un collar para mamá con papá, y otro para Espe, y mamá me ayudo a hacer un dibujo mío con papá para enmarcarlo y regalárselo, no vais a robarme los regalos.

    ¡Los regalos de los Reyes! He tenido que comerme toda la papilla de algas para conseguir esos regalos, ¡no vais a llevaros mis regalos!

    Viendo peligrar sus regalos de Navidad, David decidió que aquello era demasiado serio como para manejarlo solo, además el tenía tres años y escuchaba tres voces distintas, Orejudo y él eran dos, pero aún así…necesitaba ayuda, alguien que pudiese enfrentarse a aquellos señores malos, alguien que no tuviese miedo; sin duda alguna, su padre.

    Corriendo, tanto como le permitían sus pequeñas piernas, se acercó a la cama de sus padres y tras coger carrerilla saltó para subirse; lo hizo a los pies de la cama, donde sabía que no tocaría a su madre y así ella seguiría durmiendo tranquila. Lo hacía mucho, cuando tenía frío, o miedo, o no quería despertarlos se subía por allí y escalaba entre los cuerpos de sus padres hasta llegar al medio, aunque siempre acababa despertándolos porque tenía que hacer fuerza para conseguir colarse en medio de su abrazo y que le hiciesen sitio. Había depurado la técnica desde que su madre tenía a su hermana en la tripa, sabía que su madre ahora comía por dos, descansaba por dos y como decía su tío Piti, pesaba por dos; por eso había perfeccionado el arte de subirse a la cama sin despertarla, saltaba a los pies y subía hasta el pecho de su padre que con una sonrisa se movía para hacerle un hueco, a él y a Orejudo.

    Esa era su idea, rodear los pies de su madre y despertar a su padre para que lo ayudase, pero en cuanto subió a la cama se le fue el alma a los pies, su padre no estaba allí.

    ¿Papá? – se giró a mirar si había luz en el baño, pero al ver la puerta abierta y el baño en completa oscuridad se asustó - ¡¿Papá!? ¿Pero dónde estás? Calma David, calma, lo primero es calmarse para saber que hacer, solo tenemos que calmarnos. ¡NO ME MIRES ASÍ OREJUDO! ¡Cálmate! Vale…a ver…solo tenemos que… espera, espera, espera. Cuando el tito Piti nos contó la historia del Grinch dijo que era un señor muy feo, verde, que venía a robar los regalos de Navidad de los niños; entonces mami llegó, le gritó, y nos cogió para llevarme a cenar pero ¿qué acababa de decir el tito? … … … ¡QUE SI NO HABÍAN LLEGADO LOS REGALOS SE LLEVABA A LOS NIÑOS! ¡Y LUEGO DIJO QUE TAMBIÉN SE LLEVABA A LAS MAMÁS RUBIAS E “INTERPINENTES”! No sé que significa “interpinente” pero mami es rubia, ¡¡PAPÁ!!

    ¿Y si se lo han llevado ya? ¿Se habrán llevado a papá para cogernos a mamá y a mí? Aiiii Dios, seguro, porque papá no dejaría que nos cogiesen. Tengo que hacer algo, tengo que hacer algo.

    Se bajó de la cama a todo correr, intentando no mover a su madre con las prisas y dar con alguna idea genial que los sacase de ese lío.

    Piensa Orejudo, piensa… ¿qué podemos hacer? A mamá no la puedo despertar, papá y yo tenemos que cuidarla y protegerla, aunque ella protesté, y ahora que Bebé está a punto de llegar más…Bebé, aún tengo que pensar un nombre para Bebé, mamá y papá están esperando a que dé con uno que me guste, Espe y Vale pueden ayudarme… ¡AHORA NO TENGO TIEMPO DE ESTO! Vamos a ver…a papá se lo han llevado ya, el tito Piti duerme abajo y antes de llegar a las escaleras me pillan seguro… ¿qué hago? ¡OH NO! La tita Salo también es una mamá rubia, van a llevarse a Espe y a la tita Salo. ¿La tita Julia es rubia? ¡Da igual! Se van a llevar a Vale y a Ricky también.

    - Papá – dijo el niño en voz alta ahogando un lloro, estaba solo, estaba asustado y no estaba su padre; quería igual a su padre y a su madre, con los dos se sentía igual de seguro, protegido y querido, pero de la misma manera en que era su madre la que mejor sabía donde hacerle las cosquillas, era su padre quien mejor lo tranquilizaba cuando tenía miedo. Él quería ser como su padre y su madre, valiente, decidido, y consecuente, que no sabía lo que era pero la tita Noa se lo llamaba mucho a los dos, así que se sorbió los mocos y decidió enfrentarse a los señores del pasillo.

    Se acercó a la cama donde su madre dormía de nuevo, y dejó a Orejudo a su lado.

    - Cuídalas – le dijo al conejo con su media lengua y mirándolo con seriedad – te tiero mamá, y ti tamién Bebé – se puso de puntillas todo lo que pudo para conseguir alcanzar la mejilla de su madre y le dio un beso antes de dirigirse al baño para coger su taburete.

    Una vez que volvió y dejó el taburete ya preparado junto a la puerta fue hasta el baúl donde guardaba sus juguetes, necesitaba algo para plantarles cara a aquellos Grinchs malos, mientras rebuscaba los ruidos se seguían repitiendo en el pasillo y cada vez los oía más cerca; ignorando sus temblores y sus ganas de hacer pis, que cada vez eran más grandes, David rebuscó hasta encontrar su espada de madera, había sido un regalo de cumpleaños que le encantaba y además ahora iba a serle útil, buscó también su capa de Superman y se la ató solo lo mejor que pudo; una vez que estuvo preparado suspiró y tras despedirse de Orejudo con la mano para que su madre no lo escuchase, se subió al taburete.

    Pegó de nuevo la cabeza a la puerta y escuchó como los pasos resonaban cada vez más cerca, sin pensarlo mucho más abrió la puerta con toda su fuerza y saltó al pasillo empuñando la espada lo mejor que podía.

    - ¡No vaz a tocar a mi mamá! – chilló al tiempo que cargaba contra las piernas de la primera figura que distinguió en la oscuridad.

    - ¡Aiii! – protestó la persona que recibió el golpe - ¡Que soy un Rey Mago! Para.

    - ¡Mentidoso! Erez el Grinch – protestó el niño golpeando las piernas con la espalda mientras su presa daba saltos intentando apartarse.

    - ¡Que soy un Rey Mago! No sé cual, pero soy uno.

    - ¡No! – insistió el niño sin cesar sus golpes.

    - En buena hora te hice la espadita – murmuró Piti en voz baja - ¡Palomares! Enciende la luz, que tu hijo va a dejarme como al cojo.

    - ¿Papá? – preguntó David esperanzado mientras intentaba apartarse de las manos de su tío, no había reconocido la voz en medio de su ataque y lo único que entendía era que el Grinch estaba intentando cogerlo para llevárselo; cuando el pasillo se iluminó pudo ver a su padre al fondo del pasillo, y sin prestar atención a la ropa que llevaba, a la barba postiza que sostenía en una mano o al saco que estaba su lado echó a correr hacia él llorando - ¡Papá!

    - Ei campeón, ¿qué pasa? – preguntó Andrés apresurándose a agacharse para levantarlo en brazos, David no contestó de entrada, echó los brazos, espada incluida, en torno a su cuello y hundió la cabeza en su hombro llorando con ganas - ¿te hemos asustado? – preguntó el joven padre dejando un beso en la cabeza del niño mientras acariciaba su espalda.

    - Ez el Grinch – explicó el niño controlando las lágrimas para señalar a Piti, que aún con su barba de Melchor puesta se sobaba las pantorrillas con gesto de dolor – ez el grinch y viene por los regalos, y zi no teniemos regalos ze lleva a los ninios, y a las mamás rubias y interpinentes.

    Antes de que Andrés tuviese tiempo de contestarle a su hijo dos voces lo interrumpieron.

    - ¿Pero que barullo estáis montando? Vais a despertar a…- Ramiro dejó la frase a medias, viendo que una de las personas a la que temía despertar estaba en brazos de su padre, fuertemente abrazado a su cuello y congestionado por el llanto.

    - ¿Qué pasa? – preguntó Vilma somnolienta, ahogando un bostezo y con Orejudo bien sujeto en una mano, al ver como se encontraba su hijo despejó de golpe e iba acercarse a él y a su marido cuando Piti le contestó:

    - Pasa que tu hijo se cree Rambo, casi me da una paliza.

    - Algo le harías – contestó dándole un golpe suave con el codo - ¿qué pasa? – le preguntó a Andrés llegando a su lado y poniéndose de puntillas para dejar un beso en la cabeza del niño.

    - Que no sé porqué piensa que somos el Grinch – respondió el chico mirando a Piti acusadoramente.

    - Voy a matarte – amenazó Vilma a su amigo en un susurró mientras acariciaba la cabeza del niño – a ti, al Grinch, y a los malvados árbitros que favorecen al Madrid y vienen a por los niños que no se acaban las sardinas.

    - Intentaba ayudar – se defendió Piti – además el lesionado soy yo.

    - Va a hacer tres años, no tiene tanta fuerza – dijo Ramiro rodando los ojos.

    - A ver, David escucha – le pidió Andrés al niño que finalmente levantó la cabeza de su hombro, y lo miró con los ojos llenos de lágrimas mientras movía una de sus manitos para coger la de su madre – no es el Grinch, es el tío Piti, muy feo y con una barba muy larga, pero es el tío, ¿ves? – le dijo girándolo para que viese a su tío que ya se había quitado la barba para ayudar a tranquilizarlo.

    - ¿No ez el Grinch? – preguntó aún inseguro, aunque si su padre lo decía, él lo creía.

    - No cariño – le aseguró su madre esta vez entregándole su conejo – son igual de listos, pero no es el Grinch.

    - Enonces, ¿qué hacéis azí vestidos? – quiso saber secándose las lágrimas.

    - Ahora te lo contamos enano, pero ¿qué hacías tú? – preguntó Vilma para ganar algo tiempo.

    - No poría dejar que ze os llevasen, ni a ti, ni a Bebé, ni a la tita Salo, ni a Espe, ni a Vale, y no zé zi a la tita Julia, que no zé zi es rubia, ni a Ricky.

    - ¿Si no es rubia no se la llevan? – le preguntó Ramiro con una sonrisa desde las escaleras, Vilma y Andrés estaban casi de espaldas a él, pero David lo veía perfectamente desde los brazos de su padre; el niño negó con la cabeza y un bostezo cortó la respuesta que Vilma iba a dar.

    - Parece que no, porque según cuentan el Grinch solo se lleva a las mamás rubias e impertinentes, ¿no Piti? Pero solo si no hay regalos que llevarse claro – contestó Andrés rodando los ojos y dejando un beso en la cabeza de Vilma, que la había apoyado en su hombro y se había sujetado a su cintura con el brazo del que no se había apropiado David.

    - Ehh sí, sí; pero ya no tienes que preocuparte por el Grinch terremoto – contestó Piti acercándose a ellos e intentando arreglar el disgusto del niño – porque…

    - ¿Nos hemos desecho de él? – ofreció Ramiro al ver la desesperación de la cara su amigo.

    - ¿Le habéis hecho pupa? – preguntó David sorprendido – Porque eztaba junto a la puerta, ze quejó de que costaba mucho hacerce con los regaloz.

    - Sí, sí, le hemos hecho pupa – continuó Piti sabiendo que el niño estaba haciendo alusión a una frase suya, Palomares y Ramiro no dejaban de decirle que no hiciese ruido, pero se había olvidado de coger su linterna y no veía nada, así que había ido golpeándose contra todo lo que aparecía en su camino por culpa de la maldita túnica – le he dado una patada en los dientes y se ha ido – dijo contento ofreciéndole la mano al niño para chocarla, cosa que el pequeño hizo con ganas.

    - Yo sí que te voy a dar una patada en los dientes – siseó Vilma haciendo reír a Andrés y Ramiro.

    - ¿Y eza ropa? ¿Y loz zacos? – preguntó el niño ya con una sonrisa.

    - Es un secreto, ¿nos lo guardas peque? – preguntó Andrés, su hijo asintió con ganas, llevándose la mano al corazón y arrancándole así una sonrisa a todos los presentes. El chico se apartó de su mujer para acuclillarse en el suelo, movió al niño hasta sentarlo sobre su rodilla y con cuidado abrió uno de los sacos para enseñarle los regalos que había dentro – Los Reyes Magos nos mandaron una carta por paloma mensajera el otro día, ellos van en camello y los camellos no saben nadar, así que no sabían como hacer para traernos las cosas. Al tío Ramiro que sabe mucho de estas cosas, se le ocurrió que nos podían mandar los regalos en un águila y así nosotros los podíamos repartir – el niño paseaba la vista entre el saco y su padre con la boca abierta, mientras su madre los miraba con una sonrisa tierna, al tiempo que se acariciaba la barriga y los otros dos sonreían ante la escena- pero claro, nos dijeron que para hacerlo bien del todo nos teníamos que poner la ropa de reyes magos, si íbamos a hacer su trabajo teníamos que hacerlo bien.

    - ¿Zois Reyes Magos ahora?

    - Sí – aseguró Piti con vehemencia – hasta que lleguemos a tierra somos los Reyes Magos. ¿Mola o no mola?

    - Bahh chaval, mola – aseguró el niño pronunciando como podía algo que siempre le oía a su madre, los cuatro adultos se echaron a reír con ganas al oírlo y antes de que nadie pudiese decir nada alguien más se sumó a la escena.

    - ¡Relalos! – chilló Esperanza.

    Los chicos se giraron y vieron como De la Cuadra, todavía mas dormido que despierto, abría la puerta de su camarote y su hija se soltaba de su mano para ir corriendo hasta donde estaban. El grito de la niña puso en pie a medio Estrella Polar y al final todos se trasladaron al comedor para un temprano desayuno de Reyes.

    Había pasado ya casi una hora, y mientras la tripulación acababa de desayunar entre villancicos y risas Valeria, David, Esperanza y Ricky, sentando en el regazo de su madre, jugaban con sus regalos sentados en el suelo del comedor; Vilma tomó el último sorbo de su chocolate y se apoyó contra el hombro de Andrés, que se apresuró a mover el brazo para rodear sus hombros y así abrazarla y dejarla más cómoda contra su pecho.

    - ¿Sabes que tu hijo salió al pasillo armado con la espada y la capa al grito de “no vas a tocar a mi mamá”? – preguntó Andrés dejando un beso en la frente de Vilma.

    - ¿Ah sí? – respondió ella con una sonrisa orgullosa - ¿Qué pasó exactamente?

    - Me lo contó cuando lo llevé al baño; escuchó a Piti protestar por los regalos, y pensó que era el Grinch que venía con sus compinches a llevárselos, y además Piti le había dicho que si no había regalos se llevaban a los niños y…

    - Y a las mamás rubias e impertinentes, lo sé – bufó la chica jugando con sus dedos y los de la mano de Andrés que descansaba en su hombro.

    - No eres impertinente – le aseguró él dándole un beso rápido y llevando la otra mano a su abultada tripa tras terminarse el café – Quiso despertarme, pero claro, yo no estaba, no te quiso llamar porque sabe que tienes que descansar y como supuso que no podría avisar a Piti a tiempo, dejó a Orejudo para protegeros y salió dispuesto a enfrentarse al Grinch; ¿qué te parece?

    - Me parece que mi hijo va ser un gran hombre, y que todo es gracias a que su padre lo es – respondió Vilma girándose lo suficiente como para besarlo en condiciones, Andrés sonrió contra su boca y enterró la mano en su pelo para profundizar el beso, aunque no pudo llegar a hacerlo porque un carraspeo llamó su atención; ambos se separaron y vieron a su hijo mirarlos desde el suelo.

    - Hola – saludó sonriendo y levantando los brazos para que lo subiesen con ellos al banco, Andrés se movió para agacharse y levantarlo y lo dejó sentando en sus rodillas.

    - ¿Te gustan tus regalos peque? – preguntó tras dejar un beso en su coronilla.

    - Mucho, dale las gacias a los reyes de mi pate.

    - ¿Quieres más chocolate? – preguntó Vilma con una sonrisa al tiempo que cogía la taza del niño.

    - No, bueno…sí – pidió con una sonrisa, la chica se inclinó y le dio de beber a pequeños sorbitos mientras sujetaba su barbilla con una mano para ayudarlo – gacias mamá – dijo el pequeño cuando acabó.

    - De nada – respondió su madre riendo – Alaaa, menudo bigote – ante su frase y su risa el niño se puso de pie en el banco con ayuda de su padre, y se acercó a ella para dejar un sonoro beso en su mejilla que dejó un cerco de chocolate; se alejó tapándose la boca para disimular su risa y su madre se apresuró a cogerlo para hacerle cosquillas.

    - ¡Papá! ¡Papá! ¡Papá! – gritó David pidiendo ayuda entre risas al cabo de un instante.

    - Búscate otro niño que torturar – le dijo Andrés a Vilma tras quitarle a David de entre los brazos con una sonrisa.

    - Os encanta que os torture con mis cosquillas- respondió ella dándoles un beso a cada uno, tras poner cara de mala mientras movía las manos, como si fuese a hacerle cosquillas a ambos.

    - ¿Y a que viniste si no es por chocolate? – quiso saber Andrés al ver que el niño se retorcía ya mirando el suelo donde los demás seguían jugando.

    - ¡Ah zí! Como los Reyes me trajeron muchas cozas, quiedo…quiedo…- murmuró nervioso mirando a Julia – quiedo…cedelde la custodia de Orejudo a Bebé.

    - ¿Cederle la custodia de Orejudo? – preguntó Vilma asombrada sin saber si había escuchado bien.

    - Zí, yo zoy mayor ya, Bebé nececita un peluche y zoy su hermano mayor. Teno que cuidarla.

    - ¿Estás seguro peque? – preguntó Andrés – Es tu conejo y lo quieres mucho.

    - Zí, y es muy bueno, pero a Bebé la quiero más – explicó David encogiéndose de hombros como si realmente no le costase desprenderse del conejo, cosa que sus padres sabían que no era cierta, tenía a ese conejo desde el día en que había nacido, y desde aquel mismo día no lo había soltado jamás cuando dormía; emocionados los dos le dieron un beso y el niño los abrazó como pudo con sus pequeños brazos. Una vez que el abrazo acabó bajó del banco de un salto y echó a correr.

    - Enano – lo llamó Vilma - ¿ya tienes nombre para Bebé?

    - Sin preciones mamá – protestó el niño parándose para contestarle y volviendo a su carrera al momento, haciendo que sus padres estallasen en risas.

    - Se parecerá a mi, pero no puede negar quien es su madre – rió Andrés volviendo su brazo en torno a los hombros de Vilma.

    - ¿También vas a llamarme rubia impertinente? – cuestionó ella girándose a mirarlo y fingiendo enfado.

    - Jamás – negó él acercándose a ella – rubia imponente quizás, o rubia de las que deja sin habla, rubia con una sonrisa que para el mundo y me acelera el corazón – enumeró casi en sus labios.

    - Eso ya me gusta más – concedió ella regalándole una sonrisa de esas antes de besarlo, y ahora sí, perderse en el beso.