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  1. Duda

    miércoles, 23 de febrero de 2011

    Tras el capítulo 5. Para Julia

    Apoyado en la barandilla de cubierta, Andrés Palomares le dio una calada a su cigarrillo. No acostumbraba a fumar, y lo cierto era que a lo largo de su vida se habría fumado no más de dos o tres cigarrillos. Pero ahora sentía que lo necesitaba. Con la luna sobre su cabeza inspiró fuertemente hasta que sus pulmones se llenaron con la brisa marina y profirió un leve suspiro. A pesar de que la zona en la que él se encontraba estaba ya despejada, aún quedaban restos en la proa del desastre que habían provocado los pájaros. Por un momento había pensado que no iban a salir de esa, que había llegado su final. No había podido evitar que las palabras de Estela despertasen una duda en él.
    Pensó en ella. Probablemente no había pisado una iglesia en mucho tiempo, y ahora estaba convencida de ser víctima de un castigo divino. Pero Dios no castiga. Dios premia. Tenía que ser así, ¿no? Tragó saliva para intentar deshacer el nudo que se le había formado en la garganta. Por un momento su mente le había contestado “no”. Por eso estaba en cubierta y no en la capilla que había construido con sus propias manos en la sala de máquinas. Necesitaba aire, y sentado junto a aquella cruz se estaba ahogando. El alzacuellos que todavía llevaba puesto le estaba ahogando.
    Se acabó el cigarrillo y lo apagó en la barandilla. Con una última mirada a la luna se dio la vuelta y entró al interior del barco, decidido a intentar conciliar el sueño, pero no llegó a su camarote: Vilma salió corriendo por el pasillo en dirección al baño. Sin pensarlo se apresuró a seguirla y la encontró encogida sobre el retrete. Y de nuevo sin pensarlo, se acercó y le sujetó el pelo mientras terminaba de vomitar.
    Gracias. —susurró ella mientras se acercaba al lavabo a enjuagarse la boca. —Normalmente las naúseas las tengo por la mañana, pero parece que hoy se han adelantado.
    Palomares sonrió y se apoyó en la pared mirando cómo ella se colocaba el pelo mirándose al espejo, pero no dijo nada.
    ¿Qué miras tanto? —preguntó Vilma. Se había acercado a él y ahora estaban el uno frente al otro.
    A ti. —Palomares le dirigió una mirada pícara. —¿Es que no puedo mirarte?
    Vilma no pudo evitar sonrojarse y bajó la mirada. ¿Eso ha sido una mirada pícara? Malditas hormonas, pensó. Sumida en su vergüenza decidió no contestarle y cambiar de tema.
    ¿Sabes? Hoy Piti se ha decidido a ser el padre de mi hijo. —A Palomares se le borró la sonrisa, pero se esforzó por volver a colocarla en su cara, aunque no le llegó a los ojos. Recordaba perfectamente la conversación con Piti, en especial lo de saltarse el folleteo, pero no pensaba comentárselo a Vilma. —Me dijo que iba a levantarse a las cuatro de la mañana a darle el biberón y que iba a cambiarle los pañales siete veces al día. Y sin embargo, el que está aquí conmigo ayudándome con las naúseas eres tú.
    Para cuidar de ti o de tu bebé no hace falta ser el padre de tu hijo, Vilma.
    Por aquello de la caridad cristiana, ¿no? —La risa de Vilma inundó la mente de Palomares. Sin saber por qué, se acordó de un cuadro que había en el salón de su casa. Un cuadro protagonizado por ángeles.
    Por aquello de la amistad.
    Sin poder aguantarlo un segundo más, el chico se quitó el alzacuellos y lo guardó en su bolsillo. Vilma se acercó a él con los ojos brillantes y le dio un beso en la mejilla. Se quedaron un minuto callados, sin saber qué decir, hasta que ella volvió a hablar.
    Bueno, es tarde. Supongo que deberíamos ir a dormir, si no mañana no seremos capaces de seguir limpiando lo que queda en cubierta.
    Creo que tienes razón. Mañana nos espera un día muy largo. Buenas noches Vilma.
    Buenas noches Andrés.
    Palomares salió del baño en dirección a su camarote mientras Vilma se miraba una vez más en el espejo. Cuando ella se dispuso a marcharse vio que había algo en el suelo, el alzacuellos de Andrés, y se agachó a recogerlo. Pensó que el Palomares que había visto esa noche no se parecía al que ya conocía. Tal vez, mañana le devolvería el alzacuellos. Sólo tal vez, porque ese Palomares le había gustado mucho más.


    Cuando el chico entró en su camarote dispuesto a meterse en la cama vio algo en la mesilla de Piti que antes no estaba ahí. Un kiwi. No sabía por qué, pero esa noche tenía apetito, así que lo cogió. Mientras le daba un mordisco, no pudo evitar preguntarse por qué sentía la necesidad de cuidar de Vilma. Por un momento dejó de respirar, y casi se atragantó, porque no se le había contestado su razón. Ni siquiera su fe. Le había contestado su corazón.

  2. 2 comentarios:

    1. Débora dijo...

      Me encanta como duda!!! Y adoro el final, entre el zampamiento de kiwi y la última frase....

    2. Argen dijo...

      jaajjjajaj me encanto todo el cap!! y aii q se ha comido al kiwi!!! xDD

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