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  1. Por soltarte la melena

    lunes, 18 de abril de 2011


    Para Julia, por mantenerme unida al Julivanismo.

    Vilma caminaba por los pasillos de la planta inferior del Estrella Polar en dirección a la lavandería, donde una hora antes había dejado su ropa en la lavadora. Había pasado ese tiempo tumbada en su cama leyendo en la soledad de su habitación. Ainhoa estaría en la enfermería con Gamboa, al que acababan de encontrar, y Estela no aparecía por ningún lado. Era extraño. No la había visto a ella, pero tampoco a Piti o a Palomares. Siguió avanzando por el pasillo y al pasar junto a la sala de máquinas escuchó demasiado ruido dentro, más de lo normal. Se escuchaban murmullos de voces que no eran habituales. Vilma se acercó, entreabrió un poco la puerta y se asomó para ver lo que había dentro.
    Varios alumnos estaban sentados en torno a una mesa, entre ellos su compañera de camarote Estela. Además de ella reconoció a Piti sentado justo frente a la puerta, y pudo distinguir en el rubio que estaba colocado de espaldas a ella a Palomares. Era raro que estuviesen todos ahí, pero lo que más le chocaba de todo era que la mayoría de los presentes estaban medio desnudos. Bueno, por lo que podía ver desde allí, Palomares estaba totalmente desnudo. No entendía nada. Entonces vio lo que había sobre la mesa y lo que algunos tenían en las manos, naipes, y lo entendió todo. Strip Poker. Aunque la presencia de Palomares allí no le cuadraba del todo. Se podía percibir la tensión en el ambiente, todos los alumnos tenían su mirada fija en Piti y en el rubio sentado frente a él, y se mantenían en absoluto silencio. Entonces el moreno dejó sus cartas sobre la mesa con una sonrisa antes de hablar.
    Poker de nueves, padre. Aunque creo que ya no debería llamarle así, ¿no?
    Extrañada por ese último comentario, Vilma no pudo ver la cara que puso Palomares ante ese comentario, pero el chico no dijo nada. El silencio en la sala se mantuvo, hasta que él mismo dejó sus cartas sobre la mesa y la sonrisa de Piti se borró instantáneamente de su cara.
    Escalera de color.
    Lo cierto es que Vilma no había jugado al poker en su vida, pero por las reacciones que se habían generado estaba segura de que el ganador era Palomares. El chico se levantó y se vistió en silencio, mientras todos permanecían callados. Ella podía notar que estaba realmente enfadado, y no entendía por qué. Colocándose el cinturón le dirigió una última mirada a Piti antes de hablar.
    Has perdido. No quiero que te acerques al hijo de Vilma, ¿me has entendido? A partir de ahora yo, y sólo yo, me haré cargo.
    Sin dejarle tiempo al moreno para contestar, Palomares se dio la vuelta y abrió la puerta del todo para salir de la sala de máquinas. Vilma se tuvo que echar contra la pared de al lado para que no se la llevase por delante, porque el chico estaba tan enfadado que ni siquiera miraba por donde iba. Cerró la puerta tras de sí, y entonces Vilma saltó sobre él.
    ¡Eh! —Le dio un golpecito en el pecho con el dedo índice. —¿Tú quién te crees que eres para decidir quién puede hacerse cargo de mi hijo?
    En ese momento nadie podría decir con seguridad quién estaba más enfadado de los dos.
    ¡Pues alguien que se preocupa de verdad por lo que pueda pasarle! —Palomares levantó la voz como nunca lo había hecho con ella. Casi nunca se dejaba llevar por la ira y por el enfado pero tratándose de algo relacionado con Vilma no lo podía evitar.
    Escúchame bien. Yo soy su madre. ¡Soy la única persona que puede decidir algo así! Y no tienes derecho a decirle eso a Piti, si me da la gana que se encargue de mi hijo lo hará.
    La que tienes que escucharme eres tú. —Palomares pretendía seguir hablando, pero ella lo interrumpió.
    Estoy harta de tener que escuchar a los demás. A partir de ahora pienso hacer lo que me dé la real gana.
    Palomares suspiró y se colocó las gafas. No pensaba rendirse, tenía que hacer que Vilma entrase en razón y lo iba a hacer ahora, le daba igual lo que pensase de él pero tenía que dejarle claras las cosas sobre Piti. Con ese pensamiento en la cabeza se agachó y la cogió en brazos para colocarla sobre uno de sus hombros, con cuidado de no hacer presión sobre su vientre. Una vez que la tuvo sujeta comenzó a andar a zancadas hacia la zona de la lavandería.
    ¡Andrés Palomares bájame ahora mismo! —Vilma pataleaba sobre él y comenzó a darle puñetazos en la espalda. Él se limitó a contestar con una voz mucho más calmada que antes.
    No pienso dejar que te vayas hasta que me escuches.
    Cuando llegó a la lavandería cerró la puerta y entonces la dejó con suavidad en el suelo, y la miró. Vilma estaba delante de él con los brazos cruzados, la cara levemente sonrojada por el esfuerzo y el pelo recogido en un moño que había quedado despeinado, más despeinado de lo normal. Ella lo miraba con cara de pocos amigos.
    Muy bien, no tengo toda la tarde. ¿Me dices lo que sea y me voy, por favor?
    A pesar de todo el enfado que todavía tenía Palomares no pudo evitar la sonrisa que cubrió su rostro durante un segundo, pero enseguida volvió a ponerse serio. Piti seguía en su cabeza.
    Vilma, no me creo con el derecho de decidir por ti. Pero tu hijo no puede quedar a cargo de Piti.
    Ella descruzó los brazos y empezó a gesticular exageradamente con los brazos.
    ¿Pero por qué, a ver, por qué?
    ¡Porque no está preparado para ello! Porque es un inmaduro que no quiere reconocer nada y lo único que pretende es tirarse a toda tía que se encuentre en su camino. —En realidad una hora antes Piti había dicho algo bastante hiriente sobre Vilma que había provocado su propio enfado, pero no sería él el que se lo dijera a la chica, a menos que no entrase en razón. —¿Crees que cambiará cuando tu hijo nazca? ¿Que será lo suficientemente responsable como para cuidar de él?
    ¿Y tú sí que eres responsable? ¿Tú, que acabas de jugarte algo así en una apuesta? —Vilma estaba casi gritando, y Palomares pudo ver cómo el cuello de la chica estaba adquiriendo el mismo tono rojo que ya tenía su cara.
    ¡Tenía que hacerlo! No pienso dejar que algo le pueda suceder a ese niño, ¿entiendes? ¡Es demasiado importante!
    Los dos se miraron un segundo en silencio antes de que ocurriese. No se podría decir si primero fue él o fue ella, lo más seguro es que fuesen los dos a la vez, pero sus labios chocaron y se enzarzaron en un beso salvaje en medio del calor del momento. Las manos de Andrés recorrían la espalda de ella con avidez mientras Vilma lo atraía más y más hacia ella enredando los brazos en su cuello. Los dos estuvieron a punto de perder el equilibrio, y entonces Andrés la apretó contra la pared sin separar sus labios ni un milímetro. Sus cuerpos se ceñían el uno al otro de tal forma que no podía saberse dónde empezaba el de uno y acababa el del otro. Andrés llevó sus manos a la nuca de ella y terminó de deshacer el moño que llevaba. Entonces se separó un momento de ella con una sonrisa.
    Así estás más guapa.
    Ella sonrió con él y sus labios volvieron a protagonizar una feroz lucha por el control durante unos minutos. Andrés dejó su boca para perderse en su cuello, pero debido a la diferencia de altura le estaba siendo algo difícil, por lo que la alzó y ella enroscó sus piernas en torno a las caderas de él. El enfado que habían compartido minutos antes se había transformado en el mayor desenfreno posible. Ninguno de los dos se planteaba lo que estaban haciendo, si estaba bien o estaba mal. Lo único que sabían era que no querían despegarse el uno del otro, que no podían hacerlo.
    En ese momento la puerta de la lavandería se abrió de golpe y una asombrada Estela apareció tras ella. Vilma abrió los ojos y volvió a colocar sus pies sobre el suelo, a la vez que Andrés se separaba de su cuello y se colocaba de pie junto a ella. Los dos tenían la respiración agitada.
    Perdón.
    La chica morena salió apresuradamente de allí cerrando la puerta, y no fue hasta ese momento en el que cruzaron una mirada que los dos jóvenes fueron conscientes de lo que acababa de ocurrir ahí. Andrés bajó su mirada al suelo y habló casi en un susurro.
    Creo que será mejor que me vaya.
    Colocándose un poco la ropa se dirigió hacia la puerta y la abrió, pero antes de salir se giró con una sonrisa en los labios y le habló por última vez.
    Ah, no te olvides de recoger tu ropa de la lavadora. Creo que hace un rato que está lista.
    Dicho esto, salió cerrando la puerta tras de sí, dejando a Vilma en medio de la lavandería sin poder moverse. Entonces la chica no pudo evitar sonreír con fuerza, y agitó levemente la melena que caía suelta sobre sus hombros, después de que él le hubiese deshecho aquel moño. Desde ese día, Vilma Llorente no iba a ser fan de recogerse el pelo.

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