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  1. Ella era preciosa, sabía que le dolía mirarla, pero no podía evitarlo. Y cada vez que la miraba, recordaba como lo había rechazado.

    Aquella vez, él se había armado de valor y la había besado de verdad. Si, de verdad, no como aquella vez en el comedor, ésta vez era distinto, la había cogido desprevenida en uno de los pasillos, nadie pasaba por allí, estaban solos... Agarrándola por la cintura impidiendo que se escapase, la había mirado a los ojos como tantas otras veces y la había besado con todo su corazón. En ese momento, nada había que temer, estaba decidido.

    Contrariamente a lo que había pensado, Vilma no detuvo el beso, sino que lo hizo más intenso, más profundo, acariciando su pelo mientras lo besaba.

    De pronto, Vilma se separó bruscamente, posando sus manos sobre el pecho de él, intentando detenerlo. Palomares depositó sus manos sobre las de ella.

    “Esto no puede ser... es imposible... yo... no siento lo mismo por ti” dijo ella mirándolo a los ojos.

    “Lo siento...” murmuró Vilma, casi inaudible, antes de separar sus manos de las de él, y salir de ese pasillo, dejando su corazón completamente roto.

    El tiempo pasó y Vilma comenzó a salir con Piti.

    Verla con su mejor amigo, día tras día, lo mataba lentamente.

    Sabía que en su condición de cura no podía ofrecerle más que su cariño y su ayuda como persona, pero él no sólo quería eso, él la deseaba, la amaba, la quería a ella.

    Y aunque sufría al verla con Piti, ella merecía ser feliz, y en el fondo de su corazón sabía que con él nunca podría llegar a serlo.

    Pero aún así, el seguía regalándole detalles, seguía mandándole pajaritas.... porque ella volvía a sonreír y a él, simplemente, le gustaba verla sonreír.

    Esa mañana se había despertado preocupado, bueno, no sólo esa mañana, últimamente había teniendo demasiadas pesadillas, se despertaba llorando sin recordar lo que había soñado. Y ese dolor lo acompañaba durante todo el día, como si supiese que algo malo iba a suceder.

    Intentando quitarle importancia, agarró su toalla y su neceser y se dirigió a las duchas.
    Pero cuando llegó allí pudo ver que ella se había adelantado. Siempre llegaba más tarde que él, como si le diese el tiempo justo para depositar la pajarita en su taquilla.

    Vilma estaba abriendo su taquilla, esa mañana no recibiría su pajarita.

    Palomares vio como algo caía al suelo y Vilma lo recogía rápidamente, era una pajarita.

    Todas las mañanas Vilma recibía una pajarita de Palomares, a pesar de lo que le había dicho, él no había dejado de enviárselas. Sin embargo, algo había cambiado esa mañana, la pajarita no tenía los bordes amarillos, eran rojos.

    La pajarita no ponía lo mismo que las demás, estaba escrita con distinta letra y en ella se podía leer: QUIÉREME, POR FAVOR.

    La pajarita no era de Palomares, no podía ser suya, él nunca le habría escrito algo así.

    - Buenos días preciosa!! ¿Cómo se han despertado hoy mis dos amores? – le saludó Piti con un beso en los labios y otro en la barriga. – ¿Te gusta? La he hecho yo, bueno, Ainhoa me enseñó, sabes que es experta en papiroflexia? Menudas flores que hace!

    Vilma todavía sostenía en la mano la pajarita de Piti – ¿Es tuya?

    - Si, si! Ya sé cuánto te gustan, a partir de ahora te regalaré una todos los días.

    Vilma guardó la pajarita en su taquilla, dándole las gracias a Piti se sentó un minuto en el banco.

    - ¿Te encuentras bien? ¿Necesitas algo? – preguntó Piti preocupado.

    Palomares se dirigió a su taquillas, pasando por delante de ellos pero sin mirarlos, se desvistió lentamente sin decir nada y se metió a las duchas.

    - Estoy bien Piti, en serio, estamos bien – dijo Vilma intentando sonreír.

    “QUIÉREME, POR FAVOR” ... Piti le estaba suplicando que lo quisiese, mientras que Palomares se preocupaba por verla sonreír, eran ruegos distintos, papeles distintos y personas distintas.

    - ¿Nos vamos? – le preguntó Piti ofreciéndole la mano.

    - Si, vamos – le respondió agarrándola.

    Una vez los vio alejarse, Palomares salió de las duchas, envuelto en la toalla, ¿Por qué había llegado tarde esa mañana? ¿Por qué? Piti había asegurado que a partir de ese día todos los siguientes, Vilma recibiría una pajarita suya.

    Palomares sabía que algún día llegaría ese momento, el momento en que Vilma ya no lo necesitase, el momento en que fuese Piti quién consiguiese hacerla sonreír.

    Terminó de vestirse y sacó la pajarita que tenía en el bolsillo: “TE QUIERO”.
    Le había escrito TE QUIERO, no podía creerlo, es como si hubiese sabido que nunca llegaría a dársela.

    Guardando la pajarita de nuevo en el bolsillo salió de los baños, si se apuraba, todavía podía llegar al desayuno.

    Piti y Vilma se habían sentado con Ramiro y Estela, estaba charlando animadamente. Palomares pasó de largo dirigiéndose a la mesa en la que estaban Ainhoa y Valeria, esa mañana no soportaría compartir la mesa con ellos.

    - ¿Me puedo sentar con vosotras? – les preguntó señalando el banco.

    - Eso ni se pregunta Palomares, desayuna con nosotras. – le respondió Ainhoa con una sonrisa.

    - ¿Hoy no desayunas con tus amigos? – preguntó curiosa Valeria.

    En ese momento, Vilma se giró como un resorte para oír la respuesta del chico.

    - Hoy no, hoy voy a desayunar con la chica más guapa del barco – le respondió Palomares guiñándole un ojo.

    Valeria rió divertida, arrancándole una sonrisa a todos los presentes. Ver reír a un niño era una de las cosas más hermosas de la vida.

    Vilma se preguntó si cuando naciese su bebé, Palomares lo trataría igual que hacía con Valeria.

    - Quiero el avión Palomares!! – dijo la pequeña, deslizándose de su banco y corriendo hacia el chico haciendo pucheros.

    - Ahora no Valeria, acabas de comer y ya sabes que no es bueno dar vueltas después de haber desayunado.

    - Más tarde ¿si?

    - Si, más tarde si. – dijo Palomares levantando a la niña y sentándola sobre sus rodillas. – ¿No comes más?

    Valeria negó con la cabeza - ¿Sabes que? Cuando sea mayor me casaré contigo!

    - ¡Valeria! – dijo Ainhoa alucinada.

    - No creo que eso sea posible Valeria, los curas no nos casamos.

    - Pues deja de serlo – dijo convencida Valeria.

    - Valeria, ya está bien! Deja tranquilo a Palomares!! Ven aquí anda!

    - No pasa Ainhoa, en serio.

    - Voy a preguntarle a Burbuja si él si se quiere casar conmigo – dijo la niña despidiéndose de Ainhoa y Palomares con un beso.

    - Qué rápido me ha cambiado por otro! – rió el chico.

    - Es una niña...

    - Dicen que los niños nunca mienten. – o eso decía su abuela.

    - Si, eso dicen... – dijo Ainhoa revolviendo la comida con el tenedor, sin probar bocado.

    - ¿Qué te pasa? ¿Te encuentras bien?

    - Si, no... es que, bueno, últimamente no estoy durmiendo bien.

    - Pues ya somos dos, ¿sabes algún remedio?

    - ¿Ser feliz? – demasiado tarde, ya lo había dicho, vale, ¿a que venía decir eso ahora? ¿Estaba loca? – Lo siento, yo... me tengo que ir... luego te veo.

    ¿Ser feliz? ¿Ser feliz? Él no podía ser feliz, tenía el corazón roto en mil pedazos.

    Giró sobre si mismo, observando la mesa de los chicos, como desayunaban, reían y se divertían. Se levantó sin hacer mucho ruido para no llamar la atención y abandonó el comedor sabiendo que algún día él tendría que olvidarla para poder ser feliz, aunque eso lo destrozase.

    Saliendo del comedor, se topó con Gamboa:

    - Padre, mire usted por donde va.

    - Lo siento, profesor, lo siento, no le vi. – dijo Palomares prosiguiendo su camino.

    Vilma lo vio alejarse mientras comía, sabía que no había querido sentarse con ellos por lo ocurrido en las duchas, sabía que él sufría al verla con Piti, pero también sabía que ella no lo merecía y jamás podría hacerlo feliz.

    - Creo que voy a subir un rato a cubierta, a tomar un poco de aire fresco. – se disculpó Vilma – A estas horas no suele haber nadie, voy a aprovechar.

    - ¿Quieres que te acompañe? – le preguntó Piti.

    - No, no. Vuelvo en nada, no te preocupes.

    Tenía tantas cosas en la cabeza que tomar un poco el aire no le vendría nada mal, quizás consiguiese despejarse un poco.

    La verdad es que el día no acompañaba mucho, las nubes impedían que el sol saliese del todo.

    Se puso a otear el horizonte... mar.... sólo se veía mar, mirase donde mirase el ancho mar la rodeaba, saber que ese barco sería lo único que vería de tierra en un largo tiempo le oprimía el corazón. Era como una lata de sardinas, convivir con personas a las que no conocía pero que ya se habían convertido en su familia, sabía que había más gente, pero no su gente, su familia y las de ellos habían muerto, y ahora ya no quedaba nada sólo mar, simplemente mar.

    Se encontraba agarrada a la barandilla cuando la puerta se abrió y Gamboa salió a cubierta.

    - Buenos días, señorita Llorente.

    - Buenos días profesor. – saludó Vilma, mirando nuevamente el horizonte.

    - ¿Sabe que es lo que pienso? – dijo Gamboa acercándose a ella.

    Vilma se lo quedó mirando, ¿que coño le pasaba a este tío ahora?

    - Creo que va siendo hora de pasar a la acción, después de tanto tiempo esperando... un barco, una embarazada, pocos alimentos... me sigue Señorita Llorente?

    Vilma se giró asustada, ¿acaso pensaba matarla? Gamboa era en verdad ¿un asesino? Intentó moverse más deprisa pero él le impidió el paso.

    - No corra Vilma, ¿A dónde cree que va? – susurró Gamboa al oído de la chica - ¿Sabe como va a acabar, no se resista, es tontería!

    - Déjame en paz idiota, quieres matarme, antes te mato yo! – dijo Vilma golpeándolo en la cara con su puño.

    - Tranquila!! – dijo Gamboa, agarrándola por los brazos y girándola sobre si, quedando la espalda de Vilma contra su pecho – Te voy a matar, lo que no quiere decir, que no lo podamos pasar bien antes.

    Una lágrima descendió por el rostro de Vilma, Gamboa tenía sus brazos agarrados con fuerza impidiendo que se moviese, mientras sus piernas permanecían pegadas a la barandilla imposibilitando sus movimientos. Estaba llorando de impotencia, le había dicho a Piti que subiría un segundo y que quería estar sola, por lo que no vendría a buscarla, los demás estaban con él, nadie más sabía que estaba en cubierta. Él no lo sabía, pensar que no volvería a verlo la hizo llorar con mucha más fuerza, pensar que su hijo moriría con ella la hizo estremecer, ella quería un futuro para su hijo y ahora ya no lo tendría.

    Gamboa recorría el cuello de Vilma con besos desesperados, mientras ella no podía evitar pensar en él, pensar en él mientras Gamboa la besaba, mientras la humillaba, mientras la amenazaba, porque cuando ya no le quedaba nada, ella pensaba en él, Vilma pensaba en Andrés.

    Pensar en él le daba fuerzas, porque él la quería a pesar de todo, porque seguía mandándole pajaritas a pesar de lo que le había dicho, porque él seguía preocupándose por ella aunque estuviese con Piti.

    ¿Porqué Dios le hacía esto? Ya les había separado, ahora la quería muerta.

    Las lágrimas seguían cayendo por su rostro cumpliendo la ley de la gravedad y ella se resistía con toda la fuerza que de la que era capaz.

    - ¿Qué pasa Vilma, no le gustan mis besos? ¿Va a decirme que Gironés besa mejor que yo? – dijo Gamboa agarrando con la mano izquierda las dos manos de Vilma, mientras que su mano derecha levantaba la camiseta de la chica para poder tocar sus pechos.

    - Ayúdame, por favor. – dijo Vilma en voz alta sin darse apenas cuenta.

    - ¿A quién le habla Vilma? ¿Acaso piensa que “Piti” va a venir a salvarla? ¿Si?

    - Él no, pero yo si, hijo de puta!!

    Vilma pudo ver como Palomares se abalanzaba sobre Gamboa, rodando ambos por el suelo.

    Era como un baile, un mal baile.

    Sin embargo, Gamboa consiguió levantarse y agarrando un cuchillo se lo colocó a Vilma en el cuello.

    - Maldita sea Padre, tenía que aparecerse! ¿No le explicaron lo de la otra mejilla?
    Señorita Llorente, debería estar orgullosa, es increíble hasta donde puede llegar un cura por usted.

    - Déjela Gamboa, por favor, suéltela – le suplicó el chico, mientras una lágrima caía por su mejilla.

    - Suéltame hijo de puta! Déjanos en paz!! – dijo Vilma soltando todo el odio que sentía.

    - Acaso piensan que soy idiota, si los dejo, no tardarán en contárselo todo al capitán y al imbécil del alcalde. Súbase a la barandilla Padre, o le clavo el cuchillo a la chica, usted decide.

    - Lo siento Vilma – Palomares sin darles la espalda, se dirigió a la barandilla, estaba decidido.

    Se iba a tirar por ella, pero... que idiota, ¿que pasaría en el momento en que él se tirase? La dejaría sola, se volvería a quedar sola con Gamboa.

    Palomares se detuvo mirándola, si algo salía mal, esa sería la última vez que la vería.

    Le guiñaría un ojo, esperando que ella lo entendiese, tenía que hacerse a un lado rápidamente, si, ella captaría el mensaje.

    - ¿Sabes que Gamboa? En casos como este, nunca estará bien poner la otra mejilla. – dijo el chico guiñándole un ojo a Vilma.

    Todo sucedió tan de repente, Vilma se apresuró a morder la mano de su captor, alejándose mientras él se quejaba de dolor. Fue en ese momento preciso en el cuál Palomares se abalanzó para robarle el cuchillo.

    Forcejeaban, intentando conseguir el cuchillo para si.

    - Ve a buscar ayuda!! – gritó Palomares.

    - No pienso dejarte aquí solo!! – respondió la chica, buscando algo con lo que pudiese darle a Gamboa.

    Fue tan sólo un segundo, sólo en un segundo, Gamboa sostenía por fin el cuchillo y se disponía a clavárselo al chico, mas no lo consiguió... Vilma pudo ver como las manos de Palomares se aferraban a la mano que sostenía el cuchillo y ésta se clavaba con fuerza en el cuello del profesor.
    Sólo se veía sangre.

    Pasaron, dos o tres minutos, quizá más, Palomares había arrojado con fuerza el cuchillo al suelo, como si le quemase en las manos. Se arrodillo y puso su mano en su boca, intentando no gritar.

    - Está muerto... está muerto... lo he matado, he matado a un hombre... No matarás, no matarás!!! – susurraba Palomares balanceándose hacia delante y hacia atrás como si de un loco se tratase.

    - Andrés, por favor. Por favor, mírame, mírame!!! – Palomares alzó su cabeza lentamente. – No fue tu culpa, ¿me has oído? No lo fue!!

    - Tengo las manos manchadas de sangre, ¿entiendes? Estoy manchado de sangre!

    Vilma lo abrazó como si nada más existiese ya en el mundo, como si él fuera lo único que quedaba en pie, como si supiera que si no lo hacía, se fuese a romper.

    - Andrés, tranquilo... tranquilo. – La chica intentaba que él volviese con ella, que su mente volviese con ella, le dolía verlo así, tan vulnerable...

    Se oyó un ruido.


    Estela y Ramiro estaban en cubierta

    Ramiro corrió hacia ellos, comprendiendo rápidamente lo que había pasado. - ¿Qué habéis hecho?!! Asesinos!!! – Vio sus manos, la manos de Palomares estaban llenas de sangre – Fuiste tú!! – dijo Ramiro llevándose las manos a la cabeza.

    No hemos hecho nada!! Él se lo buscó, toda la culpa la tiene él, Gamboa iba a matarnos, fue en defensa propia!! – gritaba furiosa Vilma.

    - Oh por Dios, no me hagas reír!! No te excuses Vilma, lo habéis matado y ésta vez hay cadáver, nadie os salvará de la horca. – Rió Ramiro descaradamente.
    - ¡Que dices Ramiro! Por favor, la horca no!! Otro juicio no!! – chilló Estela tratando de devolverle la cordura a su pareja.

    - Déjame en paz Estela!! Me voy a por el capitán, vigílalos!! – Ramiro señaló a los dos chicos, Palomares seguía arrodillado y Vilma continuaba aferrada a él.

    - Chicos, váyanse de aquí!! Huyan!!

    - Estela, no vamos a escapar, no tenemos lugar al que ir, todo lo que tengo está aquí en este barco. – dijo Vilma agarrándole la mano a Andrés.

    - ¿Por qué lo has hecho Palomares? ¿Por qué? – preguntó Estela intentando no mirar el cuerpo sin vida de Gamboa.

    - Por ella, lo hice por ella… - le respondió Andrés, apretando con fuerza la mano de Vilma.

    Ramiro llegaba con el capitán y con tres marineros más.

    Piti, llegó corriendo detrás.

    - Capitán, no lo haga por favor, ella no tiene nada que ver, él fue quien lo mató, no Vilma!!

    - No sabemos lo que ha pasado y no podemos asegurar nada lo siento, llegaremos al fondo de todo esto, llévenlos abajo.

    - No! por favor capitán, Vilma está embarazada. – chilló Piti.

    - Lo siento hijo, es La Ley del Mar. – le respondió el capitán.

    Dos de los marineros agarraron a Palomares, conduciéndolo hacia la puerta.

    Ramiro lo estaba esperando en la puerta… y al pasar por delante de él, lanzó un escupitajo al suelo.

    - Hijo de puta!! Que Dios y La Ley del Mar te castiguen por lo que has hecho!! Asesino!!

    Palomares no dijo nada, ni siquiera lo miró, ya se odiaba lo suficiente a sí mismo como para fijarse en cómo los demás se sentían.

    Ella tampoco dijo nada, le dolía todo, si cerraba los ojos, todavía podía sentir las manos de Gamboa recorrer su cuerpo y sus labios besar su cuello, hijo de la gran puta, ojalá estuviese en el infierno, si ese lugar en realidad existía merecía estar allí.

    Oía a Piti gritar en la lejanía su nombre, sabía que tarde o temprano tendría que hablar con él, tendría que explicarle como habían llegado a esos extremos. Pero todo carecía de importancia, porque lo único realmente importante para ella era Andrés, solo él.

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