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Cuestión de fe. Capítulo 6
domingo, 3 de abril de 2011
Palomares tocó la puerta de la cocina con los nudillos y asomó la cabeza al interior.
—¿Se puede?La única persona que estaba en la cocina era Salomé, que en ese momento se encontraba colocando unas latas en los armarios del fondo. Se giró y le sonrió antes de hablar.—Claro hijo, pasa. Estoy terminando de colocar esto, ya termino.El chico dejó la puerta entornada tras su espalda y se sentó en una silla a esperar que Salomé terminase lo que estaba haciendo. Tenía las manos entrelazadas y las colocó encima de la mesa mirándolas fijamente, mientras su mente viajó a lo que llevaba pensando los últimos tres días: una conversación que había tenido con Vilma. Ella no quería a Piti, no estaba enamorada de él. Cada vez que se pronunciaba a sí mismo esas palabras sentía una pequeña sacudida en su corazón, porque se recordaba que él mismo estaba enamorado de Vilma. Él, que había pasado seis años metido en un seminario y se había convertido en cura, para que ahora una chica se cruzase en su camino y pusiese todo su mundo patas arriba...—Andrés, ¿me estás escuchando?La voz de Salomé hizo que levantara la mirada y la viese sentada frente a él, esperando una respuesta. Por un momento se había olvidado de que había acudido a la cocina porque Salomé quería confesarse. En ese barco todos seguían considerándolo sacerdote, pese a las dudas que él tenía guardadas en su interior y que no era capaz de contar a nadie. Se obligó a despejar su mente y le sonrió a la mujer, dispuesto a dar lo mejor de sí mismo.—Sí, perdona. Estaba distraído.—No hace falta que lo jures. —Salomé se levantó de su silla y se acercó a uno de los armarios. —Voy a prepararte algo de estraperlo, pero no lo vayas contando por ahí, ¿eh?Palomares rió y asintió con la cabeza. Todos los que estaban en ese barco tenían suerte de que ella estuviese allí, supliendo de alguna forma la falta de una madre. En pocos minutos Salomé estaba de vuelta en la mesa con un vaso de leche caliente y dos galletas, y volvió a sentarse frente a él.—No te puedo dar más, lo siento. —dijo mientras le daba unas palmaditas en el dorso de la mano.—Muchas gracias Salomé, qué haríamos sin ti... —Mojó una galleta en la leche y se la llevó a la boca, y cuando la hubo tragado volvió a hablar. —Bueno, ¿qué querías contarme?—Pues... La verdad es que quería hablarte de Ulises.Andrés la miró extrañado porque no se esperaba algo así. Pensaba que querría hablarle de De la Cuadra o incluso de Burbuja, con todo lo que había pasado el pobre últimamente... Con mucha curiosidad hizo un gesto para que ella siguiese hablando mientras tragaba su último trozo de galleta.—Ulises es el hijo de Julián, Andrés. Y yo estoy casada con su padre. —Palomares recordó con cariño la ceremonia que había oficiado él mismo apenas dos meses antes. —Sé que no puedo ser su madre, ni lo pretendo, pero me gustaría que me viese como alguien más cercano que la cocinera del barco en el que está.Sin necesidad de más palabras el rubio entendió perfectamente cómo se sentía ella; no podía ser indiferente al hijo de la persona que amaba, al igual que él no podía ser indiferente al hijo de Vilma. La cogió de las manos e intentó transmitirle seguridad con una sonrisa.—Salomé, creo que nadie en este barco te ve como una simple cocinera, te has convertido en algo así como nuestra madre. —Ella hizo amago de interrumpirlo, pero él no la dejó. —Sí, lo sé, sé que no quieres que Ulises te vea como el resto. Pero de verdad creo que no te ve así.Ella no quedó muy contenta con la respuesta.—¿Realmente lo crees?—De verdad, Salomé. Lo creo por la forma en la que habla de ti cuando no estás delante, y por las veces que se cuela en la cocina con la excusa de que quiere comer algo para hablar contigo. ¿Crees que con nosotros habla mucho de Ainhoa? Claro que no.—Es que está enamoradito de ella, el pobre... Aunque no lo diga abiertamente, eso se ve. —Salomé sonrió con seguridad, dándose cuenta de que Palomares tenía razón. —Y mi niña sigue con ese hombre del que no me fío ni un pelo...—¿Lo ves? Eres una madre para todos, lo llevas dentro.—Muchas gracias, hijo. Siempre me viene muy bien hablar contigo—Él sacudió levemente la cabeza quitándole importancia al asunto y bebió de un trago lo que le quedaba de leche antes de volver a hablar.—Bueno, para las confesiones está el cura, ¿no? —Salomé lo miró a los ojos, y sonrió.—No te he elegido para hablar porque seas sacerdote, Andrés. Acudo a ti siempre porque sabes escuchar de verdad.Una sensación extraña recorrió a Palomares, complacido de que no le vieran simplemente como un sacerdote, porque él era algo más que eso, cada vez estaba más seguro, y el alzacuellos que antes llevaba tan gustoso había empezado a apretarle. Se había intentado convencer de que lo que sentía por Vilma tenía que quedarse allí porque ella estaba enamorada de su mejor amigo y él seguía siendo sacerdote, pero la primera pieza del dominó había caído y amenazaba con empezar a tirar todas las demás. No había perdido su fe en Dios, ni mucho menos. Saber que estaba en un barco a la deriva no había erosionado ninguna de sus creencias, pero tal vez su misión como sacerdote ya no tenía ningún sentido. Casi cinco meses después de saber que el mundo había llegado a su fin las aguas estaban lo suficiente calmadas como para que su labor no hiciese falta.—Andrés. —La voz de Salomé lo sacó de sus pensamientos. —No es bueno escuchar siempre a los demás y guardarte todo lo que te pasa para ti.Palomares la miró sin saber exactamente qué pasaba por la mente de la mujer, pero temiéndose lo peor.—No sé a qué te refieres.Escucharon cómo la puerta chirriaba levemente, y se giraron pero allí no había nadie. Palomares intentó aprovechar para evadir el tema pero Salomé no le dejó.—Sé que te gusta alguien, cielo. Eso se nota. —El chico se frotó las manos nervioso y levantó la mirada hacia ella.—¿Tan transparente soy?Salomé rió y negó con la cabeza, pero satisfecha porque había dado en el clavo y había logrado que él no se lo negase.—No, tranquilo. Pero yo me doy cuenta de esas cosas.—De todas formas da igual, Salomé. —dijo Andrés. Se recostó en la silla y suspiró sonoramente, y Salomé pudo ver lo difícil que era para él esa situación. —No va a pasar nada.—No tienes que sentirte obligado a nada, cielo. Eres libre de hacer lo que quieras, los caminos que se toman se pueden desandar para escoger uno mejor.—Ese no es el único problema, Salomé. —Palomares se puso de pie con intención de irse, no estaba preparado para seguir hablando de ello. —No soy el único elemento de la ecuación. —Se giró en dirección a la puerta, pero lo siguiente que dijo la mujer hizo que se frenase y se volviese a mirarla.—No creas que conoces todo lo que Vilma puede llegar a sentir.—¿Cómo...? ¿Cómo sabes que es ella? —Salomé sonrió e hizo un gesto con la mano quitándole importancia.—¿Quién si no? A veces una mirada vale más que mil palabras.Palomares sonrió y salió de la cocina cerrando la puerta tras su espalda, pero algo lo empujó contra la pared que había junto a él. Tras unos segundos de confusión levantó la cabeza y se encontró a Piti frente a él, con los brazos cruzados y cara de pocos amigos. Palomares no entendía nada. Aquella misma mañana había estado con él y no había ningún problema entre los dos... Piti le dio un golpecito en el pecho con el dedo y le habló casi gritando.—¡Eres un hijo de puta, Palomares! ¡Un hijo de puta!Ahora sí que no entendía nada. ¿Qué había hecho él? Intentando no alterarse mucho se separó de la pared y puso las manos en alto, en señal de que no pensaba hacerle nada a Piti.—¿Qué te pasa, Piti? No entiendo nada.—Eras tú, tenía que haberme dado cuenta. ¡Por tu culpa Vilma se ha alejado de mí! —Piti siguió levantando la voz y gesticulando mucho, mientras Palomares seguía sin comprender por qué él era la razón de la separación de Piti y Vilma.—Piti, de verdad, no sé qué estás pensando pero yo...—¡Te gusta! —El moreno lo interumpió. —¡Todo este tiempo te gustaba! Ella se lleva muy bien contigo y confía plenamente en ti, y tú has hecho que se aleje de mí, que deje de quererme.La situación empezaba a cobrar algo de sentido en la mente de Andrés. Piti acababa de escuchar su conversación con Salomé, de eso estaba seguro, pero lo había malinterpretado todo. No había hecho nada para que Vilma se alejara de él, había sido ella misma la que se había dado cuenta de cuáles eran sus sentimientos. Debido al alboroto Salomé salió de la cocina alarmada.—¿Qué está pasando aquí?—Lo que pasa aquí es que Palomares es un cabrón. Mucho predicar, pero se dedica a joder a los demás para su propio beneficio.—Piti, de verdad, yo no he hecho nada. Al revés, ¡si le dije que debería darte una oportunidad!Él no le creyó y se abalanzó hacia el rubio. Salomé intentó ponerse en medio de los dos pero no pudo evitar que Piti empujase de nuevo a Palomares, esta vez con más fuerza, y el chico se golpeó con el marco de la puerta de la cocina.—¡Piti!Era la voz de Vilma. Palomares miró hacia el fondo y la vio acudir corriendo hacia donde estaban los dos, y cuando llegó se agarró a su brazo. Miró a uno y a otro alternativamente muy seria antes de hablar.—¿Qué os pasa?—¿Que qué me pasa? —Que Vilma se hubiese agarrado al brazo de Palomares no había ayudado precisamente a que Piti se calmara. —Que Palomares ha conseguido que me dejes.—¿Qué? —La cara de Vilma mostraba total incredulidad. —¿Pero qué estás diciendo?—Que te ha comido la cabeza, Vilma. A saber qué te ha dicho para que dejes de quererme.Vilma se soltó de Andrés, que estaba intentando calmarse, y se acercó a Piti.—Piti, él no ha hecho nada. Es más, fue él quien me convenció de darte otra oportunidad. Pero no te quiero, Piti, y nadie puede hacer que eso cambie.Piti pareció calmarse un poco, y Salomé se acercó a él y lo cogió por los hombros.—Piti, ¿de verdad crees que Palomares haría que Vilma te dejara?—¿Qué razón tendría para ello? ¿Jodernos a los dos? —dijo Vilma. Piti miró a Palomares, y este negó levemente con la cabeza, intentando que Piti captase su mensaje.—Ninguna. —Palomares suspiró aliviado. —Lo siento, no sé qué me ha pasado. Lo he interpretado todo mal.Andrés se acercó a él y le dio un golpecito en el hombro, quitándole hierro al asunto.—No te preocupes. Llevamos cinco meses moviéndonos en los pocos metros cuadrados de este barco y estamos todos muy nerviosos.Piti le dedicó un mudo asentimiento, y Salomé se lo llevó a la cocina para terminar de calmarlo. Con leche con galletas, pensó Palomares sonriendo. Una charla con Salomé era lo que todos necesitaban en momentos así. Salió con Vilma a la cubierta, pensando que ahora había dos personas en ese barco que sabían que sentía algo más que amistad por la chica que estaba a su lado, pero pensando sobre todo en lo que le había dicho Salomé antes de salir de la cocina.Publicado por Paola en 6:01 | Etiquetas: Cuestión de fe, Paola | 0 comentarios | Enviar por correo electrónico Escribe un blog Compartir en X Compartir con Facebook |
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Cuestión de fe. Capítulo 5
viernes, 25 de marzo de 2011
Mientras caminaba hacia su camarote Vilma no podía dejar de pensar en la conversación que acababa de tener con Andrés y en la decisión que había tomado. Iba a darle otra oportunidad a Piti. Ahora mismo su cabeza era un torbellino de ideas y sentimientos girando a toda velocidad mientras todavía quedaban restos en sus mejillas de las lágrimas que había derramado. Palomares le había dicho que Piti la quería y estaba muy seguro de ello. Ella misma era consciente de que el rubio no iba a asegurarle algo así si no creía en ello a ciencia cierta, pero no podía evitar preguntarse si de verdad había tomado una decisión correcta. Palomares también le había preguntado a ella si quería a Piti, y había deducido que sí por su reacción... Pero ella no estaba tan segura.Hacía tres semanas el muro de piedra de su corazón estaba lleno de grietas provocadas por Piti, pero no había llegado a romperse. Estuvo a punto, pero entonces él lo fastidió todo... Ahora el muro de su corazón era de acero macizo y no iba a ser tan fácil sobrepasarlo. Lo quieres, pensó. Quieres a Piti. Sabía que no iba a ser nada fácil para ella pero se autoconvenció de que podría tener una relación sincera con él, que nunca más la fallaría. Piti aprendería de sus errores, y ella se dejaría querer y destruiría ese muro hasta que no quedasen ni los cimientos.Con este pensamiento en la cabeza llegó a su camarote, pero no alcanzó a entrar; lo que vio al abrir la puerta la dejó plantada en el sitio. Todo su camarote estaba repleto de velas. En las estanterías, en el suelo, en el escritorio. En cualquier sitio posible teniendo en cuenta que estaban en un barco. Y en el centro del camarote estaba Piti con una sonrisa. Ella siguió paralizada sin traspasar el umbral de la puerta, sin saber cómo reaccionar o qué decir. No se esperaba algo así, y menos en ese momento. Piti se acercó a ella, la cogió de las manos y la llevó al interior del camarote, cerrando la puerta después. Por su cara podía adivinarse lo que el chico estaba pensando... Que al menos ella no lo había mandado a la mierda. Era buena señal teniendo en cuenta cómo lo había tratado las últimas semanas.Con las manos aún sobre las suyas y mirándola a los ojos comenzó a hablar.—Vilma... Sé que no tengo derecho a pedirte nada después de lo que te hice, pero sólo dame un momento para hablar. Si después quieres irte y dejarme aquí hazlo, pero déjame unos minutos por favor. Sólo unos pocos.Vilma tenía un nudo en la garganta y apenas podía aguantar las lágrimas. Todavía no se había recuperado de la conversación con Andrés y se encontraba con un Piti que había llenado su camarote de velas y que la miraba con una intensidad que incluso dolía. Se fijó en la cantidad de velas que había traído... No pensaba que pudiera haber tantas en un barco. Cada una era de una forma y tamaño distintos, como si hubiese estado recopilándolas de cada rincón posible de aquel buque. Sin duda Piti se estaba esforzando por ella, y eso acrecentó su intención de darle una oportunidad, así que asintió levemente en silencio sin soltarse de sus manos. Piti sonrió, y su voz no tembló ni un momento con lo que dijo a continuación.—Vilma, yo siempre me he sentido muy solo. Con todo lo que pasó con mi hermano, con cómo afectó eso a mis padres... En casa nada era fácil, nunca hubo mimos o palmaditas en la espalda. Y yo quería demostrar que me daba igual, que era un chico duro que podía cuidar de mí mismo. Que al igual que yo no le importaba a nadie, nadie me importaba a mí. Y lo conseguí. Nunca me he sentido unido a nadie, nunca he querido a nadie. Hasta que subí a este barco. —En este punto Piti desvió la mirada unos segundos hacia el suelo, pero enseguida la volvió a fijar en las pupilas de Vilma. —Te quiero, Vilma. Eres la única persona que he querido en toda mi vida, tú y ese niño del que me siento ya padre. —El chico soltó una de sus manos para colocarla suavemente sobre su barriga. —Y si hice lo que hice fue porque quería seguir negándome a mí mismo que podía estar tan aferrado a alguien, pero ya no quiero hacerlo. Estoy enamorado de ti, Vilma, y nunca he estado tan orgulloso de algo en mi vida.El muro que rodeaba el corazón de Vilma se resintió con todo lo que Piti le acababa de decir. Nunca, jamás en toda su vida alguien le había mostrado sus sentimientos de esa forma, consiguiendo que de verdad se sintiese querida. Las lágrimas que había contenido durante esos minutos se abrieron paso por sus mejillas y un sollozo salió de su pecho. Piti no podía dejar de mirarla preocupado, sin entender muy bien qué significaba su reacción.—Eh, cari... ¿estás bien? Ven, siéntate aquí... —Piti la llevó hacia su cama con cuidado de que no pisasen ninguna de las velas que había colocado y la ayudó a sentarse. Ella no dejaba de llorar sin decir nada. —Por favor, dime algo. ¿Estás bien?Vilma intentaba callar sus sollozos mientras su mente giraba a toda velocidad. Pensaba en todo lo que le había dicho Piti, en la soledad que sentía, en su hijo, en el muro de su corazón... Lo necesitaba. Su hijo no podía nacer ya huérfano, necesitaba un padre que cuidase de él, que le enseñase a jugar al fútbol y con el que pudiera hablar de la chica de la que se había enamorado. Y ella también necesitaba a alguien que la animase a tirar para adelante, que la sostuviese en medio de aquel naufragio que era su vida. Además, ella le quería, ¿no?Piti seguía aguardando una respuesta de ella, pero no se esperaba lo que ocurrió a continuación. Vilma se lanzó a sus labios, capturándolos con el beso más imperioso que había saboreado nunca. Enroscó los brazos en torno a su cuello, y Piti respondió inmediatamente al beso moviendo sus labios y cogiéndola de la cintura. Llevaban tres semanas sin tocarse pero por la urgencia con la que Vilma actuaba pareciese que habían pasado siglos. Las manos de él se movían por sus costados, colándose debajo de la camiseta y erizando el vello de la rubia, mientras sus lágrimas saladas se confundían entre la piel de uno y de otro.No era la primera vez que se tocaban así y habían llegado mucho más lejos en otras ocasiones, pero nunca había sido tan acelerado, tan pasional. Ella llevó sus manos a la espalda y cuando sintió que él rozaba sus clavículas, clavó sus uñas en la piel del chico. El corazón de Vilma latía de forma tan apresurada que podría tirar abajo todo su muro de un sólo golpe, pero aquella muralla seguía aguantando y aguantando. Piti abandonó sus labios para dejar besos por su cuello y comenzó a susurrarle palabras al oído, palabras con las que cualquier persona se hubiese derretido. Pero no ella. La urgencia lo estaba cubriendo todo, y su corazón no reaccionaba de la forma que había esperado. Ni una grieta, ni una sola grieta. Se separó de él de golpe, dejándolo con el rostro desconcertado, y entonces la verdad acudió a su cerebro como si siempre hubiese estado ahí, clara, brillando por sí misma. No estaba enamorada de él. Había confundido otra cosa, amistad, un cariño muy fuerte... con amor.Su descubrimiento cayó sobre ella como un balde de agua fría. La necesidad de depender de alguien la había confundido hasta tal punto que se había obligado a sí misma a querer a Piti, a enamorarse de él. Toda la angustia de aquellos meses abandonó su corazón permitiéndole respirar hondo, sintiéndose libre en cada uno de los poros de su piel. Miró a Piti, y supo que él necesitaba una explicación sincera sobre su extraño comportamiento.—No te quiero, Piti. No estoy enamorada de ti. —Al principio él pareció no entender, pero su cara fue mostrando paulatinamente el pensamiento de que ella hablaba en serio. —Acabo de darme cuenta... Llevo meses engañándome a mí misma y obligándome a sentir algo por ti, pero no he logrado quererte como tú quisieras. Lo siento.La chica rompió a llorar de nuevo abrumada por la verdad y tras unos segundos en silencio Piti la abrazó, sabiendo que para ella nada de esto había sido fácil.—Eh, venga, tranquila. Lo superaré. Sabes que esta tarde monto otra ronda de citas de diez minutos y me consigo una nueva churri.Vilma rió levemente y se separó de él para mirarlo a los ojos.—Pero una que te merezca, ¿eh? No cualquier potrilla.—Prometo que tendrás que aprobar mi elección.Vilma lo volvió a abrazar, siendo consciente de lo complicado que iba a ser este asunto para él y alegrándose de que al menos pudiesen seguir siendo amigos. Aunque no estuviese enamorada de él, Piti era una persona importante para ella, había tirado de su mano cuando lo necesitaba y no estaba dispuesta a perderlo. El chico le dio un beso en la cabeza y se levantó de la cama sonriendo para después desaparecer por la puerta del camarote, dejando a Vilma rodeada de velas, sintiéndose libre y con la acuciante necesidad de contarle todo al que se había convertido en un pilar de su vida. Andrés.
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Cuestión de fe. Capítulo 4
viernes, 18 de marzo de 2011
Eran las nueve de la mañana y Palomares disfrutaba de las gotas de agua caliente que tanto relajaban sus músculos. Como cada dos días, por aquello de la restricción del agua, tomaba una ducha junto a sus dos compañeros de habitación antes de bajar a desayunar su galleta y su vaso de leche. Casi todos habían bajado de peso por la poca comida que les daban, excepto Vilma, a la que ya se le notaba su embarazo de veinte semanas. Todos los días alguno de sus amigos le cedía parte de su comida porque sabían que ella tenía que comer por dos. Precisamente en ese momento, en las duchas, estaban hablando de Vilma.—Que os lo digo yo, la tengo en el bote. Un par de días más y me perdona.Ramiro y Palomares se miraron con cara de circunstancias. Todas las mañanas igual.—Pero Piti, si llevas tres semanas diciendo lo mismo... —Ramiro salió de la ducha y se envolvió con una toalla mientras se dirigía hacia su taquilla.—Que no, Ramiro, que esta vez sí, que lo sé yo. —Piti lo siguió y comenzó a echarse desodorante, mientras Palomares seguía bajo el agua disfrutando de sus últimos minutos de agua caliente. Prefería no entrar en la conversación que sus dos amigos estaban teniendo... Hacía tres semanas que Vilma había dejado a Piti, y él seguía obcecado con ella. Hasta que no lo perdonase no iba a parar.—Anda venga, vamos a desayunar... —El cojo cerró su taquilla y miró a Piti, pero este no se movió.—Vete tú, que... que yo me tengo que retocar la barba.Por la cara que puso Ramiro estaba claro que no le creía una palabra.—Pero Piti si ya te la retocaste ayer...—Bueno pero no me gusta cómo me la he dejado. Anda, venga, vete yendo que luego te quedas sin galleta por mi culpa y me vienes llorando. —Piti prácticamente lo empujó fuera del vestuario, pero el cojo prefirió pasar del tema e ir al comedor. Al fin y al cabo, no quería quedarse sin galleta.Cuando el agua caliente se acabó, Palomares salió de la ducha y se anudó a la cintura una toalla roja, mientras caminaba a abrir su taquilla para coger el desodorante. Piti se puso junto a él y cerró la taquilla de golpe para que le prestase atención, con una sonrisa en la cara.—¿Qué quieres Piti? —La voz de Palomares sonaba cansada; lo que menos le apetecía en ese momento era hablar con él..—Padre, necesito su ayuda. Es mi última esperanza.Palomares se dio la vuelta y comenzó a vestirse. Una petición así viniendo de Piti no podría ser buena, pero se obligó a recordar que era su mejor amigo y que lo correcto era ayudarlo. Aunque fuese simplemente por caridad cristiana. Terminó de ponerse la ropa y se sentó en el banco que había en medio de los vestuarios—A ver, cuéntame que te pasa anda.Piti sonrió y se apresuró a sentarse junto al cura antes de empezar a hablar.—Necesito ayuda con Vilma. —La cara de Andrés cambió cuando entendió a qué se refería. —No pongas esa cara Palomares, te necesito de verdad. Eres el mejor amigo de Vilma, pasa mucho tiempo contigo y eres de los pocos en los que confía. ¡La conoces mejor que nadie! Me tienes que ayudar con esto.—¿Que te ayude, Piti? —Palomares se levantó de su asiento y su voz adquirió un tono de volumen mayor. —Le hiciste creer que te importaba de verdad, ella y su hijo, que ibas a estar ahí para cuando lo necesitara. Y mientras te liabas con Estela, mientras ella pensaba que la querías.Piti imitó su gesto y se puso en pie, hablando más alto de lo normal.—¡Y la quiero, Palomares! ¡La quiero! Soy un gilipollas, ¿vale? —El moreno se dio la vuelta y apoyó la frente contra la mampara de la ducha. Lo siguiente que dijo se escuchó casi como un susurro. —¿Nunca has cometido un error, Palomares?Andrés respiró hondo, y volvió a sentarse en el banco. Se había hecho a sí mismo esa pregunta muchas veces, pero desde hacía unas semanas se la hacía demasiado a menudo. Desde que se había dado cuenta de que estaba enamorado de Vilma. Piti volvió donde estaba él y se sentó de nuevo a su lado.—La quiero de verdad, Palomares. Y sé que puedo hacerla feliz y cuidar de ella como nadie más lo podría hacer en este barco. Por eso tienes que ayudarme a recuperarla, porque sabes que tengo razón.El rubio sonrió irónicamente, pero se guardó sus palabras. Tal vez Piti estaba en lo cierto, y a pesar de haber cometido un error Vilma podría ser feliz con él. Su hijo necesitaría un padre, ¿y quién más podría serlo? ¿Él mismo? Seguía siendo sacerdote, y sabía que Vilma nunca se fijaría en él de ese modo. Quizás... Quizás debía ayudar a Piti. Tenía que hacerlo por el futuro de Vilma y de su bebé.—¿Qué quieres que haga? Has visto cómo te trata últimamente y no va a ser fácil, ya lo sabes. Es muy testaruda.Piti sonrió al ver cumplido su propósito y se frotó las manos impaciente.—Necesito que hables con ella. Tú la conoces mejor que yo, y a ti te escucha. Tiene que haber algo que puedas decirle para que entre en razón.—Bueno... —Palomares se rascó la cabeza. —Déjame pensarlo, a ver qué se me ocurre.El moreno se levantó de un salto y le plantó un beso a Palomares en la frente, mientras el pobre cura alucinaba con las reacciones que tenía su amigo.—Gracias, Padre, ¡muchísimas gracias! Sabía que usted no me fallaría.Salió casi corriendo del vestuario, dejando a Palomares solo sentado en el banco. Ahora tenía que intentar que Vilma perdonase a Piti, lo que no iba a ser nada fácil...
Al día siguiente todos estaban sentados en una mesa del comedor comiendo una pieza de fruta, la única que podrían tomar esa semana. Palomares estaba sentado al lado de Vilma comiendo una naranja, pero cuando llevaba la mitad paró, y le dio la otra media naranja a Vilma. Ella al principio la rechazó, pero tuvo que aceptarla con un gracias por la insistencia de él. Sabía que Andrés no pensaba comérsela de ninguna manera... Piti, que estaba sentado frente a ellos, no dudó en aprovechar la oportunidad para volver al ataque con su cometido.—Vilma, yo soy tu media naranja. Si es que estamos hechos el uno para el otro, ¿eh?Vilma rodó los ojos ante su comentario y no dudó en contestarle.—Ni media naranja ni medio pomelo, Piti. Déjalo ya, que no estamos juntos ni vamos a volver a estarlo, ¿lo entiendes? —Se levantó de su silla un poco enfadada y cogió de la mano a Palomares tirando de él. —Anda Andrés, vamos a cubierta que necesito un poco de sol.Él no dudó en seguirla; sabía perfectamente que era mejor hacer caso a Vilma cuando se enfadaba, y además lo hacía encantado. Los dos subieron por la escalera y salieron a cubierta, apoyándose en la barandilla mientras la brisa marina les alborotaba el pelo. Se quedaron así un rato, callados, mientras Vilma terminaba de comerse la media naranja que le había dado él. Palomares no podía dejar de pensar en la conversación que había tenido con Piti el día anterior. Tenía que ayudarlo a volver a conquistar a Vilma y no tenía ni idea de cómo hacerlo. Ella no se mostraba nada dispuesta a volver con él. Además, Palomares no era precisamente un experto en eso de conquistar chicas... Bastante valor le había echado cuando conoció a María y le pidió el teléfono.—Estoy cansada de Piti. —La voz de Vilma sacó a Palomares de sus pensamientos. —¿Se piensa que puedo confiar en él después de lo que me hizo?—Si todavía no se ha rendido a lo mejor es porque de verdad le importas, ¿no crees?Vilma lo miró muy serio, y no dijo nada. Andrés volvió a mirar hacia el horizonte. Quizás podría intentar hablar con ella. Piti le había hecho daño, sí, pero estaba seguro de que la quería. Vilma no había sido feliz desde que había cortado con él, y Palomares deseaba verla feliz ante todo, aunque fuese con Piti.—Te quiere. Me lo ha dicho.La chica se giró para mirarlo, pero él siguió con la vista fija en el mar. No podía hablarle del amor de otro mirándola a los ojos.—A mí también me dijo que me quería, y ya ves cómo lo demuestra.—Sabes que si yo no lo creyera de verdad no te lo diría. Nunca te lanzaría a la boca del lobo, Vilma. —Notó que ella empezaba a llorar, y no pudo seguir sin mirarla. Ella se abrazó a Palomares.—¿Por qué todo tiene que ser tan difícil? ¿Por qué no puedo dejar de preguntarme si debo perdonarlo?Él la separó de su pecho y la obligó a mirarlo a los ojos.—¿Le quieres?Vilma no contestó. Simplemente seguía mirándolo a los ojos, mientras lágrimas silenciosas resbalaban por sus mejillas. Palomares creyó entender en sus ojos que la respuesta era afirmativa, y aunque su corazón sangraba por ella no se lo pensó dos veces antes de hablar.—Si le quieres ve a por él. No hay ninguna razón para que dos personas que se quieren no estén juntas.La chica volvió a abrazarlo, y él apoyó la barbilla sobre la cabeza de ella. Cuando Vilma dejó de llorar Andrés pudo escuchar su voz, aunque muy bajita.—Creo que voy a darle otra oportunidad.Publicado por Paola en 15:25 | Etiquetas: Cuestión de fe, Paola | 1 comentarios | Enviar por correo electrónico Escribe un blog Compartir en X Compartir con Facebook |