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  1. Confidencias a medianoche

    domingo, 14 de agosto de 2011

    Para Anuska, porque sin ella, no seríamos nada

    Bajo las escaleras sigilosamente, esperando que nadie advirtiese su presencia, deseando que nadie lo descubriese saliendo de su camarote a esas horas de la madrugada.

    Se dirigía a la bodega, como cada noche. Si, sabía que estaba tentando su suerte, noche tras noche, arriesgándose a bajar allí, por ella. Para que ambos estuviesen bien, que tuviesen algo dulce, algo bueno que llevarse a la boca.

    Abrió la puerta dudando, sabiendo que no debía ir más allá, estaba a tiempo de dar la vuelta y volver a su camarote. A soñar con ella, porque esa era la única forma de tenerla, en sus sueños.

    Realmente sabía que allí no quedaba más para poder darles, pero él no perdía la esperanza. Y aunque sus búsquedas eran más que infructuosas, él seguía bajando, exponiéndose a ser descubierto.
    Como si quisiese en el fondo que eso ocurriese, quería que los demás abriesen sus ojos con respecto a él. Estaba enamorado de ella y no podía, ni quería evitarlo.

    La verdad es que era demasiado pedir, después de tanto tiempo bajando a la bodega, encontrar algo allí era cosa prácticamente imposible. Pero ella lo merecía, ellos lo merecían.
    No tenían la culpa de que el mundo se hubiese acabado y que los alimentos escaseasen.

    Ya había buscado en el lateral izquierdo de la bodega cuando creyó oír unos pasos. ¿Acaso lo habían descubierto?

    Corrió a esconderse detrás de unas cajas, por supuesto que quería que lo descubriesen, pero eso suponía no volver a llevarle algo cada mañana.

    La puerta se abrió y se cerró rápidamente sin hacer ruido, la persona que había entrado tampoco quería que la descubriesen allí.

    - Padre no se esconda, sé que está usted ahí.

    El chico respiró aliviado, era Salomé.
    Levantándose como un resorte, la saludó intentando que no advirtiese la vergüenza que estaba pasando.

    - Salomé... no sabía que estabas despierta...
    - Le he seguido Padre, así que no finja ¿Qué hace aquí? – preguntó la cocinera arqueando una ceja.
    - Yo... estaba... buscando algo – balbuceó el pobre.
    Vale, el lío ya estaba hecho, Salomé lo había agarrado prácticamente con las manos a la masa, estaba claro que pensaría que era un ladrón, madre de Dios!

    - Padre, no hace falta que mienta también, sé que ha venido a robar, como hace todas las noches.

    No! ¿Salomé lo sabía? ¿Cómo es que nunca le había dicho nada? Nunca lo había acusado!

    - ¿Robar? ¿Todas las noches? Yo... no...
    - Si yo lo veo con estos ojitos que lo ven todo. Y lo saben todo, porque, vamos a ver, ¿Qué es lo que no sé yo de este barco, de lo que pasa en él? Dígame. Tantos años cocinando, ay! Tantos años enterándome de todo. No porque yo sea una cotilla, que no lo soy! La gente viene a mi y yo los escucho como buena cristiana que soy.

    Madre mía, menudo monólogo! Andrés no pudo evitar que una carcajada se le escapase.

    - ¿Se quiere confesar Padre? Venga, siéntese aquí.

    El cura dudó un momento.

    - Venga hombre, siéntese aquí conmigo.

    Andrés finalmente se acercó y se sentó a su lado, quizás no fuese el mejor momento, ni el mejor lugar, pero Salomé quería que hablasen, pues hablarían.

    - Dígame Padre, sólo respóndame, la quiere? – le espetó Salomé.
    - ¿Co... cómo? – Andrés sintió su corazón casi salir por su boca.
    - A Vilma, ¿la quiere? – preguntó Salomé con insistencia.
    - Claro que la quiero, ¿Cómo no voy a quererla?
    - Ya, que si, que usted quiere a todos y cada uno de los hijos de Nuestro Señor, no me refiero a eso... ¿la ama?¿Está enamorado de ella?
    - ¿Yo? No! Salomé, soy cura!
    - Ande, ande! También era cura el Padre Ralph del Pájaro Espino y no por ello dejó de liarse con Mary.
    - No sé de que me hablas Salomé, de verdad no tengo idea.
    - No se haga el tonto, sé lo que hace por la noches, cada mañana, a todas horas...
    - ¿Qué? – preguntó el chico extrañado.
    - La mira... cuando nadie puede darse cuenta, usted, la mira.
    - ¿Y eso está mal? ¿Está mal preocuparse por la gente, saber si está bien o no?
    - Robar para ella, regalarle pajaritas un día si y otro también, sostenerla cuando se cae, decirle a Estela que cambie sus turnos, para poder hacerlos usted por ella, ¿está mal o no?

    Andrés dudó por una milésima de segundo. No, no estaba mal, proteger a la persona a la que amas, no está mal.

    - Está mal, si! ¿No se da cuenta? Ella no lo quiere, ella ama a Piti. Abra los ojos! Vilma creía que las pajaritas eran de él, ¿Porqué? Porque lo ama, porque sabiendo como es Piti, como alguien iba a pensar que iría por ahí dejándole pajaritas! Ella lo pensó y eso es porque lo quiere a él.
    Hágame caso, Padre, que yo de esto sé mucho. Déjeles el camino libre, no se meta, lo pasará mal.

    - No me pidas eso Salomé, no me lo pidas. No ves lo que he llegado a hacer por ella, por verla sonreír, porque su sonrisa es lo más bonito del mundo. No puedo dejar de quererla, aunque esté con Piti, aunque ella lo ame a él. No puedo olvidarla. Créeme, lo he intentado, la veo sonreír y se me olvida todo. Todo. Incluso que ella no me ama.

    - Ay! Justo lo que necesitaba oír! – dijo Salomé sonriendo.

    - ¿Cómo? – preguntó un asombrado Andrés.

    - Ay! hijo mío, quién crees que sería yo, si prohibiese tu felicidad! Sólo necesitaba comprobarlo por mis propios medios. Cuando era pequeña, mis padres no me dejaban comer dulces y yo, cuánto más me lo prohibían, más dulces comía. Tenía que pedirte que la olvidases, sólo así podría averiguar cuánto la amas.

    - Salomé! – chilló el chico medio enfadado.

    Fue ella quién me dijo que las pajaritas eran tuyas. Si te digo la verdad me sorprendió muchísimo, yo también creía que eran de Piti. En realidad, no sé si ella ya tenía la idea en la cabeza o se la metí yo. Lo que importa es que ambos la queréis y ella no quiere haceros daño a ninguno de los dos.

    - Ya no me dices Padre.

    Salomé rió.

    - Es que se me hace raro llamarte Padre, sabiendo que lo que menos quieres en este momento es seguir siéndolo. Ya sé, que tienes dudas, pero recuerda lo que me dijiste, cuando te dije que le dejaras el camino libre a Piti, explotaste y dijiste realmente todo lo que sentías.
    ¿Te acuerdas de lo que me dijiste cuando me confesé? Cuando Julián nos pilló en la cocina, mientras te contaba como me sentía? ¿lo recuerdas?

    Palomares asintió con la cabeza.

    - Yo te dije que me sentía culpable de ser tan feliz y tú, me respondiste que no debía sentirme mal por ser feliz, porque yo no tenía la culpa. Tenías toda la razón, Julián la tenía. Él tenía la culpa de que anduviese por el barco como si yo fuese una adolescente, sin importar el desastre que nos rodaba. Que lo quisiese tanto, que sólo él me importase. ¿te das cuenta de lo que quiero decir?
    No debes dudar, no debes sentirte culpable por lo que sientes, porque un amor como el que tú sientes por ella no es un pecado, es una bendición.

    Cuando el chico ya creía que había terminado su monólogo, Salomé siguió adelante.

    - Y te digo una cosa, Piti se le declaró si, pero ella no le respondió, todavía. Y eso ha sido por las pajaritas! Quién sabe si a lo mejor no se las hubieses ido dejando, ahora se estaría celebrando una boda.

    - Salomé! – chilló molesto Andrés.

    - Vale, ya me callo. Uy! Pero que tarde es!! Venga para la cama, a dormir se ha dicho. Julián se debe estar desesperando por saber que tal ha ido.

    - ¿El oficial lo sabe?

    - Fue él quién te descubrió bajando aquí. Te veía noche tras noche. Quería pillarte con las manos en la masa pero lo convencí para venir en su lugar. Me tienes que prometer que no vas a volver aquí, invéntate otra manera de conquistarla, no robando en la bodega, sino Julián te acusará al capitán y la tendremos! ¿Me lo prometes?

    - Te lo prometo... Salomé ¿Qué opina De la Cuadra de esto?

    - Pues básicamente sus palabras fueron “ A mi me da igual que sea cura, acróbata, que esté enamorado o que sea gay, lo quiero fuera de mi bodega ya!!”

    Andrés no pudo evitar soltar una carcajada, sin duda, era lo que pensaba el oficial.

    - Muchas gracias por todo Salomé – dijo el chico dándole un beso en la mejilla.

    - ¿Nos vamos? – le preguntó ella tendiéndole la mano, luego de guiñarle un ojo.

    - Nos vamos! – le respondió Andrés con una sonrisa en los labios.

  2. Para Argenya, porque sabe, que siempre tendrá un lugar en mi corazón.

    What have I done?
    I wish I could run,
    away from this ship going under


    ¿Qué había hecho? ¿La había besado? Había besado a una mujer.
    Después de tantos años, cuando ya creía que el corazón no le mostraba ese tipo de sentimientos. Después de tanto tiempo, se dejaba llevar por sus emociones. Pero, ¿adonde lo llevaban?
    Deseaba poder escapar, salir de ese barco, volver a ser el que era, pero eso ya no era posible. Porque en el mundo ya no había nada más. Nada más que ella.

    Just trying to help
    Hurt everyone else
    Now I feel the weight of the world is on my shoulders


    Tratando de ayudarla, tratando de conseguir que ella fuese feliz, había descuidado a los demás. Había sentido como todo el mundo iba abandonando su fe. Todos se olvidaban de lo realmente importante. Él mismo se estaba olvidando. Ahora, sentía realmente que el peso del mundo sobre sus hombros.

    What can you do when your good isn’t good enough
    And all that you touch tumbles down?


    ¿Que podría hacer para lograrlo?, ¿que podría hacer para volver a Dios, si ni él mismo podía reconocerse? Todo lo que pretendía, todo lo que intentaba hacer, para nada servía, porque todo le hacía pensar en ella.

    Cause my best intentions
    Keep making a mess of things,
    I just wanna fix it somehow


    ¿Cómo arreglarlo? Si eso era imposible… Arreglarlo, significaba olvidarla.

    But how many times will it take?
    Oh, how many times will it take for me to get it right, to get it right?


    Olvidarla.
    ¿Cuánto le llevaría? ¿Cuánto le llevaría arrancarla de su mente y de su corazón? ¿Acaso podría?

    Can I start again, with my faith shaken?
    Cause I can’t go back and undo this


    ¿Podría empezar otra vez? ¿Podría volver a sentir esa fe? Después de dejar de amarla, ¿Podría realmente ayudar a la gente?

    I just have to stay and face mistakes,
    But if I get stronger and wiser, I’ll get through this


    Eso es lo que debía hacer, si. Enfrentaría sus errores, sus sentimientos. Podría superarlo.

    What can you do when you’re good isn’t good enough?
    And all that you touch tumbles down?
    Cause my best intentions keep making a mess of things,
    I just wanna fix it somehow
    But how many times will it take?
    Oh, how many times will it take for me to get it right?


    Si, debía superarlo. Debía olvidarla. Pero, que hacer, si no podía conseguilo. ¿Cuánto tiempo le llevaría? ¿Cuánto le costaría arrancarla de sus pensamientos, para poder hacer lo correcto? Porque él la ama, realmente la ama, aunque ella no lo sepa.

    So I throw up my fists, throw a punch in the air,
    And accept the truth that sometimes life isn’t fair!


    Porque no comprendía como Él había podido ponerla en su camino. ¿Acaso debía seguirlo? ¿Acaso era ese el camino correcto? Después de tanto tiempo… la vida no era justa. No con él.

    Yeah, I’ll send down a wish.
    Yeah, I’ll send up a prayer
    And then finally someone will see how much I care


    Porque comprende que no puede olvidarla, no podría separarse de ella por mucho que lo intentase. Por eso, le pide a Él que lo ayude, porque quiere hacer lo correcto, pero no puede. A pesar de todo.

    “Padre, te ruego que no me abandones, ayúdame”

    What can you do when you’re good isn’t good enough?
    And all that you touch tumbles down?
    Cause my best intentions keep making a mess of things,
    I just wanna fix it somehow
    But how many times will it take?
    Oh, how many times will it take for me to get it right?


    ¿Qué hacer, cuando no es fácil olvidarla? ¿Qué podría hacer para reconducir su camino? Él sólo desea arreglarlo, hacer lo correcto, pero, ¿Cuánto tiempo le llevará? ¿Cuánto? Dios mio, ¿cuánto soportará hasta arrancarla completamente de su corazón? Para poder hacer lo correcto, para poder hacerlo bien.

  3. Enamorado

    lunes, 16 de mayo de 2011

    Para Deb, porque ella, también es especial

    Esa carta de San Pablo a los Corintios, esa carta lo resumía todo, la sabía ya, por completo, la había leído miles de veces, sin comprender apenas su significado. Ahora la entendía, ahora sabía lo que significaba.

    Pertenece a ese tipo de cosas que una vez aprendidas te acompañan durante el resto de tu vida, aunque no lo quieras, porque sabes, que son especiales. Eso era lo que era esa lectura para él, era especial.

    En su mente se dibujaban lentamente las palabras de la carta, tan verídicas tan reales. Ahora podía comprenderlas.

    “El amor es paciente, comprensivo” porque lo que él esperaba es que ella no lo odiase, esperaba y deseaba que lo considerase su amigo.

    “El amor es servicial y no tiene envidia” Siempre pensando en ella, preocupándose porque ambos estuviesen bien, velando por ellos, siempre en la lejanía.

    “El amor no es presumido ni se envanece, no procede con bajeza, ni busca su propia interés” Porque amarla no era ser egoísta, porque cuidarla y querer verla feliz no era ser egoísta, no lo era.

    “No se irrita, ni guarda rencor” porque sabía que las palabras que habían salido de sus labios no eran las mejores, pero ella estaba sufriendo al igual que todos, se habían quedado sin familia.

    “No se alegra con la injusticia, sino que se regocija con la verdad, el amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser.”

    Tanto tiempo recitando esa lectura, estaba enamorado de ella, quería a Vilma.

    Y no le importaba que ella no lo quisiese a él, porque él quería su felicidad, quería su seguridad, que nada le pasase, que nada le faltase. Como aquel momento en el que había robado leche de la bodega para dársela a ellos, sabía que obraba mal pero eso no le había impedido llevársela, si así conseguía arrancarle una sonrisa.
    Porque la veía con Piti y aunque su corazón se rompía en pedazos comprendía que ella lo quería a él, que con Piti era feliz.

    Porque el amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no es presumido ni se envanece; no es mal educado ni egoísta; no se irrita ni guarda rencor; no se alegra con la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, soporta sin límites. El amor nunca pasará.

    Estaba enamorado de ella, la amaba.

    - ¿Por qué? ¿Por qué me la mostraste, porque me dejaste sentir esto por ella? ¿Por qué Señor, por qué?!

    Dios mío, ¿Por qué haces que la ame tanto, que la desee? , te lo suplico ayúdame a olvidarla.
    Tú, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de mí, tú que quitas el pecado del mundo, impídeme amarla.
    Dame una señal Señor, sólo pido eso, una señal, ¿es demasiado pedir? Dame una señal, impídeme quererla, desearla.

    Agarró con firmeza la cadena en forma de cruz que reposaba sobre su pecho, esa que le había regalado su abuela al entrar en el seminario. Esperaba una señal, pero no la hubo, no hubo señal alguna.

    Oyó como tocaban a la puerta, Ainhoa entró en el camarote buscándolo con la mirada. El chico se secó rápidamente las pocas lágrimas que le quedaban.

    - Siento molestarte. De la Cuadra me envía, te ha puesto turno de cocina, me ha dicho que tienes que ayudarle a Salomé con la comida.

    - Por lo menos, no me ha tocado turno de letrinas – le respondió el chico con una carcajada – Por cierto, con quién me ha tocado?

    - Ah, si! Ya se me olvidaba… te ha tocado con Vilma, ahora mismo la iba a avisar. Hasta luego, que os sea leve!!

    El chico asintió con la cabeza, sonriendo. Una sonrisa que en ese momento podría haber iluminado toda una sala.

    Ainhoa cerró la puerta del camarote con suavidad. Esto de hacer de celestina se le daba de maravilla, vale, todavía le faltaba convencer a Vilma para que le cambiase el turno, pero no sería difícil, al fin y a cabo eran amigas. Y como amiga… debía de abrirle los ojos y hacerle ver lo que se estaba perdiendo, lo que ambos se estaban perdiendo. Vilma y Andrés se querían, sólo que no lo expresaban con palabras. Un pequeño empujoncito no les vendría nada mal, ¿no?

  4. Ella era preciosa, sabía que le dolía mirarla, pero no podía evitarlo. Y cada vez que la miraba, recordaba como lo había rechazado.

    Aquella vez, él se había armado de valor y la había besado de verdad. Si, de verdad, no como aquella vez en el comedor, ésta vez era distinto, la había cogido desprevenida en uno de los pasillos, nadie pasaba por allí, estaban solos... Agarrándola por la cintura impidiendo que se escapase, la había mirado a los ojos como tantas otras veces y la había besado con todo su corazón. En ese momento, nada había que temer, estaba decidido.

    Contrariamente a lo que había pensado, Vilma no detuvo el beso, sino que lo hizo más intenso, más profundo, acariciando su pelo mientras lo besaba.

    De pronto, Vilma se separó bruscamente, posando sus manos sobre el pecho de él, intentando detenerlo. Palomares depositó sus manos sobre las de ella.

    “Esto no puede ser... es imposible... yo... no siento lo mismo por ti” dijo ella mirándolo a los ojos.

    “Lo siento...” murmuró Vilma, casi inaudible, antes de separar sus manos de las de él, y salir de ese pasillo, dejando su corazón completamente roto.

    El tiempo pasó y Vilma comenzó a salir con Piti.

    Verla con su mejor amigo, día tras día, lo mataba lentamente.

    Sabía que en su condición de cura no podía ofrecerle más que su cariño y su ayuda como persona, pero él no sólo quería eso, él la deseaba, la amaba, la quería a ella.

    Y aunque sufría al verla con Piti, ella merecía ser feliz, y en el fondo de su corazón sabía que con él nunca podría llegar a serlo.

    Pero aún así, el seguía regalándole detalles, seguía mandándole pajaritas.... porque ella volvía a sonreír y a él, simplemente, le gustaba verla sonreír.

    Esa mañana se había despertado preocupado, bueno, no sólo esa mañana, últimamente había teniendo demasiadas pesadillas, se despertaba llorando sin recordar lo que había soñado. Y ese dolor lo acompañaba durante todo el día, como si supiese que algo malo iba a suceder.

    Intentando quitarle importancia, agarró su toalla y su neceser y se dirigió a las duchas.
    Pero cuando llegó allí pudo ver que ella se había adelantado. Siempre llegaba más tarde que él, como si le diese el tiempo justo para depositar la pajarita en su taquilla.

    Vilma estaba abriendo su taquilla, esa mañana no recibiría su pajarita.

    Palomares vio como algo caía al suelo y Vilma lo recogía rápidamente, era una pajarita.

    Todas las mañanas Vilma recibía una pajarita de Palomares, a pesar de lo que le había dicho, él no había dejado de enviárselas. Sin embargo, algo había cambiado esa mañana, la pajarita no tenía los bordes amarillos, eran rojos.

    La pajarita no ponía lo mismo que las demás, estaba escrita con distinta letra y en ella se podía leer: QUIÉREME, POR FAVOR.

    La pajarita no era de Palomares, no podía ser suya, él nunca le habría escrito algo así.

    - Buenos días preciosa!! ¿Cómo se han despertado hoy mis dos amores? – le saludó Piti con un beso en los labios y otro en la barriga. – ¿Te gusta? La he hecho yo, bueno, Ainhoa me enseñó, sabes que es experta en papiroflexia? Menudas flores que hace!

    Vilma todavía sostenía en la mano la pajarita de Piti – ¿Es tuya?

    - Si, si! Ya sé cuánto te gustan, a partir de ahora te regalaré una todos los días.

    Vilma guardó la pajarita en su taquilla, dándole las gracias a Piti se sentó un minuto en el banco.

    - ¿Te encuentras bien? ¿Necesitas algo? – preguntó Piti preocupado.

    Palomares se dirigió a su taquillas, pasando por delante de ellos pero sin mirarlos, se desvistió lentamente sin decir nada y se metió a las duchas.

    - Estoy bien Piti, en serio, estamos bien – dijo Vilma intentando sonreír.

    “QUIÉREME, POR FAVOR” ... Piti le estaba suplicando que lo quisiese, mientras que Palomares se preocupaba por verla sonreír, eran ruegos distintos, papeles distintos y personas distintas.

    - ¿Nos vamos? – le preguntó Piti ofreciéndole la mano.

    - Si, vamos – le respondió agarrándola.

    Una vez los vio alejarse, Palomares salió de las duchas, envuelto en la toalla, ¿Por qué había llegado tarde esa mañana? ¿Por qué? Piti había asegurado que a partir de ese día todos los siguientes, Vilma recibiría una pajarita suya.

    Palomares sabía que algún día llegaría ese momento, el momento en que Vilma ya no lo necesitase, el momento en que fuese Piti quién consiguiese hacerla sonreír.

    Terminó de vestirse y sacó la pajarita que tenía en el bolsillo: “TE QUIERO”.
    Le había escrito TE QUIERO, no podía creerlo, es como si hubiese sabido que nunca llegaría a dársela.

    Guardando la pajarita de nuevo en el bolsillo salió de los baños, si se apuraba, todavía podía llegar al desayuno.

    Piti y Vilma se habían sentado con Ramiro y Estela, estaba charlando animadamente. Palomares pasó de largo dirigiéndose a la mesa en la que estaban Ainhoa y Valeria, esa mañana no soportaría compartir la mesa con ellos.

    - ¿Me puedo sentar con vosotras? – les preguntó señalando el banco.

    - Eso ni se pregunta Palomares, desayuna con nosotras. – le respondió Ainhoa con una sonrisa.

    - ¿Hoy no desayunas con tus amigos? – preguntó curiosa Valeria.

    En ese momento, Vilma se giró como un resorte para oír la respuesta del chico.

    - Hoy no, hoy voy a desayunar con la chica más guapa del barco – le respondió Palomares guiñándole un ojo.

    Valeria rió divertida, arrancándole una sonrisa a todos los presentes. Ver reír a un niño era una de las cosas más hermosas de la vida.

    Vilma se preguntó si cuando naciese su bebé, Palomares lo trataría igual que hacía con Valeria.

    - Quiero el avión Palomares!! – dijo la pequeña, deslizándose de su banco y corriendo hacia el chico haciendo pucheros.

    - Ahora no Valeria, acabas de comer y ya sabes que no es bueno dar vueltas después de haber desayunado.

    - Más tarde ¿si?

    - Si, más tarde si. – dijo Palomares levantando a la niña y sentándola sobre sus rodillas. – ¿No comes más?

    Valeria negó con la cabeza - ¿Sabes que? Cuando sea mayor me casaré contigo!

    - ¡Valeria! – dijo Ainhoa alucinada.

    - No creo que eso sea posible Valeria, los curas no nos casamos.

    - Pues deja de serlo – dijo convencida Valeria.

    - Valeria, ya está bien! Deja tranquilo a Palomares!! Ven aquí anda!

    - No pasa Ainhoa, en serio.

    - Voy a preguntarle a Burbuja si él si se quiere casar conmigo – dijo la niña despidiéndose de Ainhoa y Palomares con un beso.

    - Qué rápido me ha cambiado por otro! – rió el chico.

    - Es una niña...

    - Dicen que los niños nunca mienten. – o eso decía su abuela.

    - Si, eso dicen... – dijo Ainhoa revolviendo la comida con el tenedor, sin probar bocado.

    - ¿Qué te pasa? ¿Te encuentras bien?

    - Si, no... es que, bueno, últimamente no estoy durmiendo bien.

    - Pues ya somos dos, ¿sabes algún remedio?

    - ¿Ser feliz? – demasiado tarde, ya lo había dicho, vale, ¿a que venía decir eso ahora? ¿Estaba loca? – Lo siento, yo... me tengo que ir... luego te veo.

    ¿Ser feliz? ¿Ser feliz? Él no podía ser feliz, tenía el corazón roto en mil pedazos.

    Giró sobre si mismo, observando la mesa de los chicos, como desayunaban, reían y se divertían. Se levantó sin hacer mucho ruido para no llamar la atención y abandonó el comedor sabiendo que algún día él tendría que olvidarla para poder ser feliz, aunque eso lo destrozase.

    Saliendo del comedor, se topó con Gamboa:

    - Padre, mire usted por donde va.

    - Lo siento, profesor, lo siento, no le vi. – dijo Palomares prosiguiendo su camino.

    Vilma lo vio alejarse mientras comía, sabía que no había querido sentarse con ellos por lo ocurrido en las duchas, sabía que él sufría al verla con Piti, pero también sabía que ella no lo merecía y jamás podría hacerlo feliz.

    - Creo que voy a subir un rato a cubierta, a tomar un poco de aire fresco. – se disculpó Vilma – A estas horas no suele haber nadie, voy a aprovechar.

    - ¿Quieres que te acompañe? – le preguntó Piti.

    - No, no. Vuelvo en nada, no te preocupes.

    Tenía tantas cosas en la cabeza que tomar un poco el aire no le vendría nada mal, quizás consiguiese despejarse un poco.

    La verdad es que el día no acompañaba mucho, las nubes impedían que el sol saliese del todo.

    Se puso a otear el horizonte... mar.... sólo se veía mar, mirase donde mirase el ancho mar la rodeaba, saber que ese barco sería lo único que vería de tierra en un largo tiempo le oprimía el corazón. Era como una lata de sardinas, convivir con personas a las que no conocía pero que ya se habían convertido en su familia, sabía que había más gente, pero no su gente, su familia y las de ellos habían muerto, y ahora ya no quedaba nada sólo mar, simplemente mar.

    Se encontraba agarrada a la barandilla cuando la puerta se abrió y Gamboa salió a cubierta.

    - Buenos días, señorita Llorente.

    - Buenos días profesor. – saludó Vilma, mirando nuevamente el horizonte.

    - ¿Sabe que es lo que pienso? – dijo Gamboa acercándose a ella.

    Vilma se lo quedó mirando, ¿que coño le pasaba a este tío ahora?

    - Creo que va siendo hora de pasar a la acción, después de tanto tiempo esperando... un barco, una embarazada, pocos alimentos... me sigue Señorita Llorente?

    Vilma se giró asustada, ¿acaso pensaba matarla? Gamboa era en verdad ¿un asesino? Intentó moverse más deprisa pero él le impidió el paso.

    - No corra Vilma, ¿A dónde cree que va? – susurró Gamboa al oído de la chica - ¿Sabe como va a acabar, no se resista, es tontería!

    - Déjame en paz idiota, quieres matarme, antes te mato yo! – dijo Vilma golpeándolo en la cara con su puño.

    - Tranquila!! – dijo Gamboa, agarrándola por los brazos y girándola sobre si, quedando la espalda de Vilma contra su pecho – Te voy a matar, lo que no quiere decir, que no lo podamos pasar bien antes.

    Una lágrima descendió por el rostro de Vilma, Gamboa tenía sus brazos agarrados con fuerza impidiendo que se moviese, mientras sus piernas permanecían pegadas a la barandilla imposibilitando sus movimientos. Estaba llorando de impotencia, le había dicho a Piti que subiría un segundo y que quería estar sola, por lo que no vendría a buscarla, los demás estaban con él, nadie más sabía que estaba en cubierta. Él no lo sabía, pensar que no volvería a verlo la hizo llorar con mucha más fuerza, pensar que su hijo moriría con ella la hizo estremecer, ella quería un futuro para su hijo y ahora ya no lo tendría.

    Gamboa recorría el cuello de Vilma con besos desesperados, mientras ella no podía evitar pensar en él, pensar en él mientras Gamboa la besaba, mientras la humillaba, mientras la amenazaba, porque cuando ya no le quedaba nada, ella pensaba en él, Vilma pensaba en Andrés.

    Pensar en él le daba fuerzas, porque él la quería a pesar de todo, porque seguía mandándole pajaritas a pesar de lo que le había dicho, porque él seguía preocupándose por ella aunque estuviese con Piti.

    ¿Porqué Dios le hacía esto? Ya les había separado, ahora la quería muerta.

    Las lágrimas seguían cayendo por su rostro cumpliendo la ley de la gravedad y ella se resistía con toda la fuerza que de la que era capaz.

    - ¿Qué pasa Vilma, no le gustan mis besos? ¿Va a decirme que Gironés besa mejor que yo? – dijo Gamboa agarrando con la mano izquierda las dos manos de Vilma, mientras que su mano derecha levantaba la camiseta de la chica para poder tocar sus pechos.

    - Ayúdame, por favor. – dijo Vilma en voz alta sin darse apenas cuenta.

    - ¿A quién le habla Vilma? ¿Acaso piensa que “Piti” va a venir a salvarla? ¿Si?

    - Él no, pero yo si, hijo de puta!!

    Vilma pudo ver como Palomares se abalanzaba sobre Gamboa, rodando ambos por el suelo.

    Era como un baile, un mal baile.

    Sin embargo, Gamboa consiguió levantarse y agarrando un cuchillo se lo colocó a Vilma en el cuello.

    - Maldita sea Padre, tenía que aparecerse! ¿No le explicaron lo de la otra mejilla?
    Señorita Llorente, debería estar orgullosa, es increíble hasta donde puede llegar un cura por usted.

    - Déjela Gamboa, por favor, suéltela – le suplicó el chico, mientras una lágrima caía por su mejilla.

    - Suéltame hijo de puta! Déjanos en paz!! – dijo Vilma soltando todo el odio que sentía.

    - Acaso piensan que soy idiota, si los dejo, no tardarán en contárselo todo al capitán y al imbécil del alcalde. Súbase a la barandilla Padre, o le clavo el cuchillo a la chica, usted decide.

    - Lo siento Vilma – Palomares sin darles la espalda, se dirigió a la barandilla, estaba decidido.

    Se iba a tirar por ella, pero... que idiota, ¿que pasaría en el momento en que él se tirase? La dejaría sola, se volvería a quedar sola con Gamboa.

    Palomares se detuvo mirándola, si algo salía mal, esa sería la última vez que la vería.

    Le guiñaría un ojo, esperando que ella lo entendiese, tenía que hacerse a un lado rápidamente, si, ella captaría el mensaje.

    - ¿Sabes que Gamboa? En casos como este, nunca estará bien poner la otra mejilla. – dijo el chico guiñándole un ojo a Vilma.

    Todo sucedió tan de repente, Vilma se apresuró a morder la mano de su captor, alejándose mientras él se quejaba de dolor. Fue en ese momento preciso en el cuál Palomares se abalanzó para robarle el cuchillo.

    Forcejeaban, intentando conseguir el cuchillo para si.

    - Ve a buscar ayuda!! – gritó Palomares.

    - No pienso dejarte aquí solo!! – respondió la chica, buscando algo con lo que pudiese darle a Gamboa.

    Fue tan sólo un segundo, sólo en un segundo, Gamboa sostenía por fin el cuchillo y se disponía a clavárselo al chico, mas no lo consiguió... Vilma pudo ver como las manos de Palomares se aferraban a la mano que sostenía el cuchillo y ésta se clavaba con fuerza en el cuello del profesor.
    Sólo se veía sangre.

    Pasaron, dos o tres minutos, quizá más, Palomares había arrojado con fuerza el cuchillo al suelo, como si le quemase en las manos. Se arrodillo y puso su mano en su boca, intentando no gritar.

    - Está muerto... está muerto... lo he matado, he matado a un hombre... No matarás, no matarás!!! – susurraba Palomares balanceándose hacia delante y hacia atrás como si de un loco se tratase.

    - Andrés, por favor. Por favor, mírame, mírame!!! – Palomares alzó su cabeza lentamente. – No fue tu culpa, ¿me has oído? No lo fue!!

    - Tengo las manos manchadas de sangre, ¿entiendes? Estoy manchado de sangre!

    Vilma lo abrazó como si nada más existiese ya en el mundo, como si él fuera lo único que quedaba en pie, como si supiera que si no lo hacía, se fuese a romper.

    - Andrés, tranquilo... tranquilo. – La chica intentaba que él volviese con ella, que su mente volviese con ella, le dolía verlo así, tan vulnerable...

    Se oyó un ruido.


    Estela y Ramiro estaban en cubierta

    Ramiro corrió hacia ellos, comprendiendo rápidamente lo que había pasado. - ¿Qué habéis hecho?!! Asesinos!!! – Vio sus manos, la manos de Palomares estaban llenas de sangre – Fuiste tú!! – dijo Ramiro llevándose las manos a la cabeza.

    No hemos hecho nada!! Él se lo buscó, toda la culpa la tiene él, Gamboa iba a matarnos, fue en defensa propia!! – gritaba furiosa Vilma.

    - Oh por Dios, no me hagas reír!! No te excuses Vilma, lo habéis matado y ésta vez hay cadáver, nadie os salvará de la horca. – Rió Ramiro descaradamente.
    - ¡Que dices Ramiro! Por favor, la horca no!! Otro juicio no!! – chilló Estela tratando de devolverle la cordura a su pareja.

    - Déjame en paz Estela!! Me voy a por el capitán, vigílalos!! – Ramiro señaló a los dos chicos, Palomares seguía arrodillado y Vilma continuaba aferrada a él.

    - Chicos, váyanse de aquí!! Huyan!!

    - Estela, no vamos a escapar, no tenemos lugar al que ir, todo lo que tengo está aquí en este barco. – dijo Vilma agarrándole la mano a Andrés.

    - ¿Por qué lo has hecho Palomares? ¿Por qué? – preguntó Estela intentando no mirar el cuerpo sin vida de Gamboa.

    - Por ella, lo hice por ella… - le respondió Andrés, apretando con fuerza la mano de Vilma.

    Ramiro llegaba con el capitán y con tres marineros más.

    Piti, llegó corriendo detrás.

    - Capitán, no lo haga por favor, ella no tiene nada que ver, él fue quien lo mató, no Vilma!!

    - No sabemos lo que ha pasado y no podemos asegurar nada lo siento, llegaremos al fondo de todo esto, llévenlos abajo.

    - No! por favor capitán, Vilma está embarazada. – chilló Piti.

    - Lo siento hijo, es La Ley del Mar. – le respondió el capitán.

    Dos de los marineros agarraron a Palomares, conduciéndolo hacia la puerta.

    Ramiro lo estaba esperando en la puerta… y al pasar por delante de él, lanzó un escupitajo al suelo.

    - Hijo de puta!! Que Dios y La Ley del Mar te castiguen por lo que has hecho!! Asesino!!

    Palomares no dijo nada, ni siquiera lo miró, ya se odiaba lo suficiente a sí mismo como para fijarse en cómo los demás se sentían.

    Ella tampoco dijo nada, le dolía todo, si cerraba los ojos, todavía podía sentir las manos de Gamboa recorrer su cuerpo y sus labios besar su cuello, hijo de la gran puta, ojalá estuviese en el infierno, si ese lugar en realidad existía merecía estar allí.

    Oía a Piti gritar en la lejanía su nombre, sabía que tarde o temprano tendría que hablar con él, tendría que explicarle como habían llegado a esos extremos. Pero todo carecía de importancia, porque lo único realmente importante para ella era Andrés, solo él.

  5. La verdadera razón

    martes, 3 de mayo de 2011

    Ahí estaba ella, apostándose la comida de las chicas, esa comida que había robado unas horas antes pensando que conseguiría ganar esa partida.
    Era consciente de que lo que había hecho estaba mal, de que en esa situación, no tenía sentido ponerse a jugar con la comida, pero al fin y al cabo, que era lo que tenía sentido en ese barco? Nada.
    Así que haciendo caso de la conocida frase: Desafortunado en amores, afortunado en el juego, se apresuró a robar toda la comida del camarote de las chicas, pensaba que ganaría, es más, lo tenía clarísimo.
    Unas horas después, Estela se sentaba al lado de Piti, dispuesta a ganar esa partida, lo que no contaba es que Piti fuese tan buen jugador y la estuviera desplumando como si de un pollo se tratase.
    Entonces lo vio entrar, Palomares irrumpió en la estancia y ahí supo que la cosa no iba a acabar bien para ninguno de los allí presentes.
    - Estais jugando la comida al poker?? Estais locos, anda devolverla ahora mismo a la cocina. – dijo el rubio, intentando hacerlos entrar en razón.
    - Ésta comida es nuestra Palomares, la hemos ido guardando poco a poco, somos libres de jugarnosla eh! – dijo Estela.
    La chica los observaba, parecía que ambos chicos tenían una cuenta pendiente, les extrañaba verlos así, teniendo en cuenta de lo bien que se llevaban y lo bien que ambos se complementaban, Piti y Palomares eran un tándem, representaban la locura y la cordura. Pero ante todo representaban lo bonito que podía llegar a ser una amistad entre dos chicos.
    Palomares se apuntaba a la partida, por lo que ahora sería más fácil ganarle a Piti, o eso pensaba ella. Sabía que Palomares si ganaba, regresaría la comida a la cocina, pero no sabía lo que planeaba hacer Piti.
    Se había traído sus galletas para dar la comunión y pensaba apostarlas, aunque pensándolo bien, el también tenía comida guardada y la podía apostar, pero esa comida estaba consagrada, y no era sólo para él, sino para todos los que quisiesen comulgar.
    - Palomares si apuestas esto, ¿con que vas a dar la comunión? – preguntó Estela preocupada.
    - Con chirlas, Estela, con chirlas! Joder, Padre, un cura jugándose el cuerpo de Cristo, desde que has palpao carne, andas un poquito desbocao eh! ¿Verdad Monseñor?
    Estela no entendía porque Piti actuaba así, ellos dos eran amigos, creía que esa amistad que los unía nunca llegaría a romperse. Pero esto no era así. Y eso, en cierto modo la entristecía.
    Piti había ganado de nuevo y a Estela se le había acabado la comida:
    - Y de nuevo gana la banca oye!! A ver, me comunican que Estela abandona la partida por falta de crédito! Señores, seamos sinceros, lo importante no es participar, es ganar!!
    - Venga Piti, que la comida no era mía, era de las chicas, yo les quería llevar una sorpresa, ahora no me puedo volver y decirles que me he jugado todo a los dados. – dijo Estela.
    - Claro, no sé Estela, pues... pide un préstamo o hazme un pagaré, pero si no tienes con que apostar pues ya te puedes ir a llorar a cubierta. ¿Qué señores, alguien quiere acompañarla a cubierta?
    ¿Y este era el chico con el que había estado? ¿Con el que se había acostado? Francamente, ¿En que estaría pensando ella en ese momento? No entendía el resto del mundo y el resto del mundo no la entendía a ella, sólo quería amar y ser amada, ¿era tanto pedir? Ramiro le había dicho que estaba enamorado de Pilar y NO de ella, Piti se había acostado con ella y si te he visto no me acuerdo, es más, visto como la estaba tratando ahora, decía mucho de él como persona, y el capitán, mejor ni comentar sobre el capitán, ella se había ilusionado y él la había corrido de su camarote como si de una apestada se tratase, estaba claro que no debía dejarse amilanar por un hombre, así que iba a ganarle a Piti, ¡tenía que ganarle!
    - ¿Aceptas prendas? – preguntó Estela como última opción.
    - Estela, eh, venga por favor, no entres ahí – dijo Palomares.
    - No, no, aceptar se aceptan, pasa que aquí el sacerdote no se si va a consentir porque está un pelín sensible con la llamada de la carne, ¿sabes?¿que Padre, seguimos o te retiras?
    - Aceptamos prendas, deja lo que sea y seguimos.
    Ya estaba, lo que menos había querido se había cumplido. Piti había ganado y Palomares tenía que terminar de desnudarse por completo, algo en mí supuso que eso nunca llegaría a pasar, quizás por como era Palomares o por que Piti lo estuviese obligando. Pero, esto no fue así, y Palomares se desnudó por completo, delante de nuestras narices. Esto, ya fue la gota que colmó el vaso.
    - Bueno, da igual la comida de las chicas, fin de la partida. – dijo Estela, intentando que las cosas volviesen a su cauce. Cosa imposible, porque en ese momento, Piti estalló:
    - ¿Tú me vas a reconocer de una puñetera vez que tienes una crisis de fé? Si da igual, si eres cura y Papa al mismo tiempo! Puedes acabar con el celibato ahora mismo!¿quieres?
    - Piti... Piti, no tiene gracia – dijo Estela intentando hacer entrar en razón a Piti.
    - Pues si, puede que esté pasando una crisis de fé, y puede que no esté a la altura para iluminar el camino de nadie, pero un mamarracho que se juega la comida en un momento así... Piti, no mereces ser el padre del bebé de Vilma. Así que vamos a hacer una cosa, me juego el alzacuellos, si pierdo renuncio a ser cura, pero si gano a tu trío, renuncias tú a ser el padre del bebé de Vilma y me hago cargo yo. Estela, los dados.
    Fue en ese momento que Estela lo comprendió todo, ella era la razón, la verdadera razón, Piti estaba molesto porque Palomares había besado a Vilma, y Palomares se sentía humillado y al mismo tiempo, enfadado por todo lo que estaba pasando.
    Pero de pronto, cuando pensó que la cosa no podía empeorar, la propia Vilma apareció y con ella los miedos y vergüenzas.
    Vilma quería saber el resultado de los dados, todos lo querían saber! Palomares levantó con cuidado el cubilete, mostrando la combinación ganadora. El cura había ganado, y con ello, no sólo toda la comida sino también la paternidad del bebé de Vilma.
    Vilma no dijo nada, se dio la vuelta y se marchó por donde había entrado, los demás fueron saliendo, también Piti hizo lo propio, intentando no mirar a Palomares. En este momento, Piti era el gran perdedor.
    Estela se quedó un momento más, quería hablar con él, decirle que ella podía ayudarlo, y que estaba de su parte.
    El rubio ni se fijó en que ella seguía allí, lentamente fue cogiendo sus ropas y se fue vistiendo. No se creía lo que había pasado, había ganado, él que nunca tenía suerte en nada, le había ganado a Piti, seguía siendo cura, pero ahora, era también el padre del bebé de Vilma.
    Él sólo quería protegerla para que nadie le hiciese daño, ni a ella, ni a su bebé, la alejaría de Piti si hiciese falta, ahora comprendía que Vilma lo era todo para él y también sabía que ella jamás debería saberlo.
    Esa mañana la había besado, hacía días que la miraba sin que ella se diese cuenta, vigilándola, robando alimentos para ella y para su bebé, cuidándola, ella no se daba cuenta, pero él era feliz viéndola sonreír. Se veía tan guapa, cuando sonreía, era preciosa! Sabía que las pajaritas lo hacían vulnerable, pero no iban firmadas, por lo que nunca sabría quién se las mandaba. Ella se preguntaría de quién serían, lo más seguro, y también sabía que seguramente pensaría que serían de Piti, pero al rubio no le importaba porque a él, le gustaba verla sonreír.
    Pero al besarla, había sentido como si el barco se resquebrajase bajo sus pies, y como miles de mariposas despertaban su corazón dormido. Para él era demasiado tarde, era sacerdote y había besado a una mujer.
    Y ahora era el padre de su bebé porque lo había ganado en una apuesta.
    Dios y el mundo lo seguían poniendo a prueba, podía haber perdido y dejar de ser cura, pero Dios había querido que él ganase esta vez, quería que el único cura de La Tierra no dejase de serlo, pero no le importaba que fuese el padre del bebé de Vilma.
    Intentando borrar esos pensamientos de su cabeza, se dio la vuelta para marcharse, pero se quedó parado al ver a Estela apoyada sobre la puerta.
    - ¡Que susto Estela! – dijo un sobresaltado Palomares. Del susto casi se le cae el tarro con la comida.
    - Lo siento mucho – dijo Estela con lágrimas en la cara.
    Palomares dejó el tarro sobre la mesa de nuevo al ver que Estela estaba llorando.
    - ¿Qué te pasa Estela? – le preguntó, agarrándola por la cintura y señalándole la silla para que se sentase.
    - Siento haber apostado la comida de las chicas, sé que estuvo mal. ¿Por qué siempre tengo que actuar inconscientemente? No pienso las cosas! – dijo Estela casi, sin respirar.
    - Estela, tranquila, respira. – le pidió Palomares.
    - Es que cuánto más lo pienso, más me preocupa ser tan idiota, me rebajo, y ni me doy cuenta. Yo lo único que quiero es amar y que ese alguien me ame, ¿acaso eso es pedir demasiado? – dijo la morena, secándose las lágrimas.
    - Estela, amar es darlo todo sin importar que ese alguien te ame. No puedes obligar a una persona a que te quiera. Eso no está bien, Estela.
    - Lo sé, sé que no está bien, pero me siento sola Palomares.
    - No estás sola Estela, en este barco somos muchos los que te queremos. – dijo el sacerdote, intentando reconfortarla.
    - A veces me cuesta creerlo, sé que no obro bien, pero la gente no me tiene en cuenta. Por eso sé, que tú tampoco vas a tener en cuenta lo que yo te diga.
    - ¿A que te refieres? – preguntó extrañado el cura.
    - Sé que todo esto es por Vilma, sé que ambos la queréis.
    - Todo el mundo quiere a Vilma, Estela, es imposible no quererla. – respondió Palomares.
    - Pero tú la amas, esa es una de las pocas cosas de las que puedo estar segura. Y no hace falta que me digas que no, porque no te creeré.
    Palomares intentó contestarle pero Estela no le dejó.
    - Sé también que hoy en la mañana la besaste, éramos muchos en el comedor, como para no verlo – rió divertida Estela. – También sé, que Piti no es el padre adecuado para el bebé de Vilma, y que en verdad, tú lo eres. También sé que eres cura y que no puedes ni siquiera planteártelo, pero quiero que pienses en ella, y te preguntes verdaderamente si te morirías al verla con otro.
    - Yo... – Balbuceó Palomares.
    Estela prosiguió con su sermón.
    - Sé que me contestarías que no, que amarías verla feliz aunque fuese con otro, porque tú eres así, un buen hombre, pero yo te pido que no lo hagas Palomares, no hagas eso, te arrepentirás, al principio, la verás feliz y creerás que tú eres feliz porque ella lo es, más tarde, verla feliz con otro te irá consumiendo, y sufrirás de verdad. Lo sé. Quiero que sepas, que yo estoy aquí para ayudarte.
    - ¿Ayudarme? – preguntó Palomares.
    - Si claro, si yo no puedo ser feliz, al menos que alguien lo sea ¿no?
    - ¿Te refieres a mi?
    - Me refiero a Vilma y a ti – Palomares al oír esto, abrió los ojos incrédulo.
    - Estela, soy cura.
    - Y estás enamorado de ella. – afirmó Estela.
    - Pero eso no importa, Dios ha decidido que ganase esta partida, él no quiere que deje de ser cura.
    - Dios ha decidido que ganases la partida y seas el padre del bebé de Vilma, Dios no podía haber elegido un padre mejor.
    - No tiene nada que ver una cosa con la otra, yo seré el padre del bebé y punto.
    - Vas listo si piensas que cuidando al bebé y estando cerca de ella, no vas a sufrir. – Estela, se estaba enfadando, ¡Qué hombre tan obtuso!
    - Yo quiero lo mejor para el bebé y Piti no lo es! – dijo Palomares molesto.
    - Pues claro que no lo es, pero tampoco lo es para Vilma, así que ya sabes lo que tienes que hacer! Decirle lo que sientes, y las dudas que tienes.
    - ¿Qué? ¡No!
    - Claro que si, mañana vas a decírselo, ella tiene que saberlo! He perdido la comida de las chicas y quiero que el haberla perdido valga para algo. Mañana se lo dirás. Es una orden. Oye, que es muy tarde, me voy ya, tengo que ir a tachar tu nombre de la libreta.
    - ¿Qué libreta? – Preguntó extrañado Palomares.
    - Mi libreta de conquistas, por supuesto. – rió Estela divertida.
    - Madre de Dios, tenías mi nombre en la libreta de conquistas – preguntó Palomares abriendo los ojos como platos.
    - Tranquilo Palomares, estabas en último lugar, y son muchos, no creo que te hubiese tocado.
    - Yo también espero que no me hubiese tocado, ojalá que encuentres la felicidad Estela.
    - Si este plan no funciona, pasamos al siguiente, ya sabes las leches que me llevé por tirarme a Piti, imagínate lo que Vilma me haría si supiese que voy detrás de ti. – dijo Estela guiñándole un ojo.
    - Estela, no pensarás ... ¡Estela! – Palomares gritó pero Estela ya se había marchado. – ¡Esta mujer está loca!
    Palomares sonrió preocupado, tendría que consultar con la almohada lo que le diría a la mañana siguiente a Vilma, dijera lo que dijese no sería fácil. Recogió el tarro con la comida con mucho cuidado, sólo faltaba que se le rompiese, salió del camarote cerrando la puerta con cuidado. Cuando había entrado en la estancia, se había enfadado al ver a sus compañeros apostando la comida del barco en una situación así, lo que no sabía es que saldría de ese mismo camarote con la comida en la mano y con la alegría de saber que ahora él, era el padre del bebé de Vilma, porque ella era la razón de su vida, la verdadera razón.