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  1. Instinto paternal

    sábado, 5 de marzo de 2011

    Eran las cuatro de la tarde y Vilma mordía una manzana distraída. Habían terminado de comer hacía más de una hora y la tripulación se había dispersado por el barco a pasar la tarde. Ella había estado en la cocina hablando con Salomé mientras terminaba de fregar los platos, pero la cocinera había ido a disfrutar de su tiempo libre con Julián, y ahora ella no tenía nada que hacer. Aprovechando el buen día que hacía, decidió ir a dar una vuelta por cubierta y disfrutar del sol, así que subió las escaleras y salió al exterior del barco. Estaba apoyada en la barandilla de cubierta, mirando el mar y sintiendo la brisa revolver sus cabellos, cuando escuchó la voz de una niña unos metros más allá.
    No puedo hacerlo.
    Vilma se giró hacia el lugar del cual provenía la voz, y no pudo evitar la sonrisa que se abalanzó a posarse en su cara al contemplar la escena. Palomares estaba en el suelo de cubierta rodeado de tornillos, un par de destornilladores y dos pequeñas ruedas, mientras sujetaba la bicicleta en la que estaba montada Valeria. La niña se aferraba fuertemente al manillar por miedo a caerse, aunque Vilma estaba segura de que Andrés no dejaría que ocurriese eso. Él intentaba darle ánimos para que se atreviese a intentar hacerlo sola.
    Claro que puedes, Valeria. Sólo tienes que confiar en ti misma.
    La niña lo miró sin mucho convencimiento, y se giró para observar cómo habían desaparecido los ruedines que antes daban seguridad a sus paseos por cubierta.
    Palomares, ¿con cuántos años aprendiste a montar sin los ruedines? —Él sonrió ante la pregunta de la niña.
    Puff, yo hasta los diez años no aprendí. Pero porque no era un niño tan listo como lo eres tú. —Le guiñó un ojo y le pellizcó suavemente la nariz, lo que hizo que Valeria comenzase a reír.
    Un poco más allá, Vilma se derretía ante ese gesto. La verdad es que Palomares siempre se había llevado muy bien con Valeria y la niña le había cogido mucho cariño. Muchas veces acudía a su camarote para que jugase con ella, y normalmente él accedía y se les podía ver por todo el barco jugando a ser piratas. Andrés incluso consentía en ponerse un parche en el ojo que les había hecho Salomé. Y Valeria, a pesar de ser la única niña que quedaba en ese mundo, podía ser feliz. En ese momento, Palomares siguió intentando que la pequeña perdiese el miedo que tenía.
    Mira, vamos a hacer una cosa. Tú sólo tienes que pedalear y yo te sujeto del sillín, ¿vale?
    Pero, ¿y si me caigo? —Convencer a Valeria estaba resultando más complicado de lo que hubiera pensado.
    No voy a dejar que te caigas. ¿Confías en mí?
    La niña lo miró unos segundos fijamente, para después sonreír y asentir vigorosamente. Se aferró al manillar con más fuerza si es que eso era posible, y comenzó a pedalear mientras Palomares la impulsaba sujetándola por el sillín. Era una escena preciosa, con el pelo rubio de los dos siendo revuelto por la brisa de aquella tarde. Cuando el chico vio que estaba estable, soltó el sillín y Valeria siguió pedaleando sola, tambaleándose un poco al darse cuenta de que la había soltado pero manteniéndose firme sobre la bicicleta y riendo fuertemente por su logro. Al llegar a la proa dio la vuelta y volvió hacia donde estaba él, pero no pudo frenar a tiempo y los dos cayeron al suelo. Palomares se las ingenió para que la niña cayese encima de él y no se hiciese daño, y los dos terminaron desternillándose de risa.
    Creo que la próxima vez va a ser mejor que te enseñe tu padre. —Palomares se levantó y la ayudó a ponerse de pie, bajándole el vestido que se le había levantado.
    Pues hoy has hecho muy bien de papá. —Valeria le sonrió, pero puso cara de pilla antes de formular la siguiente pregunta. —Palomares, ¿eres cura porque no quieres ser papá?
    Él rió ante las ocurrencias de la niña.
    Claro que no, si a mí me gustan mucho los niños. Sobre todo si son niñas tan guapas como tú.
    Dicho esto, empezó a hacerle cosquillas por los costados mientras Valeria se reía a carcajadas. Entonces levantó la vista y vio a Vilma, parada junto a la barandilla unos metros más allá, y la sonrió. Ella le devolvió el gesto, y Palomares volvió a centrar su atención en las cosquillas que le estaba haciendo a Valeria.
    Vilma se dio la vuelta y volvió a entrar en el interior del barco dando otro mordisco a su manzana. Se llevó la mano al vientre y lo acarició suavemente; contemplar aquella escena había avivado su instinto maternal. Se dirigió a su camarote, feliz de pensar que cuando su hijo o su hija naciese no le iba a faltar alguien con quien jugar o alguien que lo protegiese, aparte de ella. Podía estar segura de que Palomares lo haría. Bajando la mirada, habló divertida en voz alta.
    ¿Has visto, pequeño? Creo que tienes suerte de poder venir al mundo en este momento.

  2. 3 comentarios:

    1. Ay Dios mioooo, que paternal se ha puesto el Pater xDD valga la redundancia, es precioso Paola, en serio, quiero una escena asi xDD

    2. Argen dijo...

      que bonitoooo!!!! pero que tierno palomares!!! ^^

    3. Débora dijo...

      Quiero esta escena en el la serie!!!! La necesito!! Esos ruedinas a la niña ya le van sobrando!! Y esa manera de escribir....ME ENCANTA!

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