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  1. La maleta que lo desató todo

    domingo, 17 de abril de 2011

    Como todas las mañanas desde que embarcó en el Estrella Polar Vilma se encontraba en su camarote, pero aquel día era diferente. Esa mañana sería la última que despertase en esa litera y que llamaría al lugar donde estaba “su” camarote, porque ese día se iba de allí para compartir uno nuevo con Piti. Llevaban un tiempo juntos y habían decidido independizarse, si es que a eso se le podía llamar independizarse. Con sólo un par de meses para la llegada de su bebé, Vilma había pensado que podría ser un buen momento para dar el paso y prepararse para la nueva vida que le esperaba cuando diese a luz. Esa mañana estaba sola en el camarote. Ainhoa, que aunque al romper con Gamboa había vuelto a vivir con ellas, estaba pasando la mañana con su hermana, y Estela estaría magreándose con Ramiro en algún rincón del barco. Como siempre.
    Cuando estaba doblando la ropa alguien tocó suavemente la puerta, y al levantar la vista se encontró con la cabeza de Palomares asomada allí.
    ¿Se puede?
    Vilma asintió levemente con una sonrisa y siguió doblando su ropa y colocándola sobre la cama al lado de su maleta abierta, y Andrés se recostó contra la litera que estaba justo enfrente y la miró durante unos segundos antes de hablar.
    ¿Haciendo el equipaje, eh? Piti ni ha empezado...—En ese momento se fijó en la maleta de la chica y no pudo evitar que una sonrisa melancólica cubriese su rostro. —¿Te acuerdas?
    Vilma centró su atención en él. El chico alternaba su mirada entre el rostro de ella y la maleta, pero Vilma seguía confundida y el interrogante de su cara impulsó a Palomares a seguir hablando.
    La maleta, el día que embarcamos. Te intenté ayudar a subirla a la plataforma pero tú te negaste. Fue nuestro primer cruce de palabras, ¿recuerdas?
    El rostro de Vilma mostró entonces cómo una bombilla se había encendido en su cabeza y sonrió.
    ¡Es verdad! En aquel momento no estaba para tratar con hombres... Ya sospechaba que estaba embarazada y no estaba precisamente de humor... Lo siento mucho. —Lo dijo con tal arrepentimiento en la voz que Palomares no pudo evitar apresurarse a quitarle importancia al asunto.
    No, no, tranquila, si no pasa nada. Supongo que en ese momento no te apetecería que un hombre hiciese de caballero andante. —Sonrió, y entonces bajó la mirada antes de seguir hablando. —Y menos si lleva un alzacuellos.
    La risa de Vilma resonó en sus oídos, y ella se giró hacia el armario para seguir cogiendo sus cosas. Incluso así, de espaldas a él, la veía preciosa. Su voz lo sacó de sus pensamientos.
    Hace mucho que no te pones el traje de cura, ¿eh? A ver si vas a estar perdiendo la fe...
    Palomares se puso serio de repente. Ella había esperado escuchar una carcajada por parte de él, y al sólo percibir silencio se dio la vuelta extrañada. Lo miró, y lo conocía tan bien que sabía que había tocado una herida. El chico no había ido a su camarote simplemente a ver cómo hacía el equipaje.
    Andrés, ¿qué pasa? Sabes que a mí me lo puedes contar todo. ¿Somos amigos, no? —Se acercó a él, y los dos se sentaron uno junto al otro en la litera en la que antes se apoyaba el chico.
    Ese es el problema, Vilma. Que somos amigos.
    Ella pareció no entender lo que quería decir. Entonces Palomares, envalentonado por haber empezado a hablar, la tomó de las manos y la miró a los ojos mientras siguió hablando.
    Yo siempre he sido una persona muy débil, y muy indecisa, Vilma. Cuando con diecisiete años conocí a María pensé que sería para siempre, que ella iba a estar allí para mí y yo iba a estar para ella. Llegué a pensar que era mi alma gemela. Pero un día, de pronto, no estábamos juntos. Y yo pensé, de verdad lo creía, que entrar en el seminario era mi verdadero camino. Nunca he dudado de mi fe en Dios, y la sigo teniendo, pero sí que dudo de si este camino que elegí es el que quería de verdad, o de si sigue teniendo algún sentido ahora que todo ha estallado en pedazos y navegamos sin rumbo. No me siento con fuerzas para seguir siendo sacerdote, Vilma. Y esas fuerzas comenzaron a abandonarme desde que te ayudé con esa maleta.
    Al empezar a comprender, ella se soltó del agarre de sus manos, casi con culpa, y bajó la mirada hacia su regazo.
    Andrés, yo...
    Espera, déjame terminar por favor. Esa maleta, Vilma, simboliza para mí todo lo que he estado negándome estos meses. Dentro de ella están mis ilusiones, mis sueños, mi corazón. Cosas que no quería dejar salir. Pero al hacer el equipaje para irte con Piti la has abierto, y todo ha salido de golpe, sin poder evitarlo. No quiero seguir engañándome, cariño. Y aunque sé que no es justo que te diga todo esto ahora que te vas para empezar algo con él no podía seguir callándolo. Porque estoy enamorado de ti, Vilma, no tengo la menor duda de ello. Ni cuando conocí a María, ni cuando entré en el seminario, ni cuando embarqué en el Estrella Polar. Nunca había estado tan seguro de algo en mi vida.
    Vilma se quedó callada durante unos minutos, al no saber cómo reaccionar. No era el primer chico que se le declaraba, varios lo habían hecho y ella los había mandado a la mierda sin dudarlo un segundo. Pero esta vez era diferente. Andrés era una persona muy importante para ella, su mejor amigo, y lo que acaba de decirle era lo más bonito que le habían dicho en la vida. Ni siquiera las parejas que había tenido le habían dedicado algo más allá de un simple “te quiero”. Y le daba miedo, mucho miedo, decirle que no a Palomares, porque estaba segura de que le iba a hacer mucho daño y ella no quería ser la causa de su sufrimiento.
    Palomares se estaba poniendo muy nervioso al ver a Vilma callada con la mirada fija en su regazo, y la chica se dio cuenta de que no podía aplazarlo más. Tenía que decirle algo, ser sincera con él, así que lo miró a los ojos.
    Andrés... Sabes que dentro de este barco eres una de las personas más importantes para mí, ¿verdad? Eres mi mejor amigo, la persona en la que más confío, incluso más que en Piti. Bueno, ya sabes cómo es él. Tienes la certeza de que va a estar ahí para tirar de ti cuando lo necesites, pero para guardar un secreto... —Vilma tragó saliva antes de continuar. —Pese a todos sus defectos estoy enamorada de él, Andrés, no puedo evitarlo. Tengo un imán con los tíos así joder...
    Vilma volvió a bajar la mirada hacia su regazo, y entonces Palomares la abrazó suavemente. A pesar de lo mucho que la quería y de que su cercanía le quemaba más que nunca, no era egoísta. Sabía que una respuesta afirmativa a su declaración era imposible.
    Cariño, no te preocupes. Te entiendo perfectamente. Antes de contarte nada era consciente de cuál iba a ser tu respuesta...
    Ella se revolvió entre sus brazos y lo volvió a mirar a los ojos antes de hablar.
    No quiero que te minusvalores, Andrés. ¿Sabes? Puedo ver perfectamente lo que vio María en ti, y entenderé a toda mujer que se enamore de ti. Porque eres atento, eres muy generoso... Y siempre acudes cuando alguien te necesita sin necesidad de ser llamado. Tienes un corazón enorme, Palomares. Estoy segura de que si Piti no estuviese en este barco me habría enamorado de ti.
    Nunca supo si esas palabras lo habían alegrado o habían aumentado el sufrimiento creado por ella. Andrés le sonrió, le dio un beso en la frente y se dirigió a la puerta, pero antes de salir se giró y la volvió a mirar.
    Espero que te vaya muy bien con Piti, de verdad.
    Ella le sonrió en un mudo asentimiento, y siguió sentada en esa cama hasta minutos después de que él se hubiese ido. En ese momento volvieron a tocar suavemente la puerta, pero esta vez no fue la cabeza de Palomares la que asomó por ella, fue la de Piti. Cuando vio que estaba sola entró en el camarote con una sonrisa y la besó en los labios.
    ­—¿Qué pasa, churri? ¿Preparada para vivir en el camarote del amor?
    Vilma se levantó de la cama con una carcajada, terminó de guardar la ropa que le quedaba en la maleta y se dirigió con ella detrás de Piti, hacia su nueva vida. Al llegar a la puerta del que había sido su camarote hasta entonces frenó un momento, y se giró para contemplarlo. Era extraño ver su litera tan vacía, sin todas sus cosas desparramadas de cualquier manera por ahí. Una ola se nostalgia la recorrió por dentro y no pudo evitar que una lágrima escapase de sus ojos. Entonces sintió la mano de Piti rodear la suya con fuerza, y limpiándose las lágrimas por fin se atrevió a dejar su camarote, mientras durante un segundo, un sólo segundo, su corazón se preguntaba si ese era su verdadero camino.

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