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  1. Arrebato

    domingo, 17 de abril de 2011

    N/A: Este fic combina el punto de vista de Andrés Palomares con el de Vilma Llorente (en cursiva).


    La tensión se respiraba en el ambiente. Todos nos encontrábamos en el comedor, en completo silencio, esperando que la idea que había tenido Burbuja para sacarnos de ésta hubiese surtido efecto como en otras ocasiones.
    Me había puesto en pie, nerviosa, incapaz de seguir esperando sentada. Andrés estaba justo a mi lado y sin poder evitarlo me agarré fuerte de su mano. Necesitaba aferrarme a alguien. Del éxito del plan de Burbuja dependía nuestro futuro.
    Vilma me cogió de la mano y giré mi cabeza para mirarla. Ella sonreía nerviosa y le devolví la sonrisa mientras hacía círculos con mi pulgar en el dorso de su mano para tranquilizarla.
    Andrés intentaba que me calmase, aunque estaba segura de que él estaba peor que yo. El leve golpeteo rítmico de su pie derecho no había pasado desapercibido para mí. Suspiré, y entonces se escuchó lo que todos estábamos esperando: la voz de nuestro capitán.
    El silencio que reinaba antes se hizo mayor si es que era posible y todos contuvimos la respiración deseando escuchar el sonido de la victoria. Sonido que se desató con ese “Ha funcionado” de Montero.
    Ya está. Estábamos salvados. Instintivamente llevé mi mano libre a mi vientre y murmuré un casi mudo “gracias”. Mi hijo podría tener un futuro. Mi hijo podría nacer.
    Había funcionado y estábamos salvados. El comedor comenzó a llenarse de aplausos y vítores, y me giré hacia Vilma. Tenía una mano sobre su vientre y estaba seria, muy seria; había pasado verdadero miedo por su bebé. Solté su agarre y tomé su cara entre mis manos, sujetando su nuca con mis dedos, y le dirigí una sonrisa seguido de un “Sonríe, por favor”.
    La gente empezó a abrazarse, y Andrés me agarró de la nuca con una sonrisa enorme en su cara. Entonces dijo algo que no esperaba. “Sonríe, por favor”. Algo hizo click en mi cabeza, e inmediatamente rescaté aquella pajarita de mi memoria. No pude hacer otra cosa que sonreír con fuerza.
    La cara de Vilma se cubrió con una gran sonrisa haciendo caso a mis palabras, y nunca me había sentido tan satisfecho de haber hablado en mi vida. Ver a Vilma feliz y saber que estaría bien hizo que mi corazón se llenase de alegría. Y entonces lo hice.
    Sonreí, porque era feliz. Viviríamos, mi hijo viviría y yo con él para cuidarle. Y si algo me pasaba a mí sabía que Andrés estaría ahí para él, que le importaba de verdad ese niño. Él tenía los pulgares de sus dedos rozando mis mejillas, y entonces lo hizo.
    La besé. La besé como si no hubiese nada más en el mundo que sus labios. La adrenalina del momento avanzó por mis venas hasta ordenar a mi cuerpo que se moviese hacia ella, hasta obligarme a capturar sus labios con los míos. Inevitablemente.
    Me besó. Andrés me estaba besando. Estábamos mirándonos el uno al otro a los ojos cuando se lanzó a mi boca como si fuese lo último que podría hacer en esta vida, y yo no pude apartarme. Ni siquiera esa idea cruzó por mi cabeza cuando cerré los ojos...
    Sentir los labios de Vilma rozando los míos me estaba volviendo loco, y mi corazón se aceleró rápidamente mientras mantenía mis ojos cerrados. No me acordé de nada más, ni de toda la gente que nos estaba rodeando, ni de la cruz que llevaba colgada en el cuello, ni siquiera de mi nombre. Mi cabeza sólo gritaba el suyo, una y otra vez, mezclándose con su propio eco. Llenando de Vilma hasta el último recoveco de mi alma.
    No sé si es que los demás se callaron de golpe o simplemente yo dejé de escucharlos. Nunca, nunca se me había pasado por la cabeza la opción de estar compartiendo un beso con Andrés, pero no lo sentía extraño. Lo sentía como si fuese lo más natural del mundo, como si mi corazón se hubiese preguntado más de una vez qué sentiría al rozar mis labios con los suyos.
    El propio olor de Vilma estaba llenándome los pulmones. Presioné mis labios fuertemente contra los suyos mientras la aferraba casi con desesperación. Necesitaba mostrarle todo lo que estaba sintiendo dentro de mí, todo aquello que había estado guardado demasiado tiempo. La rabia acumulada aquel día. El... el amor.
    Andrés apretó más su boca contra la mía, mientras notaba sus pulgares haciendo leves círculos en mis mejillas como momentos antes había hecho con mis manos. Todo el miedo que había pasado ese día, toda la angustia, quedaron borrados por una corriente de sentimientos confusos que se agitó dentro de mí.
    Y entonces me di cuenta. Estaba besando a Vilma. Estaba besando a Vilma delante de todos. Abrí los ojos de golpe, volviendo a ser consciente del mundo que nos rodeaba pero siendo consciente sobre todo de que ella seguía con los ojos cerrados pegada a mis labios. Me separé de golpe, notando cómo los aplausos y vítores a nuestro alrededor se habían ido acallando poco a poco.
    Entonces, tan repentinamente como había empezado, el beso terminó. Tan rápido que apenas me dio tiempo a asimilarlo. El silencio nos rodeaba, pero esta vez sí que era un silencio real. Notaba la mirada de todos fija en mí, en nosotros. Miré a Andrés, y me miraba fijamente muy serio. Casi arrepentido.
    Casi me arrepentía de haberlo hecho. Casi. Ese beso no estaba bien porque yo era sacerdote, porque todos sabían que era sacerdote y me habían visto besarla. Porque no tenía derecho a besar a una mujer de la que sabía que no sentía nada por mí. Pero no podía arrepentirme, porque ese beso había provocado la mayor revelación que había tenido nunca. Estaba enamorado de Vilma.

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